Dos líderes ambientales en Clayton

Milly y Rosemary en portada

Milly y Rosemary, ángeles contra la basura

Desde noviembre del año antepasado dos mujeres residentes en Clayton recogen de manera voluntaria la basura del área.
Roxana Muñoz.
 
 
 
La idea de usar palos para recoger la basura fue de Milly.
 
Caminan juntas de lunes a sábado.
 
Con un solo toque pinchan la basura. Los desperdicios más frecuentes son los envoltorios de comida.
Como muchos, a Rosemary Baily y a Milly Nieves les disgusta ver basura en la calle. Como pocos, ellas decidieron actuar. A las 6:00 a.m. salen a caminar por su vecindario, y a su paso por Clayton no hay papel, vaso o cartucho de empanada que se salve. Sus herramientas son bolsas para basura, guantes y un chuzo hecho con un palo de escoba y hierro.

Estas entusiastas mujeres retiradas forman tan buen equipo que es difícil imaginar que hace año y medio no se conocían. Se encontraron caminando una mañana; Rosemary iba agachándose para recoger basura. Cuando Milly la vio, simpatizó con su tarea y le recomendó usar un palo con clavo para no agacharse tanto.

Desde entonces son aliadas a favor de la limpieza. En estos días de marzo empiezan aún antes de que salga el sol. En la penumbra divisan con claridad las envolturas tiradas.

“Esta hora es mágica”, dice Rosemary sonriente. Hace fresco, casi no pasan carros y el único griterío es el de las aves y otros seres del bosque que rodean el lugar.

— ¿Por qué inician esta tarea?

— Milly: Todos los días leemos lo que está pasando en el mundo: el descongelamiento de los polos y tantos problemas. Nosotros tal vez no podemos hacer un cambio a nivel mundial, pero podemos hacerlo aquí. Y sí, hemos tenido cambios; cuando comenzamos, en noviembre del año antepasado, eran montones de bolsas las que recogíamos.

Hemos notado un aumento en la conciencia ciudadana. Cuando mi amiga se va de vacaciones yo sigo haciéndolo sola y viceversa. Si un día dejamos de hacerlo se nota. [Se oyen unos perros ladrar.]

— Rosemary: Si algo está mal hay que actuar para cambiarlo. No sé si has escuchado sobre el síndrome de la ventana rota, según éste, cuando un edificio está abandonado y tiene una ventana rota, las personas rompen las otras, porque es obvio que en ese edificio no hay nadie o a nadie le importa. Lo mismo pasa con la basura en la calle. Nosotras creemos que si los demás ven que nos importa, a ellos también les va a importar.

Rosemary me da un palo, guantes y una bolsa. Usar el palo para trinchar la basura parece fácil. No lo es. Los billetes de lotería son difíciles porque tienen como una cerita. Los cajetitas de chicle y las colillas de cigarrillo también se resisten, igual que las tarjetas de teléfono celular, que abundan en el camino. Fáciles de trinchar son las vasijas de foam, y hay bastantes. Me dejan uno para que lo agarre “facilito”, dicen, y se ríen. Me demoro y las atraso.

No recogen todas las colillas de cigarrillo, si lo hicieran no acabarían nunca. La mayoría de esta basura pertenece a gente que camina o maneja por allí, comen una pastilla y tiran el envoltorio. Algunos conductores aprovechan las señales de alto y los semáforos para arrojar basura.

— Veo que tienen un sistema de trabajo.

— Milly: Mira, yo estoy equipada [me enseña las bolsas que tiene dobladas en la cintura] Rosemary las lleva en la mano. Estos palos me los fabricó el jardinero, uno de sus compromisos es mantenerlos afilados. Hacemos diferentes recorridos. Cuando me toca el área donde vivo, ella deja su carro cerca de mi casa y yo hago lo mismo cuando caminamos por el área donde vive Rosemary.

— ¿En qué lugares ven más basura?

