Contenidos mínimos de los Estudios Hidrológicos para EIA de Hidroeléctricas

REPÚBLICA DE PANAMÁ

AUTORIDAD NACIONAL DEL AMBIENTE

RESOLUCIÓN AG- 842-2007

«Que establece los contenidos mínimos de los Estudios Hidrológicos para las Hidroeléctricas y se dictan otras disposiciones».

 El suscrito Administrador General, encargado de la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM), en uso de sus facultades legales, y

CONSIDERANDO

Que el Estado y todos los habitantes del territorio nacional tienen el deber de propiciar un desarrollo social y económico que prevenga la contaminación del ambiente, mantenga el equilibrio ecológico y evite la destrucción de los ecosistemas.

Que el Estado reglamentará, fiscalizará y aplicará oportunamente las medidas necesarias para garantizar que la utilización y el aprovechamiento de la fauna terrestre, fluvial y marina, así como de los bosques, tierras y aguas, se lleve a cabo racionalmente, de manera que se evite su depredación y se asegure su preservación, renovación y permanencia.

Que el artículo 7 de la Ley 41 de 1998, faculta al Administrador General para emitir las resoluciones y las normas técnicas y administrativas para la ejecución de la política nacional del ambiente y de los recursos naturales renovables, vigilando su ejecución de manera que se prevenga la degradación ambiental.

Que la autoridad Nacional del Ambiente será el ente público encargado de diagnosticar, administrar, manejar y conservar las cuencas hidrográficas de la República.

Que el requerimiento, por parte de nuestra entidad de los Estudios Hidrológicos, conlleva al conocimiento de las características generales de la cuenca, climatología precipitación, caudales, balances hídricos superficiales, estimación de los caudales ecológicos, sedimentación, calidad del agua y la modelación hidrológica, información necesaria para la toma de decisiones por parte de ANAM, como institución rectora en materia de Recursos Hídricos y que debe de otorgar concesiones de agua y aprobar los Estudios de Impacto Ambiental.

Que el manejo de la información contenida en los Estudios Hidrológicos permitirá a los promotores hacer las evaluaciones técnicas de forma científica para una mejor planificación de sus proyectos y su vez la ANAM, contará con información técnica confiable, necesaria para la toma de decisiones.

Que los Estudios Hidrológicos se constituyen en requisito indispensable para el otorgamiento de concesiones de aguas de acuerdo a lo dispuesto a través de la Resolución AG -0145-2004.

Que el Decreto Ejecutivo No. 209 de 5 de septiembre de 2006, establece en el artículo 27, punto 6 como contenido mínimo de los Estudios de Impacto, en las tres categorías reglamentarias, la descripción del ambiente físico, entre los cuales se cuenta la hidrológica del área a impactar.

RESUELVE:

ARTÍCULO 1: Establecer los requerimientos mínimos que deben contener los Estudios Hidrológicos presentados para el desarrollo de proyectos Hidroeléctricos:

1. Generalidades

2. Características de la Cuenca.

a) Demarcación de la cuenca, Plano 1:50,000.

b) Uso de la Tierra.

c) Tipo de suelo.

d) Área de la cuenca (mapa).

e) Pendiente

f) Orientación.

g) Red de Drenaje (mapa).

h) Red de estaciones Hidrometeorológicos en la cuenca (mapa).

i) Mapa del uso del agua de su proyecto con otros usuarios en el área de influencia aguas arriba y aguas abajo.

3. Climatología

a) Clasificación del Clima.

b) Temperatura mensual (mapa de isoterma)

c) Evaporación, Evapotranspiración Potencial (mapa de su distribución espacial de la ETP).

3.1 Precipitación

a) Recopilación, verificación y validez de la información (metodología utilizada).

b) Precipitación Media (mapa de su distribución espacial o isoyetas, polígonos de Thiessen modificado o el normal).

c) Análisis de Frecuencia (curvas).

d) Tormenta Máxima Probable.

4. Caudales

a) Recopilación, verificación y validez de la información (metodología utilizada).

b) Variación Mensual de los Caudales en sitio del Proyecto (metodología utilizada).

c) Curva de Duración de caudales.

d) Análisis de Frecuencia.

5. Balance Hídrico Superficial

6. Caudal Ecológico (presentar información de los caudales mínimos mensuales registrados u obtenidos para el proyecto, graficar caudal mínimo registrado o obtenido multianual, el 10% del caudal promedio mensual multianual vs tiempo (meses).

7. Sedimentación

a) Suspensión.

8. Simulación Hidrológica e Hidráulica.

a) Niveles de inundadas (mapa de la zona de inundación), calcular área de inundación.

b) Laminación del máximo caudal y su afectación con otros entes aguas abajo.

9. Calidad del Agua

PARÁGRAFO: Toda información hidrometeorológica debe estar actualizada por lo menos dos años antes de la entrega del estudio.

ARTÍCULO 2: La confección del Estudio Hidrológico debe ser realizada por Profesional Idóneo (hidrólogo, autorizado por la asociación Panameña de Ingenieros y Arquitectos (SPIA), tener sello), y/o empresas, Profesionales con experiencia demostrada en la confección de éste documento.

PARÁGRAFO: El promotor deberá entregar en formato impreso y digital una copia del Estudio al Departamento de Recursos Hídricos.

ARTÍCULO 3: La presente Resolución tendrá vigencia a partir de su publicación en Gaceta Oficinal.

FUNDAMENTO DE DERECHO: Ley No. 41 de 1 de julio de 1998, y demás normas concordantes y complementarias.

Panamá veintiocho ( 28 ) de diciembre de 2007 .

COMUNÍQUESE Y CÚMPLASE

EDUARDO REYES

Administrador General, encargado

No 25994 Gaceta Oficial Digital, viernes 07 de marzo de 2008

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Lo lastimoso de todo esto es que quien a firmado esta resolución es el mismo que ha promovido todo tipo de vicios para favorecer proyectos hidroeléctricos que evidentemente tenían estudios completamente deficientes. Hasta se ha dado el lujo de exhibirse cono promotores y constructores de hidroeléctricas en propagandas de negocios hidroeléctricos que no cumplieron con los requisitos de EIA como la ley ordena.

Parece mentira que ANAM ha descubierto luego de 10 años de  cuáles son los contenidos mínimos de carácter hidrológico para evaluar si un proyecto hidroeléctrico causa daños ambientales.

En realidad parece que con esta Resolución alguien se está asegurando participación permanente como profesionales en estudios de impactos ambientales y auditorías de cara al futuro. Quizás el país requiere de más hidrólogos de ahora en adelante. Por ahora el camarón será para unos cuantos.

La pregunta es: y todos los estudios en proceso carentes de toda línea base seria deben utilizar esta nueva disposición?

Burica Press

Historia del grupo indígena Naso Teribe de Bocas del Toro

X. El Indio Teribe

[Historia del grupo indígena Naso Teribe de Bocas del Toro]

José Manuel Reverte*
Academia Panameña de Historia

Es un grupo indígena bien definido y compacto que se conoce desde que los primeros exploradores españoles penetraron por la región bañada por el Río Teribe y sus afluentes.

Extendíanse los indios teribes, térebes, tervis, tejves, térrebes, o térrabas, ortografía multiforme con la que se les conoce en las distintas épocas en los documentos de los siglos XVI y XVII a todo lo largo del Río Teribe, Changuinola y la Isla de Toja o Colón, y estaban formados por diversas parcialidades, todas ellas más belicosas que las tribus vecinas. Sólo tenían como enemigos a los chán-guenas o chánguinas, tribu caribe de notable fiereza y a los Talamancas que habitaban las márgenes del Río Sixaola.

