Ciudad de Panamá una mole de cemento

Construcción, realidad o engaño

¿Nos convertiremos en una mole de cemento?

Marisín Villalaz de Arias

DESDE HACE algunos años, Panamá se ha convertido en una explosión turística y de la construcción. Boquete es un ejemplo de desplazamiento de su gente nativa, de sus costumbres y su manera de vivir, por extranjeros que han encontrado en esa población un lugar paradisíaco por su clima, su alejamiento de la civilización loca que transforma lo espiritual en material y lo material en indispensable para vivir. Todos sabemos lo que sucede allá: todo ha encarecido. Un desayuno que antes se conseguía por algo más de un balboa, ahora cuesta cuatro.

Por su parte, las tierras del sur de la provincia de Los Santos se venden a personas ajenas al territorio, a precios atractivos y nuestros campesinos venden y se quedan sin su herramienta de trabajo. Los frentes de las playas están casi todos vendidos para grandes construcciones, desapareciendo las casas de veraneo o de fines de semana familiares. Dicen que eso es producto del modernismo, del adelanto y de la globalización.

Tal vez aún recuerde mi infancia y mi juventud y no me acostumbre mucho a lo actual, a pesar de ser una persona positiva, que mira hacia delante. Recuerdos son recuerdos. Pero, además, se nos presenta el problema del exceso de construcciones de edificios de apartamentos que fueron llenándose con ventas en el extranjero y aquí en Panamá, vendiendo sus casitas a precios exorbitantes.

Parece que llegó lo que mucha gente previó: el agotamiento de personas disponibles para adquirirlos, falta de previsión en la poca infraestructura que tenemos para la expansión que hay, engaños de parte de algunos promotores de los edificios y la falta de calles para el desahogo de los tantos autos que existen y vendrán.

En la ciudad capital, San Francisco de la Caleta fue un barrio creado para educadores, principalmente, hermoso, con sus casitas y terrenos llenos de árboles frondosos. Esas bellas residencias han desaparecido, junto con los árboles, con la anuencia de ANAM que está defendiendo a los delfines, pero abandona la arborización. Nos preguntamos, ¿quiénes conceden los permisos para tanta construcción? ¿Serán un negociado con el que el Sr. Alcalde se hace la vista gorda?

Ya sé que la población crece y que muchos no quieren vivir tan alejados del centro de la ciudad; sin embargo, tendremos una gran cantidad de dificultades por falta de infraestructuras que no dan abasto para este crecimiento tan rápido y desmesurado. He escuchado rumores de promotores que venden fuera de Panamá, luego detienen la construcción y devuelven el dinero, cambian el nombre de las compañías, las reinician y revenden al doble del precio. De ser eso cierto, ¿qué imagen damos en el extranjero que no sea de ladrones y corruptos? ¿Es eso lo que busca este gobierno o está en conocimiento de la situación y mira hacia otro lado. ¿Será verdad que corren las coimas y aumentan los nuevos ricos? No sé, pero los comentarios y algunas realidades son visibles. Aparentemente, ya llegó al máximo la explosión de la construcción. Si los Bancos no previeron esta situación y aflojaron dinero indiscriminadamente para ahora recoger vela y, en vez de un centro bancario se convertirá en un centro de bienes raíces, mal los veo. Se escuchan bellezas y de algunas tengo pruebas personales.

Y mi pregunta de los miles es: ¿A dónde llegaremos, cuál será el «Final de Norma» (como la novela), cuántos empresarios quebrarán, cuántos panameños se quedarán sin sus viviendas? ¿Continuaremos siendo el atractivo para las inversiones o presenciaremos edificios a medio construir, convertidos en ruinas que afearán la ciudad? No se necesita ser muy inteligente para ver una realidad que podría ser perjudicial, que pareciera que las autoridades no ven o no les importa, o que pesa más el dinero que una verdad de la que, luego, ellas mismos sacan sus manos y aquí no pasa nada. Pobre Panamá, pobres panameños y habitantes que seremos víctimas del descontrol y la falta de previsión.

marisin@cableonda.net

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Aclaración: La ANAM y la ARAP no defienden los delfines, sino todo lo contrario. De hecho creo que son los únicos que con su complicidad pudiera ser posible la captura, explotación y venta de delfines.

Burica Press

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