— Rosemary: Donde hay construcciones siempre hay mucha basura porque los obreros dejan allí todas las envolturas de lo que comen. Cuando se estaba construyendo la Embajada de Estados Unidos llamamos allá por ese problema, de allí sacábamos montones de cartuchos. [Pasamos por un rastro donde hay otro proyecto en construcción y se pueden ver los vasos de soda, empaques de papas fritas, carrizos y latas]. Cuando hay una nueva construcción ya sabemos lo que nos espera.

Clayton, que antes fuera base militar, es denominada ahora ciudad jardín, donde los edificios no pueden sobrepasar la altura de los árboles. En nuestro recorrido vemos media docena de proyectos de casas y edificios.

Milly y Rosemary ven con satisfacción que se ha retirado un anuncio de construcción de un proyecto de apartamentos de 26 pisos. Proyectos como ese están aún por ser aprobados por ley, pero mientras ya está cercado, se han tumbado árboles y hay presencia de maquinaria.

En un tramo apesta, parece una tubería dañada. “Quieren seguir haciendo más construcciones, pero no se arregla el sistema de aguas”, comenta Rosemary.

“Te vamos a contar una anécdota —dice Milly—, un día encontramos que en uno de estos proyectos había una pestilencia enorme, salían aguas negras. Llamamos y llamamos a diferentes lugares. Nadie nos hacía caso, así que en un poste cerca del lugar pusimos un letrero que decía más o menos así: ‘señores que compran, ¿ustedes quieren vivir en esta área en medio de la fetidez y las aguas negras?…’, al día siguiente, y no te exagero, estaban los mismos de la compañía arreglando ese problema”.

“Ella es de armas tomar”, advierte Rosemary. En la Ciudad del Saber Milly advirtió a los vendedores de chicha de que si no recogían su basura, no podían vender más allí. Le hicieron caso. En un local de la Ciudad del Saber había un árbol rodeado de basura; ellas la recogieron en cartuchos y Milly dijo “vamos a ponérsela en la puerta”. Ahora el árbol está muy cuidado y hasta rodeado de florecitas. También pusieron en bolsas la basura que recogieron en un proyecto inmobiliario y la colocaron bajo el anuncio publicitario de la promotora. Ellos empezaron a limpiar su área.

Milly es famosa entre los señores que recogen la basura. Les ofrece agua y tiene su basura dividida en dos tanques: uno para desperdicios orgánicos y otro para latas, botellas y plástico.

A estas alturas del recorrido, en las bolsas llevamos: latas de soda (primero hay que aplastarlas y luego chuzarlas), lo que quedó de una muestra de perfume, un empaque de sopa instantánea, cajetitas de chicles, un desodorante de carro en forma de coco y una tarjeta de celular. Encontramos un recibo picoteado. Pedacito por pedacito, como si fuera un rompecabezas, lo vamos recogiendo. Ninguna de las dos se queja.

Para recoger botellas de agua y colillas toca agacharse. Milly recuerda que eso es malo porque por pereza nos agachamos mal, lastimando la cintura.

Ellas han puesto algunos tanques pequeños en las paradas de buses con bolsas para que la gente eche la basura. Amigos de lo ajeno se llevaron los primeros tanques que pusieron. Eran nuevos y bonitos. Ahora colocaron unos con huecos, a los que le ponen una bolsa. Nadie manifiesta interés en llevárselos.

Algunos conductores les pitan a manera de saludo, ellas responden con la mano o levantan el palo.

— Rosemary, ¿mucha gente las conoce?

— Creo que hay bastantes personas que gustan de ver todo limpio. La gente que nos toca la bocina aprueba lo que hacemos, son madres de familia, personas ocupadas por la mañana y que no tienen tiempo para esto. Aunque uno también puede hacerlo frente a la casa. Si tú limpias tu patio, qué te cuesta limpiar ese pedacito de allá.

Milly es una panameña casada con un militar puertorriqueño, por un tiempo residieron en Clayton. Se fueron a Estados Unidos, vivieron en Nueva York donde ella ejerció como histopatóloga, y al retirarse decidieron venir a Panamá “Mi esposo ama Panamá”, cuenta.