Llegó a ser una tribu numerosa, hasta de 10.000 indios en la época en que Cristóbal Colón llegó a las costas de Bocas del Toro, hasta quedar reducida por las diversas circunstancias que hemos ido viendo durante el curso de esta exposición a la cifra actual de unos 400 individuos. {Por favor, recuerde que este compendio es histórico y usted debe revisar las cifras de los Censos Nacionales de Población y Vivienda de Panamá de la Contraloría General de la República para comparar con los datos censales oficiales actualizados, con respecto a los que menciona el autor de este escrito en diferentes momento históricos}.

El último Censo de la República de Panamá (1960) no nos da informes muy precisos sobre poblaciones indígenas, y menos sobre el área habitada por los indios teribes, ya que no especifica ni hace distingos entre los diversos grupos autóctonos. Para el Distrito de Changuinola (Corregimiento) da una población indígena de 513, para la cabecera de Bocas del Toro y Caseríos, 85 y para Guabito, 32. En total, en el Distrito se registran 630 indígenas. Esta información no establece diferencias entre grupos teribes, guaymíes o talamancas, ni tampoco parece referirse a los indios cuna que buen número trabajan para la Compañía Frutera de Bocas del Toro.

Según los informes obtenidos en la región durante nuestros viajes y el número de casas vistas por nosotros entre los teribes, creemos que como máximo la población de este grupo debe llegar a 450 individuos.

La primera información sobre los teribes se la debemos a Juan Vázquez de Coronado. Ya por entonces los teribes se revelan como un pueblo con características propias, y totalmente diferentes a los demás aún en sus reacciones. Fueron los únicos que menciona el Adelantado en su Probanza de méritos (154) como rebeldes, ya que no quisieron prestar obediencia y sumisión al Rey de España. Eran indios bravos, poco amigos de someterse a nadie, orgullosos e independientes.

Cuando llegó Vázquez de Coronado a la región (1563-1564) compartían el Norte de la Cordillera los térebes o Texbi con los quequex-ques que debía ser una rama de la misma tribu, luego los Ara, Güera, Tuaca, Cuexara, Zabarú, Cururu, Araraca, Tamari, Queribista, Tay-maru, Tariaca y Suerre (155).

De todos estos cacicazgos, sólo los térebes presentaron resistencia y se negaron a prestar obediencia (156).

Por tal motivo Vázquez de Coronado, envió al Sargento Mayor Juan de Turcios, que con el Capitán Diego Caro de Meza, Alguacil Mayor y 26 ó 30 soldados fueron a la provincia de Tervi y en nombre de Su Magestad «tratase y amonestase a los naturales del dicho pueblo é provincia de Tervi, que luego den la, obediencia a S.M. y reconozcan al Rey Don Felipe nuestro Señor por su Rey é Señor» (157).

Se desempeñaron tan bien los emisarios que convencieron pacíficamente a los indios teribes y estando en Cutcurú el Adelantado, se presentó el día 20 de febrero de aquel año de 1564 el cacique QUIQUINCUA «del dicho pueblo de Terbi (que por nuestro nombre llamamos Texbi) con 10 principales y 60 yndios maceguales» y le rindió obediencia intercambiando regalos.

Ya por entonces o poco después, las restantes facciones que hablaban la lengua teribe rindieron obediencia al Adelantado y sellaron el pacto de amistad.

Los primeros indios con que en realidad tomaron contacto los hombres de Vázquez de Coronado al descender desde Ara, fueron los Teribes, y éstos fueron los que protegían a los indios mejicanos, los delegados de Moctezuma.

Los lugares donde hicieron alto y tomaron posesión son claramente nombres teribes: Texbi, Terbi, Quequexque, Cutcurú y el descenso hacia el mar se hizo siguiendo el Río que ya por entonces llamaron de la Estrella, habitat de los teribes, así como el reparto de minas fue sobre las márgenes del mismo río de los teribes.

El año de 1605, el Gobernador y Capitán General de Costa Rica, D. Juan de Ocón y Trillo, hizo un repartimiento de indios contraviniendo las órdenes del Rey y en él se dispone que el pueblo Té-rrebe quede depositado en Diego de Sosa y Juan Alonso.

Ya por entonces (1608) los indios térebes y sus familiares los quequexques tenían como enemigo natural a sus vecinos los ORO-BARASQUE o DORASQUES o DORACES (158), con los que siempre estaban en guerra y que debían estar estrechamente vinculados con los Changuenas y Chánguinas-caribes, si es que no eran los mismos.

El carácter de los teribes y su bravura se manifiesta en diversas ocasiones. El 1611 se rebelan los térrebes, quequexques y otros, matando cuatro españoles (159), y Diego de Sojo, Teniente del Gobernador, envió al Capitán Pedro Flórez para que fuese a investigar y hacer las detenciones de los culpables. El Capitán Flórez fue recibido con una granizada de lanzas que dejaron malheridos a cuatro españoles y siete indios de los que acompañaban al Capitán, muriendo dos caciques del grupo de indios que iban con Flórez. Este atacó sin embargo, tomando al asalto el Palenque teribe que no menciona cuál fue ni en qué parte estaba situado. De allí siguió a otros poblados teribes.

Se calculaba en 20.000 indios los que habitaban el Valle del Duy en el cual se comprendía el Río de la Estrella o Teribe, aunque en esta cifra se englobaban otras tribus diferentes, con lenguas distintas a la teribe. Por otra parte, la sangría era constante, como resultado de las continuas guerras intertribales, y esto constantemente hacía disminuir la cifra de habitantes que se veía equilibrada apenas con el número de nacimientos (160).

El Obispo de Panamá, Fray Francisco de la Cámara, en 1620, calculaba en 4.000 el número de indios que habitaban el Río de la Estrella, «que están en continua guerra los del un río con otro» (se refiere al Teribe y al Changuena), (161).

Se les reconoce como «gente que usa alguna polizía a la usanza mexicana».

El Cabildo de Cartago menciona el año de 1648 que los palenques de Térrebe y Quequexque están habitados por tinos 600 indios y señala que ambos grupos son de la misma provincia (162).

Pero el Censo más detallado procede del año de 1697, en que Fray Francisco de San José tuvo la paciencia de ir de poblado en poblado anotando todo cuanto veía.

Estimaba el fraile que los térrebes disponían de 109 casas y 9 caciques con un total de 1.300 almas. No se incluían los de la Isla de Toja aunque en su mayoría eran térrabas o al menos hablaban esta lengua y que ascendían a 800 almas con más de 100 caciques. Cada casa era habitada por 15 á 20 almas.

En cuanto a los Chánguenas, fueron estimados en 1,200 almas, repartidas en 42 casas y dirigidas por 14 caciques (163).

Reconoce Fray Francisco que «los térrabas son los más trabajadores y tienen más instrumentos». Tenían un gran sentido comercial y sus tratos con algunas tribus como los Borucas del Sur de Costa Rica y Chiriquí y con los mismos mejicanos así lo demuestra.

Tenían sus buenas siembras de maíz, caña de azúcar, plátanos, cacao, pixvá, yuca, frijoles, ñames y cazaban y pescaban en toda época del año.

Es indudable que los misioneros comprendieron el valor de aquel grupo indígena y lo demuestra el hecho de que a pesar de su bravura y frecuentes rebeldías, concentraron su atención sobre ellos, y fueron térrabas los que comenzaron a trasladar al Mar del Sur para poblar la región boruca.

Pero desde el primer instante pudo observarse que mientras un grupo de Teribes era más dúctil y maleable y se plegó a la forma de vida que le dictaron los franciscanos, otro grupo, del que proceden los actuales teribes del Distrito de Changuinola, nunca quiso abandonar la tierra de sus mayores y permaneció en su hábitat contra viento y marea, y todavía sigue en nuestros días aunque ya hayan aceptado ciertas ventajas que les proporciona la vida moderna, tales como vestido, lengua, alimentos, e incluso están construyendo una Escuela.

