Lo lesivo de los delfinarios, Carta de Naomi Rose al Presidente Torrijos

HSI

Delfin madre e hijo

CARTA DE NAOMI A. ROSE AL PRESIDENTE DE PANAMÁ

Lo lesivo de los delfinarios

Oposición al proyectado en Panamá

Estimado Presidente Martín Torrijos:

En representación de los más de 9,5 millones de miembros y constituyentes de la Humane Society International (HSI) le escribo para conversarle sobre la propuesta de Ocean Embassy Panama (OEP) de un delfinario [en Bocas del Toro, fronterizo con Costa Rica] y capturar 28 (y posteriormente hasta 80) delfines nariz de botella silvestres en aguas panameñas. La HSI se opone fuertemente a cualquier iniciativa de capturar delfines silvestres y la propuesta mencionada es especialmente desacertada y no precautoria, además de violar varios principios de manejo sostenible. HSI recomienda que el gobierno de Panamá niegue o revoque cualquier permiso de construcción de la instalación de delfines de OEP, pero en particular le pedimos que usted niegue o revoque cualquier autorización que permita la captura de delfines en aguas locales.

La propuesta de OEP, a pesar de la retórica que sus representantes usan para presentarla como una iniciativa de conservación, es en realidad una iniciativa de operación comercial de nado con delfines (NCD) que usará

individuos capturados localmente. Si entiendo la propuesta correctamente, por lo menos 28 de esos animales serán capturados (en el Pacífico y el Caribe) antes de la realización de cualquier estudio sobre población. A esta cifra se le llama erróneamente una cuota «precautoria» en un comunicado de prensa de OEP con fecha 29 de enero de 2007.

No hay nada precautorio en remover delfines de una población local antes de completar una evaluación precisa que pueda orientar cálculos sobre cuotas. Las prácticas de manejo sustentable aceptadas globalmente requieren la determinación de un estimado de población con intervalos razonables de confianza antes que ocurra cualquier remoción (letal o viva). Cuando OEP presenta su intención como sostenible y precautoria suena loable, pero es completamente impreciso.

Asimismo, la declaración de OEP de que es «esencial» contar con un programa de crianza en cautiverio para la conservación e investigación del delfín es falsa. La mayoría de las investigaciones importantes sobre delfines se están realizando sobre poblaciones silvestres y ya se han establecido programas de investigación en cautiverio en varios lugares. Existen programas de crianza en cautiverio de delfines nariz de botella bien establecidos en delfinarios y acuarios existentes en regiones como América del Norte, Europa y Asia. Capturar decenas de delfines silvestres para establecer un programa de crianza cuyos productos» (crías de delfines) serán vendidos a otros delfinarios es esencial solo para esta operación comercial, no para ninguna iniciativa de conservación, programas educativos o proyectos de investigación.

(…) Los puntos de vista sobre la captura de delfines vivos silvestres de muchos científicos de renombre en la comunidad internacional de investigación de los mamíferos marinos difiere considerablemente de la de los representantes de OEP. Randall R. Reeves, un experto en cetáceos pequeños y Randall S. Wella, un biólogo de delfines nariz de botella internacionalmente reconocido, manifestaron su preocupación por la propuesta de OEP, como se describe en el comunicado de prensa del 29 de enero (…).

Como señalé anteriormente, HSI se opone fuertemente a la captura viva como manera de abastecer delfinarios o programas de crianza en cautiverio. Estamos sumamente preocupados por la actual captura de delfines en el Pacífico y el Caribe de poblaciones que podrían hallarse ya reducidas. Es más, dado que el traslado de los delfines (aun los que son criados en cautiverio) es altamente estresante, nos oponemos al establecimiento de cualquier nueva instalación, especialmente en el Caribe, donde la belleza natural del ambiente de la costa no hace necesarias atracciones artificiales como los delfinarios.