Rosemary es angloperuana. Actualmente es secretaria ejecutiva de la Fundación para el Desarrollo y la Cultura, que promueve la educación en áreas de extrema pobreza. Llegó a Panamá con su esposo, quien vino por razones de trabajo. Ella obtuvo empleo en la embajada británica en Panamá. “Nos quedamos y nos quedamos”. Ya son 28 años. Criaron dos hijas, una vive aquí. Hasta hace un par de años residían en Dos Mares y decidieron mudarse a Clayton en busca de tranquilidad y verde; ahora temen que esto no sea así por mucho tiempo.

El runrún de los autos ya casi apaga el murmullo de los animales. Ahora sí hace sol.

Caminan en una dirección y luego regresan por la mano contraria.

— A veces cuando damos la vuelta ya han tirado otro papel—. En la voz de Rosemary no hay resentimiento.

Cruzan la calle con mucho cuidado. El sol recrudece y el tráfico también. “Los policías (todos los del área las conocen) me han dicho: ‘Sra. Milly, no camine tan cerca de la orilla, que los carros pasan volando”, dice sonriendo.

Rosemary se acerca a una tinaquera donde el carro de la basura pasó, pero los desperdicios están todavía allí.

— Se entiende que a veces los señores de la basura abran los cartuchos porque no ganan mucho tal vez si les sacáramos las latas aparte sería maravilloso, una forma también de apoyarlos.

Más tarde Rosemary dice: “por favor, ponga en su artículo el trabajo valioso de los que recogen la basura, ellos hacen una tarea enorme, no les pagan bien ni ven el resultado. Nunca ven todo limpio, siempre hay más basura”.

En la tinaquera reúnen las bolsas llenas, Rosemary las ata con una cinta que le “regalaron” (se refiere a que la encontró en el suelo). Y dejan la basura allí recogida en bolsas amarradas.

Más adelante, una señora en un carro le pregunta cómo llegar a la Embajada de Estados Unidos. Llegamos a la embajada y nos saludan los señores que cuidan los carros estacionados.

Un hombre con curiosidad nos mira. Al se sale con: “ese es un buen ejercicio, ah”. “Sí, señor”, responde Rosemary, cortés. Un vecino que pasea un perro y las conoce me advierte “ellas hacen eso todos los días, son ángeles”.

— ¿Nadie les ha dicho que están locas, por ponerse en esta tarea?

— Milly: Alguien me llegó a comentar que si

acaso estábamos trabajando para el alcalde y queríamos los uniformes de las personas que recogen la basura. Lamentablemente para el panameño de clase media alta hacer esto es denigrarse.

— Rosemary: Las reacciones de la gente son muy distintas. Unos simpatizan con lo que hacemos, otros se quedan como si no pudieran entender que nos pongamos en esto.

— ¿Cómo mantienen el ánimo?

— Rosemary: Te queda la satisfacción de ver qué bien queda todo. Creo que podemos canalizar de otra manera esas frases de “ama a tu patria” y no haces nada por ella. Hay tantas cosas buenas y a veces es fácil mirar las malas, Panamá nos ha acogido, esto es un poquito de agradecimiento por lo que hemos recibido, 28 años de vivir en Panamá.

— Milly: Hay días en que estoy acostada y no me quiero levantar temprano, pero la conciencia no me deja.

Caminan cinco horas para defender el Río David

CHIRIQUÍ

Caminan cinco horas contra hidroeléctrica

Protestantes fueron claros al señalar que las fuentes de agua están amenazadas.

Marcelino Rosario

PA-DIGITAL
Mantendrán su lucha.

Ambientalistas chiricanos caminaron cinco horas desde Dolega hasta la ciudad de David, como protesta a un proyecto hidroléctrico.

La protesta buscaba llamar la atención del Gobierno que sigue haciendo caso omiso a la construcción de la Hidroeléctrica Planeta 1.

Los manifestantes que portaban banderas verdes y pancartas en contra de la obra llegaron al Parque de Cervantes, le dieron la vuelta y culminaron con un piqueteo.