Los misioneros Fray Antonio de Andrade y Fray Pablo de Rebullida (164), informan que los Téjavas o Téxavas son la misma nación que los Térrabas. Por entonces (1705), los franciscanos habían logrado una paz o armonía temporal entre teribes y talamancas, y señalan que los teribes (del río de la Estrella e Isla de Toja, que hablan una misma lengua) serán unos 2.000.

Lo mismo señala Rafael Fajardo en 1708 (165) que dice que Térrebes e isleños de Toja son de la misma nación torraba.

Fray Antonio de Andrade y Fray Pablo de Rebullida en 1709 informan que los indios de la nación térraba «son aplicados a rezar y las criaturas son muy hábiles, pues aún de pecho hemos visto rezar (166); tienen mucha fe y no olvidan fácil lo que se les enseña como las otras naciones» (167).

Pero no es fácil cambiar a quienes han vivido por siglos a su manera y Fray Pablo de Rebullida recibiría el martirio de las manos de quienes tanto amó como recompensa a sus desvelos por ellos. No en vano escribía en una carta el año 1702: «yo me habré de salir por no tener la vida segura en estas dos naciones por el furor de los Térrabas que a todos nos tiene aterrados» (168).

Los mismos indios teribes fueron los que en un momento de exaltación quemaron 14 iglesias destrozando cuanto encontraron a su paso (169).

En 1719 todavía no habían cambiado los Teribes, y los de la Isla de Toja eran calificados por D. Diego de la Haya Fernández, Gobernador de Costa Rica como «los más belicosos de toda la América, pues no tienen correspondencia ni familiaridad con ninguna nación».

En 1763, Fray Manuel de Urcullu divide a los indios de la región en los siguientes grupos:

Talamancas, que comprenden los cabeceras y viceitas.

Térrabas, que comprenden los de este nombre, y los toxares que habitan la Isla de Toja.

Changuerías Zeguas o mexicanos Dorasques y Guaymíes.

Y señala que «los indios de todas estas naciones son bravos y guerreros pues su más común ejercicio es andar con las flechas y las lanzas adiestrándose para sus guerras … el juego y diversión de los muchachos es disparar y tirar lanzas y así salen muy diestros en su manejo».

Este era el indio Teribe, el antepasado del actual.

Durante nuestra visita realizada al río Teribe en 1964, hemos encontrado un grupo de indios acogedores, cordiales, amables, alegres, felices y un poco infantiles en sus reacciones, sumamente inteligentes, vivaces, despiertos, con un dominio perfecto de la lengua castellana que hablan con un acento peculiar a pesar de su aislamiento, dirigidos por un cacique o Jefe hereditario que ellos llaman EL REY, hombre de edad avanzada, al que todos respetan y aún miman. Recuerdo el detalle al parecer insignificante, cuando solicité permiso para tomar una fotografía de él, y me fue inmediatamente concedido con amplias sonrisas, pero después de hacerme esperar unos minutos durante los cuales dos de los varones de la tribu se acercaron a su REY para peinarle cuidadosamente, ya que llevaba revueltos los cabellos por el viento, acicalarle y estirarle la camisa y colocarle luego cuidadosamente la gorra de cuero con que se adornaba y cubría. Y mientras la escena se desarrollaba ante mis ojos y yo esperaba pacientemente a que terminaran la «toilette», el REY se dejaba hacer muy complacido ante la solicitud y cuidado de sus subditos. Su nombre es Lázaro Santana.

Tienen un gran sentido musical, utilizando diversos instrumentos autóctonos, flautas, pitos, tambores, hechos por ellos mismos y algunos poseen modernas guitarras españolas con las que acompañan sus canciones, antiguas y modernas con gran habilidad.

Sus facciones son agradables, pudiendo calificarse algunos de ellos como realmente agraciados. Tipos robustos, fuertes, bien constituidos y en general bien nutridos, a pesar de las parasitosis intestinales que abultan el abdomen de los niños y hacen palidecer su semblante.

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* LOS INDIOS TERIBES DE PANAMA. 1967. Capitulo X. El Indio Teribe. Trabajo presentado al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, septiembre de 1966.

154 «Provanza de méritos, etc., 1563», loc. cit. (AGÍ, Patronato, 1-3-12/3).

155 Estos fueron los nombres que los caciques de Coto y Tururaca dieron a Juan Vázquez de Coronado, que según ellos disponían de poblados o palenques de población considerable, «la mayor parte poblados en savana, de gran gente y riqueza». («Provanza hecha a pedimento de Juan Vázquez de Coronado acerca de sus méritos y servicios, 1563». (AGÍ, Patronato, 1-3-12/3).

156 «Como consta y es público y notorio, los yndips naturales é vesinos de la

provincia de Tervi no han dado la obediencia a S.M. como lo an hecho todos los de su comarca, y ellos solos están rebeldes». («Obediencias de caciques», loc. cit. 1564).

157 «Obediencias de caciques, 1564», loc. cit.

158 «Carta de Alonso de Bonilla al Gob. D. Juan de Ocón y Trillo 1608». (Arch. Nal. de C. Rica, Fernández, L.: «Col. de Doc. para la Historia de C. Rica, t. V, p. 147).

159 «Información de méritos y servicios del Cap. Pedro Flórez, 1611». (AGÍ, 64-4-5).

160 «Proposición del Capitán Diego del Cubillo, 1617». (AGÍ, 64-2-2). Dice así en este documento: «Las guerras civiles que ay entre los del Valle del Guaymí y los de Quequexque, Térrebe y otros, los que consumen y acaban»

161 «Carta del Obispo de Panamá, Fray Francisco de la Cámara», loc. cit.

162 «Informe del Cabildo de Cartago, 1648». Loc. cit.

163 «Declaración de las casas y parcialidades, etc.», loc. cit.

164 «Informe de los misioneros Fray Antonio de Andrade, Fray Pablo de Rebullida y Fray Lucas de Rivera, Cartago, 2 de junio 1705». (AGÍ, 65-6-28).

165 Carta de Rafael Fajardo, loc. cit.

166 Se entiende con esto que según la costumbre muy generalizada entre los indios de diversas tribus del istmo la lactancia materna duraba mucho tiempo.

167 «Informe de Fray Antonio de Andrade y Fray Pablo de Rebullida, 1709». (AGÍ, 65-6-28).

168 «Carta de Fray Pablo de Rebullida, 1702», (AGÍ, 65-6-28).

169 «Carta de D. Lorenzo Antonio de Granda y Balbín», 1709. (AGÍ, 65-6-28).

Historia de la colonización y los pueblos indígenas de Bocas del Toro

III. Descubrimiento de la región (sic)

[Historia de la colonización y los pueblos indígenas de Bocas del Toro]

José Manuel Reverte*
Academia Panameña de Historia

Los primeros europeos que se acercaron a la región bocatoreña fueron los que formaron la expedición de descubrimiento del IV Viaje del Almirante D. Cristóbal Colón.

Los documentos básicos que confirman este hecho son: «La Carta de Jamaica», escrita por Cristóbal Colón el 7 de julio de 1503 y cuyo original se encuentra en la Biblioteca del Real Palacio de Madrid (10), la «Relación hecha por Diego de Porras, del viage e de la tierra agora nuevamente descubierta por el Almirante D. Cristó­bal Colón» cuyo original se encuentra en España en el Archivo Ge­neral de Simancas, Sección de Autógrafos (11).

Otro documento básico es la «Vida del Almirante D. Cristóbal Colón, escrita por su hijo D. Hernando» (12).