Los proponentes del delfinario algunas veces proveen a los funcionarios gubernamentales información sobre la captura de delfines que es inapropiada, desactualizada y sesgada. La HSI tiene la esperanza de que la información y perspectivas provistas en esta carta le permitan a usted tomar decisiones sobre este tema que estén basadas en la mejor evidencia científica disponible y en políticas coherentes para la vida silvestre y el manejo del ambiente.El tráfico de delfines cautivos va mas allá del daño de la captura individual: puede amenazar la población de delfines y el ecosistema marino (Reeves et al. 2003). La captura de unos pocos animales puede resultar en la muerte o lesiones a muchos otros delfines, dado que las actividades de captura involucran acoso intenso a un grupo o grupos. En adición, puede impactar negativamente a la población de delfines disminuida por la remoción de las crías u otros miembros importantes del grupo. El Servicio Nacional de Pesca de Estados Unidos ha reconocido que «los animales silvestres extraídos para mantenimiento permanente en cautiverio a menudo representan solo una porción de la totalidad removida [‘remoción’ es definida bajo las leyes de Estados Unidos como matar, capturar, lesionar o acosar] durante una operación de captura en vivo» (NMFS 1989: 33). En adición, las redes sociales pueden ser disueltas cuando individuos claves son extraídos, ya sea a través de mortalidad natural o como resultado de la caza u operaciones de captura (Lusseau y Newman 2004, Wells 2003).La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) señala que los delfines no deberían ser recolectados del medio natural a menos que su población haya sido evaluada a profundidad. Y concuerda en que la extracción de individuos puede reducir la viabilidad de la población a largo plazo y compromete su rol dentro del ecosistema. Una evaluación a fondo puede incluir «la delineación de fronteras de lugares, abundancia, potencial de reproducción, mortalidad y estado (tendencia)» (Reeves et al 2003: 17) y no puede ser realizada sin una inversión significativa de tiempo y fondos. Sin la disposición de invertir los recursos necesarios, deseo que a la fecha no demuestran los operadores de capturas en el Caribe1, ningún gobierno de la región debería aprobar el establecimiento de delfinarios abastecidos con animales silvestres capturados.

Los programas de nado con delfines son particularmente problemáticos en este sentido, ya que los delfines hembras son de preferencia para este programa (las hembras son típicamente menos agresivas y sexuales hacia los humanos que los delfines machos). Varios estudios de poblaciones silvestres (p.e. Oldfield 1988) han demostrado que la extracción de las hembras puede resultar en consecuencias negativas a largo plazo para las poblaciones de mamíferos.

Además, la extracción de delfines del mundo silvestre puede resultar en un impacto (actualmente) desconocido pero potencialmente dañino al ambiente local, especialmente cuando muy poco se conoce sobre el ecosistema marino y la población de delfines, como es el caso de la región del Caribe (Ward et al. 2001). Los mamíferos marinos, como depredadores de primer nivel, pueden jugar un papel importante y beneficioso en el mantenimiento de la salud de las pesquerías (Kaschnerr y Pauly 2004). Por ejemplo, los delfines pueden ser depredadores de especies de peces que a su vez depredan otras especies de valor comercial.

La captura y transporte son actividades indiscutiblemente estresantes y peligrosas para los delfines. Los indicadores fisiológicos de estrés asociados a la captura y cautiverio incluyen niveles de hormonas adrenocorticales elevados (St. Aubin y Geraci 1988, Thompson y Geraci 1986, Curry 1999). Small y DeMaster (1995a) han probado que la tasa de mortalidad de delfines nariz de botella capturados se multiplica seis veces inmediatamente después de la captura y no desciende a niveles «normales» hasta después de entre 35 y 45 días.

A nuestro entender, ningún estudio ha demostrado que el promedio de periodo de vida de los delfines es estadísticamente mayor en cautiverio que en la vida silvestre, a pesar de las aseveraciones de algunas instalaciones.De hecho, dos estudios (Small y DeMaster 1995b, Woodley et al. 1997) determinaron que la tasa de supervivencia de los delfines nariz de botella durante mediados de 1990 permaneció persistentemente inferior a la de animales libres en libertad (aun cuando las diferencias no fueran estadísticamente significativas). A pesar que esto indica que la cría de delfines ha mejorado con los años, no lo ha hecho hasta el punto en que se pueda asegurar que los delfines viven por más tiempo en cautiverio. Esto es notable considerando que uno puede esperar que los delfines en cautiverio vivan más tiempo (así como la mayoría de las especies terrestres silvestres en zoológicos) por el cuidado veterinario y protección contra depredadores y contaminación.

