CONTRADICCIONES.
Te vas a quedar sin comida
Carlos Eduardo Galán Ponce
No hay duda que el mundo vive enmarañado en una serie de contradicciones. Yo no estoy totalmente seguro de en qué vamos a terminar con esta famosa apertura económica, la globalización y los tratados de libre comercio, pero tengo el presentimiento que el resultado va a ser como todos los implantes económicos a que nos han ido sometiendo por ciclos los tecnócratas, en una total desilusión para los que supuestamente iban a verse beneficiados y sus creadores, sin el menor rubor, los seguirán descartando para embarcarnos en otra nueva genialidad. Y son tan fugases sus «soluciones», que tan solo a mi generación le ha tocado ver pasar, socialmente, de la empresa privada local a la estatización y luego a la actual privatización a manos extranjeras y fiscalmente, de la protección arancelaria, a los CAT para terminar en los desgravámenes con los TLC, que ya cambiaron de nombre. Y el resultado de todas estas experiencias ha sido, concentrar aún más el suministro de alimentos en unos pocos, el aumento del desempleo y de la migración de las familias hacia las urbes y la fuga del país del dinero hasta de aquél que solo enciende una bombilla o deposita una moneda en un teléfono público, para concluir en un aumento del costo de la vida.
La comida más cara es la que no existe y donde quiera que exista será destinada, aunque sea por presiones sociales, primero a la población donde se produce y los excedentes, de haberlos, tendrán como destino los países o los grupos que posean los mayores recursos para adquirirlos. Todas las ventajas están del lado de los países desarrollados, productores principales de todos los renglones de alimentos básicos y gestores de estas prácticas económicas, a las que países pequeños como el nuestro, regidos por mentes equivalentes en complacencia de intereses particulares, se someten jubilosos, pero cualquiera que lea sobre innovaciones o investigaciones agropecuarias notará, que por más que mejoremos nuestras técnicas de producción, la brecha tecnológica entre la sociedad agrícola de los países desarrollados y la nuestra, no disminuirá.
Somos un país manejado por una clase política apéndice de una poderosa sociedad económica residente en la ciudad capital y cuando alguien nacido en el interior del país, es elevado al solio presidencial, ya ha convivido con esa sociedad el tiempo suficiente para haber sido absorbido por su sistema, además de llegar comprometido por las grandes donaciones que aporta ese sector a su elección. La actividad principal de esa sociedad es y ha sido siempre la importación y podrás ver que una gran parte de las cifras gloriosas que se aportan como crecimiento del PIB, provienen de facturas de productos importados.
Los que poseen fincas agrícolas las tienen como hobby y al interior del país lo ven como un sitio de recreo para determinadas fechas del año.
En un país descentralizado, como Estados Unidos, un sinnúmero de empresas medianas y pequeñas, desde agrícolas hasta de tecnología facturan un porcentaje elevado de su actividad por entregas a domicilio (delivery), porque cuentan con un sistema de despacho de paquetes desde y hasta el ultimo rincón de cada uno de sus estados y a una buena parte del mundo en condiciones de tarifas razonables. En el país hay varias empresas dedicadas a traer paquetes entregados en una dirección física en Estados Unidos vía aérea a tarifas aceptables, otras ofrecen «apartados o casillas» en Miami para el mismo fin, pero no se te ocurra tratar de hacer envíos similares con productos nuestros en sentido inverso, porque te costará diez veces esa tarifa. Somos como la última generación de las Ferias de Portobelo, marcados por siempre como mercaderes y estos TLC le han caído como anillo al dedo a los consorcios que controlan el suministro de alimentos del país.
Los productores de leche nacionales han dado el primer aldabonazo, si tuvieran que abandonar su actividad por motivos económicos, o porque Bill Gates o Carlos Slim deciden comprar todas las fincas ganaderas para urbanizarlas y traer más gente a comer más, la leche habría que importarse a 3 veces el valor a que aspiran actualmente los productores locales, eso ahora, mañana quien sabe si siquiera se pudiera adquirir. Y en la carne de ganado vacuno el desbalance de precios es aún mayor y así pudiera ocurrir con los granos básicos y es que se les llama básicos porque son los que detienen el hambre mundial.
Nadie va a pelear por una cebolla o una piña, pero observa lo ocurrido en México por el maíz, base de su alimentación, cuando a alguien en el extranjero se le ocurrió de pronto que era mejor convertir ese grano en fluido para las máquinas en vez de dejar que los mexicanos se lo comieran y se dispara al instante el precio de la harina al grado de convertirse en un problema de estado. Y los genios nuestros, sin un pestañeo, corren raudos a involucrar nuestros suelos en la producción de carburantes.
Aunque los insumos agrícolas deban ser importados, son solo una parte, pero los alimentos producidos en el suelo nacional, además de generar una empleomanía considerable y detener le migración del hombre hacia las ciudades, es el único alimento que tendríamos seguro ante una eventualidad, que cada día son menos eventuales y para hablar con seriedad de alimentación hay que hablar de sus productos básicos, no de especies exóticas. Yo opino que esos políticos-tecnócratas que tanto cacarean de «la reconversión» del sector agropecuario, deberían probar a reconvertirse ellos, dejando esos cargos públicos de los que han vivido, algunos y algunas durante casi 40 años y pasen a trabajar y tomar sol en el campo. Verán que «fácil» es.
El autor es ingeniro agrónomo
La Prensa, 18 de julio de 2007
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