Los relatos de Pedro Mártir de Anglería, del Cura de los Pa­lacios Andrés Benáldez, López de Gomara, Gonzalo Fernández de Oviedo, Fray Bartolomé de Las Casas y los de Herrera y Tordesillas se basan o en los relatos de la época o en los documentos originales, pero son relatos de segunda o tercera mano.

En el Archivo General de Indias de Sevilla se encuentran tam­bién numerosas Cédulas Reales y Cartas que se refieren a este IV Viaje de Cristóbal Colón.

Tales son las fuentes para esta parte de nuestro estudio.

Partió Cristóbal Colón del Puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1502 con cuatro embarcaciones: dos Carabelas, «Capitana» y «San­tiago de Palos» y dos navios, «Gallego» y Vizcaíno». Le acompaña­ban su hijo Don Fernando (Hernando Colón), y su hermano D. Bar­tolomé Colón. Era piloto mayor del convoy, Juan Sánchez y por capitanes le acompañaban: Diego Tristán, Francisco de Porras, Pe­dro de Terreros y Bartolomé de Fiesco. Un médico atendía a los expedicionarios, el maestre Bernal y un sacerdote, Fray Alejandre.

Después de diversas peripecias en La Española y en Cuba, atra­vesaron los descubridores el Mar Caribe y tocaron en la Isla de Gua-naxa el 13 probablemente, de agosto de 1502, y al día siguiente, 14 de agosto de 1502, tocaron por primera vez el Continente en Punta Caxinas.

Como dato de interés para nuestro estudio, mencionaremos el hecho relatado por Diego de Porras y Hernando Colón de que al mismo tiempo que llegaban los españoles a Guanaxas, llegaba también una «canoa de mercaderías», observando que el producto usado como moneda era el grano de cacao. Esta canoa era «tan luenga como una galera, y de ocho pies de ancho». El tamaño era notable como se puede apreciar por esta frase. Y tenía que ser efectivamente grande pues iban en ella hasta 25 hombres, con sus mujeres y niños. La citada canoa venía cargada de mercaderías de Occidente, esteras de palma o petates, mantas de algodón pintadas de diversos colores y labores, «camisetas sin mangas, pintadas y la­bradas» y «almaizares con que cubren los hombres sus vergüenzas» (13), espadas de palo acanaladas, navajas de pedernal pegadas con pez e hilo, hachuelas de cobre para cortar leña, cascabeles, patenas, crisoles para fundir el cobre y muchos granos de cacao como mo­neda. Los alimentos que llevaban para la travesía eran: pan de maíz, raíces comestibles (camotes) y vino de maíz.

Todo parece indicar que era común por aquel entonces el tráfico de mercancías por el litoral caribe de Norte a Sur y de Sur a Norte. Los indios hallados por Colón en la canoa, venían de Méjico o Yu­catán e iban hacia el Sur a llevar sus mercancías y cambiarlas a los indios de la costa, quizás hasta Zorobaró, por objetos de oro con los que regresaban a su lugar de origen.

Después de tomar posesión en nombre de los Reyes Católicos, de toda la región, continuó Colón su viaje hacia Levante, costeando y descubriendo.

Nuestro interés se concentra a partir del día 5 de octubre, fecha en la que Colón zarpa de Cariay y al día siguiente 6 de octubre, echa ancla en la hermosa bahía de Zorobaró (la llamada actualmente Bahía del Almirante en su honor) y después de haber pasado cuida­dosamente a través de las Bocas del Drago entre Punta Térraba y la Isla de Toja.

Colón llamó a esta región «Carambarú» y llegó a ella con gran número de tripulantes enfermos y él mismo en no muy buenas con­diciones de salud, (14).

Los nombres que ha recibido esta región son numerosos y casi siempre variantes del dado por Colón según la fonética escuchada a los indígenas.

Lo que sin duda llamó la atención del Almirante fue la diversi­dad de lenguas existentes entre los indígenas, y así dice: «Los pue­blos, bien que sean espesos, cada uno tiene diferenciada lengua, y es en tanto que no se entienden los unos con los otros, mas que nos con los de Arabia». Y añade esperanzado: «Yo creo que esto sea en esta gente salvage de la costa de la mar, mas no en la tierra adentro». Pero se equivocaba, pues al Sur ocurría lo mismo y en lo alto de la cordillera exactamente igual. Cada grupo hablaba su propia lengua.

También llamó la atención del Almirante la cantidad de oro que veía en las manos de los nativos y las noticias que de él le daban. «Allí dicen que hay infinito oro, y que traen corales en las cabezas, manillas en los pies y en los brazos dello, y bien gordas; y del, sillas, arcas y mesas las guarnecen y enforran».

Diego de Porras (15) nos descubre las intenciones de Colón al proseguir su cuarto viaje desde Cariay adelante, cuando dice: «Iba requiriendo puertos e bahías, pensando hallar el estrecho, llegó a una muy gran bahía: el nombre de esta tierra se dice Cerabaro». Vemos que la intención primordial del Almirante desde el punto de vista geográfico era el hallar un estrecho que le comunicase con el otro mar que intuía y debía llevarle al reino del Gran Khan. Y podemos observar también que la Bahía de Carambaru como la llamó Colón, según la relación de Diego Porras es Cerabaro. Ya veremos cómo se sigue modificando este nombre a través del tiempo y de los documentos que nos han dejado los que sobre esta región escribieron.

Confirma Diego de Porras que la región debía ser muy rica en oro como afirmaba Colón. Así dice: «Aquí se falló la primera mues­tra de oro fino que traía un indio como una patena en los pechos, é se resgató; aquí se tomaron indios para informarse donde había aquel oro é donde se traía; de aquí comenzó a ir resgatando por toda la costa».

De la Bahía Carambaru, Cerabaro o como se diría más tarde de Zorobaró, pasarían los expedicionarios después de reparar sus navios y sus perdidas fuerzas, a la actual laguna de Chiriquí, a, la que los indios de la región llamaban entonces Aburemá y en oíros lugares Aburesma.

Los indios que habitaban en las cercanías tenían sus pobla­ciones «puestas en las montañas» y como dirá la, relación esto era debido a que «la tierra es muy alta y fragosa».

Coincide la información de Porras con lo anotado por Colón en su Carta de Jamaica. Dice Porras: «Es la gente de esta costa tan salvage y tan sobre sí cada señorío, que de veinte en veinte leguas no se entienden unos a oíros».

Por su parte Hernando Colón (16) dice: «El miércoles 5 de octu­bre se hizo el Almirante a la vela, y arribó al Puerto de Carabaró, que tiene seis leguas de largo y más de tres de ancho; y en e] cual hay muchas isletas y tres a cuatro bocas (17) muy a propósito para entrar y salir con todos los vientos (18). Por entre estas islas van las naves como por las calles, tocando las cuerdas de los navios & las ramas de los árboles. Tan luego como fondeamos en este puerto^ fueron las barcas a una de aquellas isletas donde había en tierra veinte canoas (19) y la gente en las orillas, desnudos como salieron del vientre de sus madres, y traían solamente un espejo de oro al cuello y algunos un águila de guanín (20)».

Sin mostrar miedo alguno, por mediación de los dos. indios de Cariay, trocaron un espejo que pesó diez ducados por tres cascabe­les; y dijeron haber gran abundancia de aquel oro, y que se cogía en la tierra firme «muy cerca dellos».