Los ambientalistas iban vestidos de negro, por la muerte masiva que se le está provocando a los ríos en la provincia.

Por su parte, Raúl Montenegro, ex funcionario del IDAAN y del antiguo INRENARE, consideró que el caudal ecológico que exige la ANAM es una verdadera canallada, porque se está alterando el ecosistema, situación que no le ha interesado a los funcionarios de ANAM.

Esto solo se está viendo desde un punto de vista económico en la capital, pero no desde el punto de vista donde hay una comunidad que vive de una u otra forma del río», dijo.

Sendero Los Quetzales sin mantenimiento

REPARACIÓN. Rehabilitación podría iniciarse en abril.

Ambientalistas, preocupados por el sendero Los Quetzales

Ecologistas chiricanos abogan porque se mantenga el paisaje original del volcán Barú. Turistas y amantes de la ecología visitan con mucha frecuencia el área para observar la especies.

ESPECIAL PARA LA PRENSA/ Sandra Rivera.
Peligro. Visitantes tienen que caminar con cuidado para no caer por los lugares afectados por los deslizamientos de tierra.1002063

Sandra Alicia Rivera
SENDERO, Chiriquí.

Hace tres años las lluvias provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra que dañaron en gran parte el Sendero Los Quetzales, un importante lugar de observación de la naturaleza, sin embargo, tres años después no se han hecho las reparaciones y el lugar está en mal estado, según denunciaron ambientalistas y turistas que transitan por el lugar.

El Consejo Nacional para el Desarrollo Sostenible (Conades) ha dicho que a partir del mes de abril se inician las reparaciones. Los trabajos de rehabilitación contemplan la reconstrucción de los pasamanos, la reforma de los miradores y la construcción de nuevos. El costo de todas las obras se ha calculado en 5 mil dólares.

Sin embargo, el presidente de la Asociación para la Conservación de la Biosfera, Ezequiel Miranda, que ha manifestado su preocupación por el estado en que se encuentra el lugar, manifestó que se espera que en realidad comiencen los trabajo en abril, porque desde hace un año Conades había anunciado el inicio de las reparaciones.

Mencionó que esta organización ha reparado en algunas ocasiones los pasos, de manera artesanal, pero no de manera definitiva.

Dijo además que tiene conocimiento de que se va a reparar el camino de acceso desde Bajo Grande a El Respingo, se van a rellenar los hoyos, se eliminaran los desagües, además se retirarán del paso aquellos árboles que la naturaleza ha derrumbado y se procederá a la reparación de los zarzos.

Manifestó que ya se reunieron con los directivos de Conades en Chiriquí, quienes les indicaron que en algunas partes iban a colocar concreto, pero que ellos se oponen porque va a perder la calidad turística y cultural que tiene.

«Nosotros queremos que las construcciones se hagan de madera, con la que existe en el lugar, que sea todo ecológico, porque el sendero es un área de mayor importancia en Panamá y a nivel mundial, por tanto, no queremos que se altere el paisaje que tiene el sendero en el volcán Barú», afirmó.

Enfatizó que van a estar pendientes para que los términos de referencia se respeten y el lugar no pierda su aspecto.

El Sendero Los Quetzales se encuentra dentro de una reserva de la biosfera, reconocida como uno de los ecosistemas más diversos y ricos del continente americano.

Siguen construyendo hidroeléctricas en Panamá

electricidad.21 concesiones están en etapa de obras o en su diseño final.

Avanza construcción de hidros

En el río Chiriquí Viejo, se puede comprobar el inicio de obras del proyecto hidroeléctrico Bajo de Mina.

La Asep busca estabilizar el costo de la electricidad y reducir la dependencia del petróleo.

LA PRENSA/Carlos Lemos
Fuerza. Las aguas del río Chiriquí Viejo están represadas en un vado que sirve para el paso de maquinarias.