Como resultado de estos datos, así como gracias al interés público en Estados Unidos, no ha habido captura de delfines en aguas de ese país para exhibición pública desde 1993. Desde 1989 ha estado en vigor una moratoria voluntaria en la captura de delfines nariz de botella en el Golfo de México y a lo largo de la costa atlántica. Los gobiernos de varias naciones han denegado permisos para la captura de delfines silvestres para su exhibición en público. Más recientemente, el secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales de México declaró una moratoria en la captura de delfines de vida silvestre y el Gobierno de Antigua revocó el permiso que había sido expedido previamente para la captura de hasta 12 delfines anuales en aguas locales. Esta revocatoria es en parte el resultado de la información que el Gobierno recibió de grupos como lo la HSI y otros en el Caribe, demostrando la falta de estudios de población precisos en la región. La captura de delfines para las instalaciones en el Caribe ya ha encendido una notable controversia internacional en los medios de comunicación y ésta seguramente aumentará con capturas adicionales.

Aun cuando los delfines son mantenidos en corrales marinos en lugar de tanques de concreto, la total ausencia de control ambiental puede llevar a condiciones pobres y totalmente inadecuadas para los delfines en cautiverio. Por ejemplo, en los corrales no se puede controlar la temperatura del agua y los delfines pueden estar obligados a permanecer en aguas poco profundas con una excesiva exposición al sol, cuyo resultado es a veces aguas con temperaturas peligrosamente altas.

La calidad del agua tampoco puede ser controlada en esos corrales. Los delfines en cautiverio pueden ser obligados a permanecer en aguas estancadas y poco profundas adyacentes a actividades humanas que podrían contener concentraciones de contaminantes marinos considerablemente mayores de lo que encontrarían en su medio natural. Obviamente dicha exposición a la contaminación marina podría conllevar enfermedades y muerte.

Aunque la región de Bocas del Toro parece estar relativamente prístina hoy día, el incremento del desarrollo a medida que aumenta el turismo puede llevar a problemas en el futuro.

La exposición a sonidos altos, en el aire y bajo el agua, también puede estresar a los delfines. La audición sensitiva de los delfines está bien estudiada y numerosas investigaciones, varias en proceso de ejecución actualmente, documentan los efectos perjudiciales que los ruidos antropogénicos pueden tener sobre ellos. El sonido viaja muy bien en el agua e inclusive los sonidos del aire (p. e. aviones, música) pueden penetrar la interfase de aire y agua, y ser escuchados por los animales en cautiverio. Cuando los delfines no pueden alejarse de sonidos altos prolongados puede surgir estrés y daños fisiológicos.

Los corrales marinos localizados en islas del Caribe están en una posición de riesgo adicional debido a tormentas y huracanes. Varias instalaciones fueron fuertemente impactadas durante la temporada de huracanes de 2005, especialmente en Yucatán y en el golfo de México (el huracán Katrina destruyó completamente un delfinario en Gulfport, Mississippi, llevándose a ocho delfines hacia el mar). Los oleajes, la contaminación de las aguas y la erosión son peligros que enfrentan los corrales marinos (y por ende los delfines dentro de ellos) en condiciones de tormenta. Durante los huracanes en las Bahamas y en Honduras, por ejemplo, los delfines fueron liberados inadvertidamente (y algunos no fueron recuperados), y varios murieron en 2003 en unas instalaciones en La Paz, Baja California Sur, México, después que una tormenta contaminó el agua del corral al desbordarse los alcantarillados. Unas instalaciones de tanques en Anguilla, ubicadas en un promontorio, están en riesgo serio de colapsar si un huracán o una tormenta debilitara los cimientos sobre los cuales descansa, lo que muestra que construir un tanque no necesariamente ofrece una adecuada protección contra tormentas.

Los corrales marinos en un hábitat de arrecifes coralinos ponen en riesgo éstos. Si el flujo de las mareas donde están ubicados los delfines es inadecuado, la gran cantidad de desperdicios que ellos producen se acumulan alrededor y en los arrecifes causando niveles anormales de crecimiento de algas, lo que los sofoca y mata.

La biodiversidad de estos corales disminuye sustancialmente -un estudio reciente (Goreau 2003) sugiere que este impacto negativo en arrecifes cerca de corrales marinos ya ha ocurrido en Cozumel, México.

Los estudios realizados sobre programas de nado con delfines en cautiverio fuertemente sugieren que estos programas no constituyen un trato humanitario para los delfines (Frohoff 1993 y 1995, Samuels y Spradlin 1995). Estos estudios hallaron que los delfines en cautiverio muestran conductas hacia los bañistas que están relacionadas con el estrés y la agresividad. Además, los delfines en cautiverio frecuentemente muestran una actitud sumisa ante los bañistas aun cuando éstos son de baja estatura, relativamente estacionarios y no se comportan agresivamente. Ambos estudios observaron en los delfines comportamientos relacionados con el estrés que también estaban relacionados con efectos potencialmente negativos fisiológicamente. Un tercer estudio demostró que los delfines en cautiverio prefieren evitar a los bañistas (Kyngdon et al 2003).