Al día siguiente fueron a tierra firme los bateles. Era el 7 de octubre, y hallaron 15 canoas llenas de indios, «y porque no quisie­ron rescatar sus espejos con nuestra gente fueron presos dos de los más principales para que el Almirante se informase de ellos por medio de los intérpretes. El espejo que llevaba uno de ellos pesó 14 ducados y el águila del otro, veintidós. Decían estos indios que a una o dos ¡ornadas tierra adentro se cogía mucho oro en algunos lugares que nombraban (21); que en aquel puerto había muchísimos peces y en tierra muchos animales de los que decimos haber en Ca­narias; y gran cantidad de las cosas que ellos comen, como raíces de plantas, granos y frutas. Los indios van aquí pintados de varios colores, blanco, negro y rojo, tanto en la cara como en el cuerpo (22). Van desnudos, salvo que cubren las partes deshonestas con un pa­ñete de algodón ajustado». Y termina Hernando Colón diciendo: «De este puerto de Cerabaró, pasamos a otro que confina con él, y se le parece en todo, llamado Abúreme. Después el 17 del mismo mes salimos a alta mar para seguir nuestro viaje».

Interesantes son los datos que nos brinda Hernando Colón en esta sintética reseña del descubrimiento de la región que nos in­teresa. Y de ellos deducimos:

1. Que había numerosa población indígena en la región de Carambarú, Cerabaró o Zorobaró, y también en Aburemá.

2. Que allí comenzaba a aparecer el pro como objeto de ador­no sobre el cuerpo de los indios, lo que quiere decir que en la costa que actualmente forma parte de la República, de Costa Rica, no ha­bía apenas oro.

3. Que cerca de la Bahía, una o dos jornadas tierra adentro, había minas de oro abundantes.

4. Que en la región se trabajaba el oro posiblemente con ha­bilidad, o bien que los indios de la región lo encontraban en abun­dancia en sus ríos y montañas y quizás lo llevaban a labrar y traba­jar a otras partes, quizás a Coclé, al sur de la cordillera. Se trataba de oro fino unas veces y otras guanín. El oro fino golpeado en frío para hacer espejos, platos y patenas que colgaban del cuello, y el guanín para hacer águilas y otros objetos que usaban como adorno o amuleto protector contra malos espíritus. Quizás la resistencia a desprenderse de estos objetos tenía que ver o bien con la dificultad en obtenerlos elaborados o bien por sus propiedades mágico-defen­sivas y protectoras que les daban un valor superior al material.

5. Las dimensiones aproximadas de las Bahías del Almirante o Zorobaró y Aburemá, así como la especial disposición geográfica de la región.

6. Los indios de esta región andaban desnudos.

7. Se cubrían sólo los genitales con un pañete de algodón ajustado (cubre-sexo), algo parecido seguramente a la pampanilla o guayuco de los chocóes. Quizás fue tomado por algodón lo que seguramente se trataba de corteza de majagua o balso.

8. Usaban pintura facial y corporal de tintes diversos (blanco, negro, rojo). Los mismos colores que aparecen en la cerámica de la región.

9. Se adornaban con objetos de oro colgando del cuello (platos o pectorales como espejos, bruñidos, hechos de oro batido en frío probablemente, como los que todavía se encuentran en las antiguas tumbas indias, y águilas (23).

10. Utilizaban canoas (monóxilas unas veces, y otras sin duda como la que encontró Colón en Guanaxa, que por su gran tamaño de­bió ser de maderas ensambladas) para desplazarse de isla en isla o de éstas a tierra firme o viceversa.

11. Informes sobre su alimentación, caza, pesca, raíces, gra­nos y frutas, señalan que se trataba de pueblos pescadores, cazadores y recolectores. En ocasiones podían ser guerreros, y de hecho sos­tenían frecuentes altercados que degeneraban en verdaderas gue­rras de exterminio entre tribus a veces vecinas como más adelante se verá.

12. Se aprecia una diferencia en la actitud de los indios ha­llados en la isla («sin mostrar miedo alguno») que se prestaron al cambio de objetos con los españoles, y los indios de tierra firme que «no quisieron rescatar sus espejos con nuestra gente», y tuvieron que tomar presos a dos de ellos. Quizás estos fueron del grupo actualmente desaparecido o confundido con otras tribus, de los do-rasques o doraces o changuenas, que según las crónicas eran de los más violentos de esta región.

Por su parte el P. Las Casas (24) que como ya se dijo anterior­mente sigue casi al pie de la letra a Hernando Colón en su relato, menciona el hecho de que los indios encontrados en Guanajes o Gua-naxas (Yucatán) ya le habían hablado al Almirante de la fama de Carabaró como lugar donde se encontraba mucho oro.

Dice por su parte, aunque no sabemos en qué se funda pues Hernando no lo menciona en su obra, «que sólo las mujeres cubierto lo vergonzoso» llevaban.

También menciona el hecho de que los indios isleños contaron al Almirante que había mucho oro «muy cerca de donde estaban» en la tierra firme.

El Padre Las Casas conversó con uno de los testigos presencia­les de aquel viaje, el piloto Pedro de Ledesma, a quien conoció tiem­po después y que le relató lo siguiente: «salieron a los navios ochenta canoas con mucho oro, y que no quiso el Almirante rescibir alguna cosa». Y dándose cuenta de que la cifra de ochenta canoas no se la van a creer sus lectores, aclara: «Su hijo del Almirante, D. Hernan­do Colón, que allí andaba, puesto que niño de trece años, no hace mención de ochenta canoas, perú pudo ser que viniesen ochenta, una vez 10, y otras veinte y así llegaron a 80, y es de creer que mejor cuenta desto temía el piloto dicho, que era de cuarenta y cinco y más años, que no el niño de trece».

Pero Colón y sus tripulantes apenas pasaron la vista por los cerros de la Cordillera del Istmo, descubriendo las costas y tomando un leve contacto con el habitante de estas regiones y zonas litorales.

La tierra adentro sería descubierta desde el Océano Pacífico, por expediciones que seguirían la ruta más difícil, a través de la im­ponente y escarpada cordillera que aún hoy produce temor en los ánimos más templados. Esta labor estaría reservada a un hombre extraordinario, cuyo valor todavía no ha sido apreciado en Panamá como se merece, seguramente por desconocimiento de la historia de sus hazañas. Me refiero al Adelantado Juan Vázquez de Coronado.

* LOS INDIOS TERIBES DE PANAMA. 1967. Capitulo III. Descubrimiento de la región. Trabajo presentado al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, septiembre de 1966.

10«Carta que escribió D. Cristóbal Colón, Virrey y Almirante de las Indias a los cristianísimos y muy poderosos Rey y Reina de España, nuestros Señores, en que les notifica cuanto le ha acontecido en su viaje; y las tierras, provincias, ciudades, ríos y otras cosas maravillosas, y donde hay minas de oro en mucha cantidad y otras cosas de gran riqueza y valor» (Una copia puede verse en Martín Fernández de NAVARRETE, «Colec­ción de Viajes y Descubrimientos», Madrid, 1825, t. I, pág. 296).

11 Y una copia del cual puede verse en Martín Fernández de Navarrete, «Colección de Viajes y descubrimientos», Madrid, 1825, t. I, p. 282.

12«Vida del Almirante D. Cristóbal Colón, escrita por su hijo D. Hernando», Fondo de Cultura Económica, Méjico-Buenos Aires, edición 1947, cap. XCII, p. 283 y ss.

13 Almaizares, es palabra que proviene del árabe, álmizar, que es una toca de gasa usada por los moros.

14Véase Colón, «Carta de Jamaica». Dice así: «Dos indios me llevaron a Carambarú, a donde la gente anda desnuda y al cuello un espejo de oro, mas no le querían vender ni dar a trueque. Nombráronme muchos lugares en la costa de la mar, adonde decían que había oro y minas, el postrero era Veragua». (Es lástima que el Almirante no fuera más curioso y ano­tase todos estos nombres; pero su estado de salud al parecer le había res­tado muchas de sus energías y lo que escribe lo hace sólo mucho más tarde recordando de memoria o con el libro de navegación delante de él).

15Diego de Porras: «Relación … etc.» nov, 1504.

