Turismo de bajo impacto
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Roberto Castro*
PARA PANAMA AMERICA
HAY QUE promover un desarrollo turístico a través de microempresas de bajo impacto en todos los órdenes…
LLEGÓ LO QUE tanto deseábamos y nos cogió con los calzones abajo. El país se debate entre el entusiasmo y la incertidumbre ante la llegada masiva de inversionistas, jubilados y turistas que están respondiendo a la intensa campaña de promoción desarrollada en el exterior durante los últimos años.
Sin embargo, al recoger el cúmulo de opiniones que se vierten a través de todos los medios de comunicación, no nos queda más que sentir cierta aprehensión por los peligros y desajustes que una incontrolada y poco planificada actividad turística pueda ocasionar en todos los ámbitos de la vida nacional.
De salida, la primera luz de alarma se prendió entre quienes no desean ver un país depredado inmisericordemente en sus bosques, manglares, flora, fauna y todo tipo de recurso natural que se atraviese en el camino de algunos inversionistas sin escrúpulos.
Después, se comenzaron a oír las voces de personas sensatas que no aceptan un desarrollo inmobiliario que no responda a una planificación previa, científicamente elaborada, y ateniéndose a la capacidad actual del país para brindarle servicios públicos adecuados y suficientes a todos y cada uno de los grandes proyectos que están invadiendo la pequeña ciudad de Panamá.
El temor anterior se agrava con el hecho de que en la mayoría de tales proyectos, una vez vendidos con pingües utilidades, todo el dinero saldrá nuevamente del país, dejando a los panameños sólo la obligación de seguir brindándoles los servicios públicos.
Luego gritaron al cielo los ciudadanos que se resisten a ver caer todos aquellos bastiones de la historia patria y monumentos históricos que son una especie de tanque de oxígeno para nuestra endeble identidad nacional.
Y por último, apareció el ciudadano raso, Juan Pueblo, gritando su protesta justa por el incremento del precio en los materiales de construcción, el deterioro de las vías por donde transitan los grandes camiones de tales proyectos, las congestiones del tránsito vehicular; en fin, una serie de incomodidades que, sumadas al incremento de la energía, la gasolina, la canasta básica; así como al dietilenglicol, el bus achicharrado etc., los tiene a todos con los nervios de punta.
Pero así como toda batalla tiene sus muertos, todo desarrollo económico impone sacrificios. Lo importante es que tales sacrificios sean compensados no con promesas, sino con la seguridad de un futuro mejor. Y ahí es donde esta el problema.
Existe la percepción que el Estado está trabajando únicamente para el gran inversionista, dando sólo las migajas al pequeño emprendedor panameño, quien tiene que hacer grandes esfuerzos para conseguir su título de propiedad, financiamiento, permisos etc. Las personas despojadas de su derecho posesorio en Punta Chame son un claro ejemplo de la desprotección jurídica que se siente a lo largo y ancho del país.
Si nuestros dirigentes políticos no adoptan un agresivo programa de Estado que promueva un desarrollo turístico a través de microempresas de bajo impacto en todos los órdenes, no se logrará distribuir adecuadamente la riqueza que ha comenzado a ingresar por la bonanza turística. No todos los panameños tenemos que pasar de propietarios de tierras a empleados de hotel.
El agroturismo, el ecoturismo, los hostales familiares, las micro-finanzas, la titulación rápida de pequeños predios con vocación turística etc., son temas a los que se les debe dar prioridad, antes que sea demasiado tarde.
(*) Presidente de la Asociación de Pequeños Empresarios Turísticos de Portobelo.
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