MEDIO AMBIENTE. BALANCE DEL ECOSISTEMA.
El valor del depredador
Fotos cortesía de Albatros Media, Alejandro Balaguer y Avi Klappfer |
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FAMA. La isla del Coco es llamada la ‘isla de los tiburones’. |
Alejandro Balaguer
Especial para La Prensa
vivir+@prensa.com
Hace más de una hora, voy escoltado de varias siluetas gigantes de tiburones oceánicos que duplican el largo de mi kayak. A 500 kilómetros del continente, en aguas territoriales de Costa Rica, la remota isla del Coco –una suerte de laboratorio viviente para el estudio de la evolución de muchas especies de escualos y de otras especies migratorias– luce extremadamente salvaje.
He dejado la seguridad de la cubierta del buque de investigación que me hospeda para explorar el universo acuático, que se extiende alrededor de los 24 kilómetros cuadrados de bosques vírgenes que cubren la isla del Coco, conocida también como «la isla de los tiburones», fama que compruebo a cada golpe de remo.
Tal es la riqueza marina de este sistema insular, que es muy fácil observar la abundancia de tiburones desde la misma superficie del mar. «Aquí llegan los grandes depredadores a abastecerse, buscando también peces limpiadores que eliminen sus parásitos y otros organismos polizontes que suelen adherirse a la piel. Y como todo ser viviente forma parte aquí de una compleja cadena alimenticia, los parásitos de los tiburones son un buen bocado para los abundantes peces mariposa y los peces ángel rey», me explica el buzo Kevan Mantell.
Mantell prepara su cámara submarina para otra inmersión, desaparece bajo las aguas con otros expedicionarios y yo prosigo la travesía hacia nuestra casa flotante.
Ante mi tenaz escolta de escualos, compruebo que el verdadero tesoro no es fábula y que la fama de «la isla de los tiburones» es cierta, hecho que registran los colegas camarógrafos a 30 metros de profundidad. Allí, donde reina el silencio, cientos de tiburones martillo y punta blanca, rodeados de cardúmenes de peces limpiadores, rayas águila e inmensos tiburones tigre, se dan un banquete en la bien abastecida despensa natural de las profundidades oceánicas del archipiélago.
Sin embargo, esa abundancia es inusual y la realidad es dramática para las poblaciones de tiburones de los mares del mundo.
Aunque muchos especialistas piensan que las cifras que se dan hoy van a estar por debajo de la realidad en un porcentaje bastante alto cuando se obtengan mayores datos, se estima que entre 50 y 100 millones de tiburones son sacrificados al año por las pesquerías, lo que supone un holocausto marino si se considera que alrededor del 90% de las poblaciones de grandes especies comerciales ya se han extinguido.
Es que los tiburones, como depredadores, están diseñados evolutivamente para jugar un papel importante de control sobre las poblaciones de otros organismos que son presa de ellos y, sobre todo, los que están en la parte superior de la cadena alimenticia o trófica.
Además, se sabe que tienen una influencia muy grande sobre la abundancia de estos recursos porque son los que mantienen el nivel de las otras poblaciones reguladas.
Interesado por la crisis de los tiburones, de retorno de la isla del Coco visito la Universidad Javeriana de Bogotá, donde se realiza un encuentro de expertos de América Latina para exponer sus estudios recientes acerca de los tiburones.
Andrés Domingo, biólogo encargado del área recursos pelágicos del Instituto de Pesca de Uruguay y miembro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, expone entre un nutrido auditorio: «Los tiburones mayoritariamente son los que regulan la situación de los que vienen por debajo, pero no estamos hablando de un único predador tope que está siendo eliminado. No hablamos solamente de los tiburones, podemos hablar también de mamíferos que están siendo eliminados, por ejemplo, estamos hablando de tortugas, estamos hablando de aves marinas, lo cual complica mucho más la situación de colapso».
Otro de los invitados es Ramón Bonfil, Phd en biología marina y experto mundial en escualos, un mexicano tenaz que los ha seguido por los mares de la región.
Bonfil complementa la intervención de Andrés Domingo: «Si tú quitas a los tiburones y los quitamos a través de la pesca de ese puesto tan importante, entonces hay un desbalance en el ecosistema, y las presas que antes estaban reguladas por los tiburones, ya no tienen ningún control y empiezan a crecer de una manera fuera del control natural; puede haber unos efectos ecológicos muy complejos, que pueden resultar incluso en problemas económicos, haciendo que el recurso pesquero desaparezca, ya que si tú quitas al tiburón o depredador tope, algunos de los otros tiburones que son depredadores medios en los océanos, pueden llegar a colapsar».
En Lima, bajo la influencia de la fría corriente de Humboldt, las instalaciones de la Universidad Cayetano Heredia, a escasos metros de la costa, se impregnan de una humedad persistente y salobre propia del litoral peruano. Desde allí, la prestigiosa doctora Patricia Majluf lidera campañas para la sostenibilidad de los recursos pesqueros. La visito y le pregunto: ¿cuántos tiburones tienen que desaparecer para que se afecte realmente el funcionamiento del mar? «Yo he encontrado una metáfora muy interesante para esto, o sea, si tú tienes un carro y le sacas una tuerca no pasa nada, sacas dos y no pasa nada, sacas tres y no pasa nada, hasta que sacas 100 y se te cae el carro; entonces, aplicado a los tiburones, lo que tenemos que ver a nivel general es qué está pasando cuando estamos desapareciendo todas esas especies, porque realmente no entendemos la complejidad de las interacciones de los ecosistemas. Pero sabemos que si sacamos suficientes especies eventualmente todo va a colapsar, sobre todo cuando sacas las especies críticas, como son los depredadores topes», me cuenta Majluf.
Para Bonfil, existen muchos casos que indican claramente que con la eliminación de un depredador tope, se puede desencadenar un efecto negativo en los ecosistemas marinos.
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