16Hernando Colón: «Vida del Almirante.. .», loe. cit. p. 283.

17En la edición consultada del Fondo de Cult. Econ. de Méjico-Buenos Aires de 1947 dice rocas y no bocas, pero se trata de un error tipográfico no corregido, no hay fe de erratas tampoco, ya que si se tratase de rocas no sería el lugar «muy a propósito para entrar y salir con todos los vientos» como dice don Hernando. Si consultamos al P. Las Casas, «Historia de las Indias», t. II, p. 280, edic. Fondo de Cult. Econ., Biblioteca Americana, 1951, observamos que transcribe este mismo pasaje del relato del hijo de Colón que consultó y copió fielmente: «Navegó a la de Carabaró, la última luenga, hacia el Oriente, donde había una bahía de mar de seis leguas de longura y de ancho más de tres, la cual tiene muchas isletas y tres o cuatro bocas, para entrar los navios y salir muy buenas con todos tiempos, y por entre aquellas isletas van los navios, como si fuesen por calles, tocando las ramas de los árboles en la jarcia y cuerdas de los navios; cosa muy fresca y hermosa»

18En la obra del P. Las Casas (loe. cit.), en lugar de vientos, dice tiempos: «Para entrar los navios y salir muy buenos con todos tiempos».

19El P. Las Casas en su obra mencionada explica lo que es la canoa aña­diendo al relato de Hernando Colón esta aclaración: «Después de haber surgido y echado anclas los navios, salieron las barcas a una de aquellas isletas, donde hallaron 20 canoas o navecitas de un madero de los indios». El subrayado es nuestro, y expresa la definición que da Las Casas de las canoas monóxilas.

20Gucmín: Oro de baja ley fabricado por los indios, por extensión se llama­ba así a las joyas fabricadas del mismo metal.

21El subrayado de esta frase de Hernando Colón es nuestro, y lo anotamos así para que más adelante podamos hacer referencia fácilmente a este párrafo de Hernando Colón cuando se hable de las minas de oro de la Estrella.

22El subrayado como el anterior es nuestro y lo anotamos para que más adelante al hablar del poblador primitivo podamos hacer referencia mas fácilmente a este párrafo de Hernando Colón.

23A propósito de estas águilas como se les suele llamar, considero que se trata de un error de interpretación que ha venido sucediéndose desde la época del descubrimiento. Águilas lo llamaron los conquistadores porque así les pareció el símbolo, y porque efectivamente se parecen al emblema tan característico de la realeza en Europa, pero los indios del Istmo no conocieron las águilas, y sí en cambio los gallotes, zopilotes o buitres ame­ricanos, comedores de carroña, servicio sanitario de la poblaciones rurales aún en nuestros días. Tal creemos que el indio trató de representar el gallote como símbolo de la muerte, animal al que tuvo en gran estima, por relacionarlo con el más allá. De manera que estas «águilas» debían de llamarse «gallotes» aunque el nombre suene menos romántico, pero más exacto.

24Fray Bartolomé de Las Casas: loc. cit. p. 280.

Los indígenas mexicanos de Bocas del Toro

LOS INDIOS MEJICANOS DE BOCAS DEL TORO

José Manuel Reverte*
Academia Panameña de Historia

Hemos mencionado en varias ocasiones en el curso de este estudio la existencia en Bocas del Toro de indios mejicanos.

La primera noticia que tenemos se debe al propio Hernán Sánchez de Badajoz quien hizo al parecer amistad con ellos. La Fortaleza de Marbella que construyó sobre la Loma de Corotapa, estuvo situada en el territorio que ellos habitaban en el Valle del Duy que más tarde se llamaría por tal motivo «Valle del Duy y Mexicanos».

Los indios que acompañaban a Badajoz llamaban chuchumecas o chichimecas a los indios que trajo Rodrigo de Contreras consigo al Istmo. Probablemente porque hablaban una lengua náhuatl. Recuérdese que Contreras trajo 250 indios de Nicaragua para reforzar su pequeño ejército de 100 soldados.

Noticias más precisas se encuentran en las relaciones hechas por el Adelantado Juan Vázquez de Coronado al presentar sus méritos ante Su Magestad (140). En la pregunta No. 20, dice: «Por noticia quel dicho General tuvo estavan poblados ciertos indios mexicanos cerca de la dicha provincia de Ara, en el Valle de Coaza, a costa de mucho travajo, aunque ellos mucho procuraron disimularlo y encubrirse, los descubrió y como a los demás hizo dar la obediencia a S. M. é asimismo les dio orden como entre sí políticamente se oviesen é tratasen …»

El Capitán Diego Caro de Meza, aclara la pregunta, No. 19 de la Probanza haciendo mención de la existencia de un cacique de nombre YSTOLI ó YZTOLIN, «cacique mexicano» que también fue mandado curar por Vázquez de Coronado de una herida que tenía en la mano, de la que sanó gracias a los cuidados que le dieron.

Confirma la existencia de un grupo de indios mexicanos que como se dijo vivían en el Valle de Coaza (entre el Río Sixaola y el Río Changuinola) (Tarire y Tilorio), cuyo señor natural era precisamente el cacique YSTOLI al que en su propia lengua, náhuatl, o mejicano, con ayuda de unos intérpretes nahuatatos logró explicar sus propósitos.

Todos los testigos de la Probanza confirman la existencia de indios mejicanos en la región.

En un documento al que ya se hizo mención (141) del mismo año de 1564, se dice que el 19 de febrero, llegó al poblado de Ara o Hará donde se hallaba Vázquez de Coronado con su gente, «el cacique YZTOLIN mexicano, cacique de los chichimecas, comarca del pueblo de Hará, el qual dixo por lengua de Lucas Descebar, naguatato, quél venía a ver lo quel dicho General mandava… el qual dicho vasallaje dio a su nombre y de los demás chichimecas mexicanos que están en el Valle de Coaza».

En una carta del Gobernador de Veragua, D. Iñigo de Aranza (1595) (142) dice así:

«En la tierra que llaman DUY, hay más de 6.000 indios de guerra, y ay noticia que tienen su trato con los de México que allí quedaron cuando les tomó la voz de la entrada primero de los españoles, habiendo ido ellos por el tributo de oro que aquella provinzia dava a Montezuma».

Con estas líneas se confirma lo que sólo eran conjeturas en el capítulo V, es decir que en efecto, los mejicanos de Yztolín eran un grupo de recaudadores y su cuerpo de protección y sus descendientes que habiendo sido sorprendidos en el Istmo, lejos de Méjico cuando Cortés atacó en forma fulminante al imperio azteca, prefirieron quedarse donde estaban al tener malas noticias, y quizás noticias de la propia muerte de Moctezuma, y allí permanecieron por años, protegidos por los indios de la región, con los que se mezclaron hasta que fueron descubiertos por los españoles que más tarde o más temprano penetraban por los lugares más recónditos en su afán de explorar y someter rápidamente los territorios de América, el Nuevo y siempre interesante mundo que tenían ante sí.

Y nos hace pensar también este párrafo en una cierta forma de sometimiento a la fuerza del Imperio azteca por parte de los indios bocatoreños, por parte de las tribus de la región Norte de Panamá.

Siendo en el año de 1603, Gobernador y Capitán General de Veragua, Cpclé y Duy y Guaymí, D. Juan López de Siqueyro, escribe al Rey lo siguiente (143):

«Por la Bahía del Almirante en una provincia rica de oro que se llama del DUY, ques desta Gobernación de Veragua en la guarda raya de la Costa Rica y Nicaragua que confina con ellos, y los naturales della se llaman los mexicanos».

En 1617, el Capitán Diego del Cubillo (144) llama a la Provincia «Valle del DUY y Mexicanos», y menciona el hecho de que aún está sin reducir.