Mario A. Muñoz
andresm@prensa.com

La mejor hora para recorrer una hidroeléctrica en construcción es al medio día. Obreros descansando, maquinarias a un lado del camino y el sistema de seguridad en estado de relajación. Antes de llegar al río, hay que recorrer ocho kilómetros de carretera recién hecha, que contrasta con el espeso verdor del bosque.

El paso es accesible solo para los trabajadores (500 personas) y se prohíbe la entrada a personas ajenas a la empresa. Pocos saben que el río ya está represado, formando un vado que sirve, por el momento, para el paso de maquinarias y camiones.

En el río Chiriquí Viejo se puede comprobar el inicio de obras del proyecto hidroeléctrico Bajo de Mina, de propiedad de Cicsa Panamá, S.A., que a su vez es parte del grupo de empresas del multimillonario mexicano Carlos Slim Eliú.

Cicsa pagó al Estado 31.7 millones de dólares para obtener la concesión y levantar en 56.8 hectáreas las estructuras de una planta con una capacidad instalada de 60 megavatios (MW).

LA PRENSA/Carlos Lemos
Labores. Asep señala que las empresas deben cumplir con planes de mitigación.

Bajo de Mina es una de las 80 áreas concesionadas por la Autoridad Nacional de Servicios Públicos (Asep) y una de las 21 que están en construcción o en su diseño final.

La entidad estimula la construcción de hidroeléctricas para estabilizar el costo de la electricidad y reducir la dependencia del petróleo, cuando por barril superaba los 100 dólares la semana pasada.

«Se necesita que el componente hidro crezca respecto al térmico, en una relación entre 70 y 30% u 80 y 20%, explicó el director nacional de Electricidad de la Asep, Rafael de Gracia. «No hay garantías de que los precios vayan a bajar, pero estaremos más protegidos en contra de los vaivenes del petróleo», dijo.

Además de Cicsa, otras empresas adelantan obras que estarán en operación entre 2009 y 2012.

En ese camino, Aes Changuinola, S.A. es la que lidera la inversión de tres proyectos en Bocas del Toro, que en conjunto tendrán una capacidad instalada de 481 mw.

Cómo se construye

LA PRENSA/Carlos Lemos
VERGEL. El proyecto de Cicsa tiene un impacto ambiental valorado en 2.9 millones de dólares.

La imagen de un enorme embalse como el de la Central Hidroeléctrica Bayano, donde se inundaron 300 mil hectáreas, no es la única en este tipo de proyecto porque su construcción depende de las características hidrológicas, de los costos y la rentabilidad.

En el caso de Bajo de Mina, por ejemplo, se prevé una represa pequeña y una obra de desvío, que llevará al agua por un túnel de conducción a una casa de máquinas, donde estarán dos unidades turbogeneradoras, según el estudio de impacto ambiental (EIA).

Se espera que el proyecto eleve las aguas, las extraiga, las utilice y las devuelva al cauce 300 metros después.

Durante ese tramo el río bajará el caudal, pero se exige por razones ambientales que sea solo hasta 10% de su nivel normal.

Medio ambiente

La construcción de hidros genera reacciones diversas. Hay grupos ambientalistas y de campesinos que la rechazan porque se afectará su forma de vida y la del ambiente. Otros la apoyan, como la comunidad de Gualaquitas (Chiriquí) donde hay un plan de construir una minihidro de 3.3 mw.

Yakarta Ríos, vocera de la asociación Consumo Ético, mantiene una oposición a una «privatización de los ríos que se pudiera dar con un proyecto de ley que prohibiría a las comunidades usar el agua de los ríos que hayan sido concesionados».

Todo proyecto tiene su impacto negativo. En el caso de Bajo de Mina, por ejemplo, es cuantificado en 2.9 millones de dólares, aunque en su EIA establece como impactos positivos (reforestación) en un monto de 20 millones de dólares.

De Gracia subrayó que «yo puedo aceptar críticas y exigencias de hacerse bien, pero no que no se haga».

Reconoció que en algunos proyectos las cosas se han hecho mal y dijo que, lo importante es que se cumpla con las normas ambientales, los planes de mitigación y la reforestación de cuencas.