Los programas de nado con delfines también suponen un peligro real para los participantes humanos. Los delfines acarrean enfermedades que pueden ser transmitidas a los humanos (Geraci y Ridgway 1991, Mazet et al. 2004). Además, aun entrenados, son animales salvajes impredecibles. No son raras las lesiones (como huesos fracturados, lesiones internas y heridas serias) en personas que nadan con delfines en cautiverio (NMFS 1990), incluso tratándose de entrenadores experimentados (Defran y Pryor 1980), lo cual la mayoría de participantes y autoridades gubernamentales no lo sabe por no hacerse los reportes correspondientes. Además de las aproximadamente 18 lesiones documentadas por el Servicio Nacional de Pesca Marina (NMFS) en Estados Unidos en un lustro, muchas más ocurrieron sin ser reportadas en ese tiempo.

HSI no tiene conocimiento de ningún estudio científico evaluados que documente que la exposición a, o la interacción con, delfines en cautiverio incrementa el conocimiento del público o su preocupación por los delfines y el ambiente. De hecho, hay razones para creer que las atracciones con delfines en cautiverio realmente educan erróneamente al público sobre la vida silvestre y el ambiente marino. No solo hace que las personas no aprendan mucho, si acaso, sobre la vida real de los delfines, sino que además son guiadas a creer que los trucos que ven es como los delfines realmente se comportan en su medio natural y que los delfines son mascotas y tienen valor solamente en el contexto de sus relaciones con los humanos.

Asimismo, los programas de nado con delfines probablemente perpetúan los problemas que enfrentan los delfines silvestres al educar erróneamente a las personas que son responsables de tocar y alimentar a estos animales silvestres. Como un biólogo del Servicio Nacional de Pesca Marina ha declarado, «hay una preocupación cada vez mayor de que las piscinas de alimentación, programas de nado y otro tipo de experiencias interactivas con mamíferos marinos en instalaciones de exhibición pueden perpetuar el problema de la alimentación y hostigamiento de mamíferos marinos silvestres por parte del público, especialmente si no han educado a sus huéspedes respecto de la vida silvestre» (Frohoff 2003). De hecho, es irónico que a las personas básicamente se les fomente interactuar con delfines en cautiverio en formas que serían consideradas «hostigamiento» con delfines libres, lo cual es ilegal en algunos países.Panamá es ampliamente reconocida como un país progresista respecto de la responsabilidad ambiental. Más que dañar y alterar irreversiblemente sus recursos naturales y competir innecesariamente con sus vecinos al copiar atracciones artificiales de vida silvestre, Panamá tiene un gran potencial para permanecer como un ejemplo único de belleza natural. Como ha declarado Ward et al. (2001), «la fauna de mamíferos marinos de la región [del Caribe] es diversa y tiene un significativo valor ecológico, económico, estético y de servicio para los países del Gran Caribe. Es vital que a esas poblaciones y su hábitat se les ofrezca protección sostenible».

Esperamos que esta información pueda contribuir al reconocimiento de que capturar delfines silvestres para la expansión (ya sea a través de crías en cautiverio o directamente de la recolección de locales) de delfinarios es peligroso no solo para los delfines sino también para el ecosistema marino. La HSI solicita respetuosamente a Ocean Embassy Panamá que abandone su plan de construir un delfinario y capturar 28 delfines. Si OEP se rehúsa a hacerlo, nosotros respetuosamente solicitamos al Gobierno panameño negar o revocar el permiso a OEP de construir un delfinario en Bocas del Toro o de capturar delfines silvestres en aguas panameñas. Nosotros exhortamos a ambos a considerar seriamente proyectos turísticos alternativos que podrían ser verdaderamente responsables ecológicamente y más seguros para los participantes humanos y animales.

Agradecemos la consideración de nuestros puntos de vista en este importante asunto y le rogamos se sienta en libertad de contactarnos para proveerle más información.

Atentamente,

Naomi A. Rose

Bióloga especialista en mamíferos marinos y protección de océanos y vida silvestre, pertenece a Humane Society International (nrose@hsi.org ).

Referencias Bibliográficas

Curry, B. E. 1999. Stress in mammals: the potential influence of fishery-induced stress on dolphins in the eastern tropical Pacific Ocean. NOAA Technical Memorandum NOAA-TM-NMFS-SWFSC-260.