Por su parte, Juan de Estrada Rávago en 1573 (145) dice que:

«El gran Rey Montezuma envió sus ejércitos a Costa Rica, en demanda de dicha provincia… y así queda hasta hoy día — y ha visto reliquias de sus soldados y ejércitos que se llaman nauatatos».

Todavía más, el Obispo de Panamá Fray Francisco de la Cámara dice en una carta (146) probablemente del año 1620, refiriéndose a los indios que habitaban el Río de Teribe o de la Estrella: «Aunque son belicosos, se sabe que es gente política, que viste ropa de algodón, que fue sugeta a Montezuma, emperador mexicano, hasta el tiempo que entró la conquista, de españoles en aquel reino y estado; y es la tierra donde los mexicanos venían por pro para sus ydolos y ofrecimientos… es gente que usa alguna policía a la usanza mexicana».

Más tarde, cuando los franciscanos dirigidos por Fray Francisco de San José (1697) levantan un cuidadoso censo (147) de los indios que vivían en las márgenes de los Ríos Changuena, Teribe y Chan-guinola, al hacer mención de la Isla de Toja (Hoy Isla de Colón) en la que actualmente se encuentra la capital de la Provincia de Bocas del Toro, dice que «esta isla se pobló de una parcialidad de mexicanos que no cupo en Talamanca por revoltosos», a los que se unieron térrabas, dorasques y seguas. Más tarde desaparecerían al ser capturados por los piratas ingleses y los zambos mosquitos aliados de éstos.

Los documentos mencionados vienen a ser confirmados por los modernos hallazgos arqueológicos que han puesto de manifiesto también el hecho de que el oro que muchas veces se encuentra en Méjico y Centroamérica en los yacimientos arqueológicos, tiene las señales patentes de la manufactura panameña, y también colombiana.

Morley afirma (148) que «el estudio de los objetos de oro y cobre encontrados en el Pozo de los Sacrificios (Zenote Sagrado) indica que fueron traídos a Chichón Itzá desde puntos tan lejanos como Colombia y Panamá en el Sur».

Las conexiones comerciales entre el área maya y Panamá parecen quizás deducirse siguiendo a Morley quien después de señalar la falta casi absoluta de oro en la región del Viejo Imperio, asegura que de las pocas piezas de oro halladas en excavaciones en Copan, tales como un par de piernas pertenecientes a una figurilla humana hueca, de una aleación de oro y cobre sugieren que fue hecha en Costa Rica o Panamá según parece deducirse de la técnica de vaciado empleada así como del análisis químico de la aleación de que está hecha, y termina diciendo que «llegó a Copan probablemente como artículo de comercio».

Volviendo a los objetos de oro y cobre hallados en el Pozo de los Sacrificios de Chichén Itzá, dice Morley que hay discos con decoración «hecha conforme a la técnica de repujado, y tazas, collares, brazaletes, máscaras, pendientes, anillos, orejeras, cascabeles y cuentas», cuyo estilo y ejecución indican su origen de Costa Rica y Panamá «llevados al NO. hasta Chichén Itzá por medio del comercio» (149).

Todavía puntualiza más Morley al decir que el análisis químico de los objetos hallados en el Pozo Sagrado indica que pueden proceder de la Cultura Coclé o de la Cultura Chiriquí.

Según Vaillant (150), la cerámica pseudovidriada tipo «plumbate» tenía un amplio campo de distribución comercial «llegando por el Sur a Panamá», y a su vez, «los ornamentos de oro de Panamá aparecen como ofrendas votivas en el Zenote Sagrado de Chichén Itzá en Yucatán».

Ya está plenamente comprobado que en Panamá hubo una industria activa en relación con el trabajo del oro (151).

La palabra chichimecas o chuchumecas significaba para los indios Teribes y sus vecinos próximos, indios procedentes del Norte, a los que por extensión llamaban mexicanos.

Según Cañáis Frau (152), el abandono de la ciudad de Tula, capital del Imperio Tolteca en 1168, como su posterior destrucción en 1172, coincide con la llegada desde el Norte, de contingentes de Nahuas que fueron los primeros chichimecas, los cuales invaden el Valle de Méjico y dan origen a un período que duraría 250 años aproximadamente y que se caracterizó por las constantes luchas e inseguridad, resultado de la pugna por la soberanía que disputábanse poblaciones rivales. No será hasta el año 1428 cuando se estabiliza el poder político coincidiendo con un renacimiento cultural y artístico.

Y señala Cañáis Frau que «las fuentes tradicionales mejicanas llamaron chichimecas a todos los pueblos nómadas que originariamente vivían al Norte de la línea demarcatoria de la civilización que eran generalmente nahuas o estaban nahuaizados». Incluso los aztecas en su comienzo fueron chichimecas.

Así no es de extrañar que los indios del Istmo de Panamá conociesen y les fuese familiar este nombre de chichimecas, que aplicaban probablemente a todos aquellos a quienes oían hablar la lengua náhuatl.

Parece indudable que ejerciera influencia en las tribus del Istmo en ciertas costumbres, tratos comerciales e incluso en la lengua. No podemos llegar a precisar hasta donde llegó esta influencia, pero mencionaré algunas ideas que saltan a la vista.

La palabra OE-KA, por ejemplo, (debe leerse cerrando la boca para pronunciar la o, como la o con diéresis alemana o la oe francesa). En lengua teribe OE-KA, o-ka significa el diablo-serpiente que se encuentra en los raudales de los ríos en espera de su presa, por ejemplo un indio con su canoa, para devorarlo. En lengua azteca EKATL o EHEKATL, (ekatl, o ehékatl), era el Dios del Viento, una de las formas en que se representa Queztalcoatl, la serpiente emplumada. Cuando el indio teribe pronuncia la palabra o-ka, parece que está diciendo ekátl. Es muy posible que estas dos palabras estén en íntima relación, en cuyo caso, se trataría de una influencia directa náhuatl sobre la lengua y creencias teribes.

Pongamos otro ejemplo: en lengua teribe a los genitales femeninos se les dice «klaksigua». En la Mitología azteca existe la diosa CIHUACOATL, la mujer-serpiente, diosa de la tierra, que rige el parto y la muerte en él. Obsérvese el parecido fonético de estas dos palabras: cihua-coatl y sigua-klak. La única diferencia, o al menos las más marcada es que en la palabra teribe hay una inversión de los términos. No creemos que se trate de una exageración, pues en azteca sihuatl significa mujer, y klatl o tlatl quiere decir tierra, y tlaelli, flujo de sangre, y cía o tía, quiere decir cosa, algo.

Tia-sigua o Kla-sigua, o «klasigua», según esto querría decir «lo de la mujer, algo de la mujer, cosa de mujer», que muy bien cuadra con la significación teribe: «genitales femeninos».

Cuando el cacique Teribe de nombre QUIQUINCUA, se presenta en Curcurú con «60 indios maceguales» para rendir obediencia a Vázquez de Coronado (Véase nota 63), observamos que se está empleando una palabra náhuatl, que es macegual, o macehualli que significa villano, vasallo.

No todo es sin embargo coincidencia, fonética. Ya Schuller (153) había observado una fuerte influencia maya- quiche, señalando unas 75 palabras teribes que son francamente maya-quichés.

El cacique que Vázquez de Coronado encuentra herido en una mano y que era el señor natural de los mexicanos se llamaba YSTOLI YZTOLIN o ESTOLI. En lengua azteca ITZTLI, significa cuchillo de piedra o cuchillo para sacrificios, y es una varíente de TEZCATLI-POCA con apariencia de cuchillo para los sacrificios. TEZCATLI-POCA era el llamado «Espejo humeante», uno de los dioses mayores mexicanos, dios tutelar de Tezcoco.

