PATRIA, MUCHO MÁS QUE COSAS BELLAS.
Raisa Banfield Arquitecta y AmbientalistaPasado el mes de la patria y en las postrimerías de otro año, atrás quedan los ecos de las dianas, los repicares de tambores y la imagen de nuestros jóvenes luciendo sus mejores galas para rendirle tributo a la panameñidad.
Como reflexión al finalizar un año de tanta “prosperidad”, podríamos decir, que el trabajo arduo y honesto, la práctica de los valores, la exaltación de nuestra cultura, el respeto por lo nuestro, son componentes importantes en la consolidación de la nacionalidad.
La ciudad vestida de fiesta, desbordante de luminarias y alegre decoración tratando de exaltar la imagen que nos hace Panamá. Una nación que se agita en medio de un crecimiento económico sin precedente e inversiones millonarias que sobrepasan expectativas jamás soñadas y grita a los cuatro vientos ¡que es soberana! Pero cuidado, tanto grito puede ensordecernos y tantas luces cegarnos y distraernos de la verdadera nación que estamos construyendo de espaldas al futuro. Porque en contraste con la ciudad vestida de fiesta, irrumpe la desnudez de las montañas en el corazón del corredor biológico Mesoamericano entre Coclé y Colón; sus ríos, otrora límpidos y plenos de especies, hoy son corrientes de lodo y sedimentación que ya no les generan sustento a las comunidades que de ellos se nutrían. Sus bosques maduros y de gran biodiversidad hoy devastados, dejan ver la tierra frágil y erosionada, lista para que de su destrucción, se extraiga el codiciado oro. Tesoro altamente custodiado por la naturaleza y que luego, libre de todo gravamen, se venderá al mundo sin retribución alguna para Panamá y dejando la secuela de contaminación y afectaciones a la salud de la población, modelo que se repite en cada país latinoamericano afectado por esta actividad.
¡Ahora somos dueños de nuestro futuro! Y por ello concesionamos nuestros ríos, inundando bosques protegidos, patrimonios de la humanidad, y desplazamos comunidades indígenas que poco pueden defender su cultura y tierra, de frente al desarrollo frenético y a la cultura del despilfarro energético que vivimos en la metrópolis.
Resulta hilarante hablar de soberanía, cuando en las revistas vemos como se vende Panamá lote por lote con atractivos enunciados como: Panamá 77,500km2 de ganancias! o “Aprovecha tu oportunidad. Aprovéchate de Panamá”
(www.concepthome.es/promociones/panama/panama.html)
Y para construir la nueva patria, con la bendición del Concejo Municipal, hemos dado luz verde a la destrucción de Bella Vista y con ésta, hemos borrado parte de nuestra historia e identidad, para darle paso a la competencia de grandes rascacielos que para algunos representan la personalidad de ciudad que Panamá nunca tuvo.
Ya son tan nuestros como el saos y la carne en palito, los rellenos que día a día destruyen hectáreas de manglares colonenses, favoreciendo las cada día más frecuentes inundaciones de la ciudad. Y luego nos preguntamos ¿cómo es que Dios nos ha olvidado y permite tamaño desastre?
Vienen de fuera y promueven el uso de nuestra máxima insignia patria, para ser emulada en forma de isla artificial y que sobre ella se construya una nueva ciudad de rascacielos sobre el mar, porque ya no hay suficiente tierra istmeña para la especulación inmobiliaria.
Un oleoducto que atravesará nuestros parques nacionales desde el atlántico al pacifico, será el proyecto que desde las entrañas de la madre patria, testimoniará al mundo el “Pro Mundi beneficio”
“Panamá un país de dos mares un millón de posibilidades” reza otra frase publicitaria en la misma página web antes citada. Pero me pregunto, ¿para quien o quienes son este millón de posibilidades?
Hacer Patria, no solo es vestir la ciudad de tricolor, recitar el juramento a la bandera y cantar a una voz “Alcanzamos por fin la victoria…” La Patria se construye implementando un plan de manejo de deshechos sólidos para las áreas rurales y urbanas, gestionando actividades económicas que generen divisas y se queden en forma productiva en las poblaciones, sin que estas impliquen estragos ambientales, sociales y paternalismos trasnochados; promoviendo políticas energéticas de ahorro y basadas en sistemas verdaderamente limpios y sostenibles; implementando planes y estrategias con visión integrada del territorio nacional. Talvez todo esto implique el desprendimiento de la idea reeleccionista persistente en cada partido político a corto plazo, pero de seguro generarán un uso sostenible y racional del recurso natural. Solo con visión a futuro, podremos cantarle a nuestra Patria “El progreso acaricia tus lares…”
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