Defran, R. H. y K. Pryor. «The behavior and training of cetaceans in captivity» en Herman, L. (ed.). 1980. Cetacean Behavior: Mechanisms and Functions. John Wiley and Sons. New York.Frohoff, T.G. 1993.

Behavior of Captive Bottlenose Dolphins (Tursiops truncatus) and Humans During Controlled In-Water Interactions. Master’s thesis, Texas A&M University, College Station, Texas. Frohoff, T. G. 2000. Behavioral indicators of stress in odontocetes during interactions with humans: a preliminary review and discussion. International Whaling Commission SC/52/WW2.Frohoff, T. G. «The kindred wild», en Frohoff, T. y B. Peterson (eds.). 2003. Between Species. Sierra Club Books. San Francisco, California.

Frohoff, T. G. y J. M. Packard. «Interactions between humans and free-ranging and captive bottlenose dolphins», en Anthrozoös 8, 1995.Geraci, J. R. y S. H. Ridgway. «On disease transmission between cetaceans and humans», en Marine Mammal Science 7, 1991.

Goreau, T. J. 2003. Dolphin enclosures and algae distributions at Chankanaab, Cozumel: observations and recommendations. Report of the Global Coral Reef Alliance, Cambridge, Massachusetts.Kaschner, K. y D. Pauly. 2004.

Competition between Marine Mammals and Fisheries: Food for Thought. Report for The Humane Society of the United States/Humane Society International, Washington, DC. Kyngdon, D. J., E. O. Minot y K. J. Stafford. «Behavioural responses of captive common dolphins Delphinus delphis to a ‘swim-with-dolphin’ programme», en Applied Animal Behaviour Science 81.Lusseau, D. y M. E. J. Newman. «Identifying the role that animals play in their social networks», en Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, Biology Letters (Supplement 6) 271, 2004.

Mazet, J. A. K., T. D. Hunt y M. H. Ziccardi. 2004. Assessment of the Risk of Zoonotic Disease Transmission to Marine Mammal Workers and the Public: Survey of Occupational Risks. Final Report forResearch Agreement Number K005486-01, U.S. Marine Mammal Commission, Davis, California. National Marine Fisheries Service. 1989. Permit Policies and Procedures for Scientific Research and Public Display under the Marine Mammal Protection Act and the Endangered Species Act: A Discussion Paper. Office of Protected Resources and Habitat Program, Silver Spring, Maryland.National Marine Fisheries Service. 1990.

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Oldfield, M. «Threatened mammals affected by human exploitation of the female-offspring bond», en Conservation Biology 2, 1988.

Reeves, R. et al. (comps.). 2003. Dolphins, Whales and Porpoises: 2002-2010 Conservation Action Plan for the World’s Cetaceans. IUCN/SSC Cetacean Specialist Group, IUCN. Gland, Switzerland and Cambridge, U.K. Samuels, A. y T. R. Spradlin. «Quantitative behavioral study of bottlenose dolphins in swim-with-dolphin programs in the United States», en Marine Mammal Science 11, 1995.Small, R. y D. P. DeMaster (1995a) «Acclimation to captivity: a quantitative estimate based on survival of bottlenose dolphins and California sea lions», en Marine Mammal Science 11, 1995.

Small, R. y D.P. DeMaster (1995b) «Survival of five species of captive marine mammals», en Marine Mammal Science 11, 1995.St. Aubin, D. J. y J. R. Geraci. «Capture and handling stress suppresses circulating levels of thyroxine (T4) and Triiodothyronine (T3) in beluga whales, Delphinapterus leucas«, en Physiological Zoology 61, 1988.

Thompson, C. A. y J. R. Geraci. «Cortisol, aldosterone, and leucocytes in the stress response of bottlenose dolphins, Tursiops truncatus«, en Canadian Journal of Fisheries and Aquatic Science 43, 1986.Ward, N., A. Moscrop, y C. Carlson. 2001.

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Woodley, T. H., J. L. Hannah y D. M. Lavigne. 1997. A comparison of survival rates for captive and free-ranging bottlenose dolphins (Tursiops truncatus), killer whales (Orcinus orca) and beluga whales (Delphinapterus leucas). IMMA Technical Report No. 97-02.

Fuente: http://www.ambientico.una.ac.cr/163.pdf

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Una respuesta

  1. ne cesito que pongais a todos los ricos que cazan por dinero una de nuncia para salvar atodos los animales sobre todo alos cetaceos lucia

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