La palabra Quequexque, nombre como ya se vio de un poblado situado en el Río Teribe, es palabra netamente azteca, y significa en esta lengua «cosa que da comezón». La palabra teribe dzón que significa vello, cabello, es también palabra azteca y tiene el mismo significado en esta lengua. La palabra chichi, perro, usada por los teribes, es también palabra azteca con idéntico significado. Dzomsh-t¡, quiere decir afeitar la barba en lengua teribe; en lengua azteca se dice tentzoxima, que tiene un gran parecido fonético. Kamo, boca en lengua teribe, y camatl, boca en azteca. Tin kuó, araña, en teribe y tequan, araña negra en azteca. Texo, brujo, encantador, ser diabólico en teribe, y texo, brujo o encantador en azteca. Mish-kuo, gato en teribe, y inizto, gato en azteca. Uoía, piel, en lengua teribe, se dice euafl en azteca. Es sabido que las palabras aztecas terminadas en f I, los pilpiles la simplificaban convirtiendo la F en a. Estas no son más que algunas equivalencias. Seguramente hay muchas más-

Creemos que queda suficientemente claro que la influencia mexicana llegó al Istmo de Panamá, y que hubo relaciones culturales, comerciales y tributarias entre los indios del Norte de Panamá, especialmente de Bocas del Toro y los aztecas de Moctezuma.

Reminiscencias de esta influencia son también los numerosos indios guaymíes que aún hoy emplean el apellido Moctezuma además de su nombre propio, y que se creen descendientes de aquel grupo de mejicanos o de otro similar que pudo haber en alguna otra parte del Istmo.

 

* Capítulo IX. Los Indios Teribes de Panama. 1967. Trabajo presentado al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, septiembre de 1966.

140 «Provanza hecha ad perpetuara Rey Memoriam, etc. 1564″. (AGÍ, Patronato, M-12/3).

141 «Obediencia de caciques y toma de posesión de varios pueblos, 1564″. (AGÍ, 1-1-1/27).

142 «Carta del Gobernador de Veragua D. Iñigo de Aranza» (1595). (AOI, 69-3-13).

143 «Cartas del Gobernador de Veragua a S. M., 1603». (AGÍ, 69-2-39).

144 «Proposición a S.M. del Capitán Diego del Cubillo para conquistar los indios de Talamanca, 1617» (AGÍ, 69-2-2).

145 «Memorial de Servicios de Juan Estrada Rávago», 1573. (Puede verse en /Peralta, «Costa Rica, Nicaragua y Panamá», Madrid, 1883, pág. 368).

146 «Carta del XIV Obispo de Panamá, Fray Francisco de la Cámara y relación sobre Veragua (AGÍ, 69-4-31).

147 «Declaración de las casas y parcialidades de los Térrabas por Fray Francisco de San José, 1697». (AGÍ, 65-6-28).

148 Morley, Sylvanus G.: «La civilización maya» (Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1956).

149 Ya señalamos el hecho, que parece confirmar este tráfico, de la gran embarcación encontrada por Cristóbal Colón y sus hombres al tocar en Guanaxa durante su IV Viaje (Ver pág. 22). Por no hacernos demasiado prolijos no repetimos todos aquellos pasajes que en una u otra forma confirma la existencia de mejicanos en el Istmo y que ya hemos mencionado en capítulos anteriores por una u otra razón.

150 Vaillant, G.C.: «La civilización azteca» (Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1955).

151 Lothrop, S.: «Coclé», 1937.

152 Cañáis Frau, S.: «Las civilizaciones prehispánicas de América», Buenos Aires, 1959.

153 Schuller, R.: «Las lenguas indígenas de Centro América», San José, Costa Rica, 1928

La inquietante huella humana en los mares del Mundo

La inquietante huella humana en los mares del Mundo

  Andrew C. Revkin
New York Times, 9 de marzo de 2008 (versión internacional en Español)

Los científicos están en proceso de crear el primer retrato mundial del impacto humano en los océanos, que revela una combinación de recursos agotados, ecosistemas degradados y mezclas biológicas perjudiciales por todo el planeta, al tiempo que especies se trasladan, por accidente y a propósito, por todo el mundo.

Un estudio que aparece en el número del 15 de febrero de la revista Science, es el primer esfuerzo por trazar un mapa de 17 clases de impactos humanos en los mares como la contaminación orgánica, que incluye desechos agrícolas y aguas residuales; daños causados por la pesca de arrastre en el fondo del mar; y pesca tradicional intensiva a lo largo de arrecifes de coral.

 

Science front page february 15, 2007

Aproximadamente el 40 por ciento de las áreas oceánicas está fuertemente afectado y sólo el 4 por ciento está incólume, de acuerdo al estudio. Algunos impactos humanos son conocidos, como el daño a arrecifes de coral y manglares a través de acciones directas, como la construcción, y más sutiles, como la pérdida de ciertos peces que dan forma a los ecosistemas.

Contaminación de los oceanos por barcos

Otros fueron una sorpresa, dijo Benjamín S. Halpern, autor principal del estudio y científico en el Centro Nacional para el Análisis y Síntesis Ecológico, en Santa Bárbara, California. Dijo que las plataformas y taludes continentales demostraron ser las áreas más intensamente afectadas, en particular a lo largo de costas con mayor densidad poblacional.

La huella humana más generalizada es un lento descenso en el pH de las aguas superficiales de todo el mundo, a medida que una porción de los miles de millones de toneladas de dióxido de carbono añadidos a la atmósfera por la quema de combustible y bosques cada año es absorbida en el agua, donde forma ácido carbónico.

Ese cambio progresivo en la química oceánica podría trastornar con el tiempo al plancton que forma conchas, así como a especies que construyen arrecifes, particularmente donde otros impactos, entre ellos las temperaturas en aumento por el calentamiento global provocado por los humanos, crean estrés simultáneo, dicen muchos biólogos marinos.

El análisis brinda una línea de referencia necesaria para estudiar más cambios, dijo Halpern. Muchos biólogos marinos entrevistados afirmaron que desde hace muchos años debería de haberse realizado un análisis así. Las preocupaciones conservacionistas de la gente se han centrado principalmente en tierra firme, aún cuando los mares cubren dos terceras partes del planeta y son una fuente vital de alimentos y placer.

Un esfuerzo por separado de mapeo se centró en especies invasoras y halló que el 84 por ciento de las aguas costeras estaban afectadas, y que las aguas árticas son las siguientes en ser afectadas, al mismo tiempo que aumenta el transporte marítimo en dichas zonas, en un mundo más cálido.

Más de la mitad de las especies invasoras que se afianzan tienen efectos perjudiciales, dijo Jennifer Molnar, científica conservacionista en la organización Na-ture Conservancy, quien encabezó ese estudio.

El agua de lastre y los organismos que se adhieren a los cascos y anclas de los barcos han sido fuente de muchas costosas invasiones marinas.

Incluso cuando se intensifican los esfuerzos por medir los efectos humanos, otros científicos simplemente intentan hacer un sondeo de especies marinas grandes y pequeñas, tarea enorme en vista de lo poco que se sabe sobre los océanos.

El eje para este trabajo es el Censo de Vida Marina, proyecto de diez años de duración iniciado bajo los auspicios de la fundación Alfred P. Sloan, que está previsto produzca en 2010 un primer reporte sobre las especies marinas.

El proyecto ha descubierto más de 5300 especies desde 2003, dijo Michael Feldman, del Consortium of Ocean Leadership, grupo en Washington que dirige el proyecto internacional. «Sólo hemos podido describir formalmente unos cuantos centenares hasta el momento. Aún están en proceso de descubrir cosas a un ritmo al cual ni siquiera sabemos cómo manejar».

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Edición digital para dominio público: Centro de Estudios de Recursos Bióticos, Universidad de Panamá.