El cáncer de las vallas publicitarias en Panamá

Tribuna abierta

Urge legislar sobre las vallas publicitarias

La ley señalaría responsabilidades de los funcionarios y sanciones para los que la incumplan

Omar Jaén Suárez

Publicado originalmente en La Prensa el 25 de febrero de 2002.

En Panamá, sobre publicidad en vallas y letreros, incluyendo los luminosos, hay lagunas sustanciales o normas obsoletas que no toman en cuenta las nuevas realidades del país y lo que sucede en el ámbito internacional . Como ejemplo del desorden en el tratamiento del tema, mencionemos lo que está sucediendo en las cercanías de la ciudad de Panamá, en donde se concentra la mitad de la población nacional, particularmente en las áreas de bosques protegidos. Después de la reversión de las tierras de la Zona del Canal, las carreteras que atraviesan esa parte del país han sufrido el desorden de las vallas publicitarias y los letreros que se colocan sin ninguna regulación, según el criterio limitado únicamente a lo fiscal, de las autoridades municipales pertinentes. En la ampliación a cuatro vías de una gran parte de la Carretera Interamericana, ha sucedido el mismo fenómeno. Además de perturbar bosques protegidos y parques nacionales como el de Campana, han aumentado en los últimos años los accidentes automovilísticos en dicha vía. Igual sucede, crecientemente, en la Carretera Transístmica hacia Colón y en la Vía Interamericana hacia el Darién. La contaminación visual de las áreas de bosques protegidos y parques nacionales ha aumentado de manera exponencial, sin que las autoridades nacionales hagan nada para frenarla y lo mismo sucede con el peligro de distracción de los automovilistas en las carreteras nacionales.

Perturbación visual

La publicidad con vallas se ha convertido en un verdadero problema ambiental y de urbanismo.  Todo el mundo pone vallas legales e ilegales en todas partes, sin considerar el efecto nocivo y de mal gusto visual que provocan en nuestras ciudades, avenidas y pueblos.

La publicidad con vallas se ha convertido en un verdadero problema ambiental y de urbanismo. Todo el mundo coloca vallas "legales" e ilegales en todas partes, sin considerar el efecto nocivo y de mal gusto visual que provocan en nuestras ciudades, avenidas y pueblos.

Cada vez se ven más afectados los usuarios por la invasión de dicha publicidad que, a más de incrementar la contaminación visual y propiciar una amenaza potencial a su seguridad, se convierte, para muchos panameños, en una molestia constante, en particular la publicidad luminosa que afecta sus vidas en sus residencias y en sus lugares de trabajo y esparcimiento.

Panamá ha adoptado en los últimos tiempos políticas apropiadas, y ha puesto en marcha proyectos para mejorar su medio ambiente. Ha creado parques nacionales, ha declarado monumentos históricos y conjuntos patrimoniales. Igualmente, hemos propuesto políticas y programas de desarrollo turístico, pero ocultamos o perturbamos los atractivos mediante dichos dispositivos de publicidad. Pero más grave resulta la creciente publicidad en carreteras y autopistas que, al distraer al conductor, promueven accidentes de tránsito cuya cifra aumenta en razón más que proporcional con el crecimiento demográfico. ¿Cuántas tragedias humanas de panameños y de visitantes no se habrían registrado si se hubiese legislado, con oportunidad, en el tema de las vallas publicitarias en las carreteras nacionales? ¿Cuánto luto no se hubiese evitado si se hubieran adoptado las normas que se aplican en los países más desarrollados que vivieron, anticipadamente, lo que estamos experimentando en Panamá?

¿Cuántos recursos se han perdido a causa de los accidentes automovilísticos de distracción provocados por vallas publicitarias?

Es verdad que tanto los municipios como ciertas empresas encuentran ingresos en la instalación de dichas vallas y letreros, y que esa actividad crea un cierto número de empleos. Pero, también actividades nefastas como la venta sin cortapisas de productos dañinos o peligrosos beneficiaba y todavía produce ingresos a ciertos empresarios, a colectividades locales y hasta a Estados soberanos. De todas maneras, la restricción de la publicidad, en consonancia con el bien público, no hará que desaparezca por completo.

Simplemente, ella se redirigirá hacia otros soportes que no produzcan daño a la colectividad y a las personas, tal como ha sucedido en otros lugares en donde se ha legislado en el sentido que se propone. El resultado final será que, después de un período de ajuste, se mantendrán los mismos ingresos y el mismo número de empleos. Por igual, los municipios pueden encontrar fuentes de recursos alternativas al ver que sus riquezas patrimoniales, sus paisajes, sus monumentos y sus sitios son cada vez más atractivos para los visitantes y los turistas.

Entendemos que otros países del área, como Costa Rica, se han adelantado y han adoptado legislación sobre esta materia que debería aplicarse a toda el área centroamericana. Ojalá que Panamá demuestre, en esta ocasión su voluntad de modernidad y de progreso por lo menos comparable a la de sus vecinos.

Propuesta

Una forma concreta de enfrentar el problema es mediante la adopción de legislación, tal como ha sido probado en otros países, sobre la publicidad en vallas y letreros para reordenarla de manera más racional, en consonancia con las necesidades prioritarias de seguridad de las personas y de protección del medio ambiente. Los puntos esenciales de dicho proyecto serían, a mi juicio, los relativos a la seguridad ciudadana, en particular de los conductores de automotores y, luego, los que tratarían sobre la contaminación visual rural y urbana. Así, estarían prohibidas las vallas publicitarias y letreros y preletreros que pueden ya sea reducir la visibilidad o la eficacia de las señales reglamentarias, ya sea a encandilar a los usuarios de las vías públicas, ya sea atraer su atención en condiciones peligrosas para la seguridad de las carreteras. Las condiciones y normas que deben respetar los dispositivos luminosos y espejos reflectores visibles desde las vías públicas serían fijadas por decretos apropiados.

Según la propuesta que hice a la Asamblea Legislativa estarían prohibidas en la ley que se adoptara sobre la materia la publicidad y las vallas publicitarias, letreros y preletreros que, por su forma, sus colores, su texto, sus símbolos, sus dimensiones o su emplazamiento puedan ser confundidas con las señales reglamentarias de la circulación vial adoptadas oficialmente en la República de Panamá. Estaría prohibido colocar afiches o marcas sobre las señales reglamentarias y sus soportes así como sobre cualquier otro equipamiento relativo a la circulación vial. Esta prohibición se aplicaría también sobre los monumentos naturales, las plantaciones, los postes de transporte y distribución de energía eléctrica, los postes de telecomunicaciones, las instalaciones de iluminación pública y los equipamientos públicos que se refieren a la circulación vial, ferroviaria, fluvial, marítima o aérea, las aceras, calzadas y de una manera general sobre todas las obras situadas en la ruta o en las áreas que la dominan, incluyendo el derecho de vía. En el interior de las aglomeraciones, las vallas publicitarias y letreros y preletreros visibles desde la vía rápida estarían prohibidos a cada lado de esta, sobre una anchura de 40 metros medidos a partir del borde exterior de cada calzada. Dicha prohibición se extendería a: 1) las zonas de protección delimitadas alrededor de las áreas clasificadas de carácter histórico o cultural o alrededor de los monumentos históricos; y 2) los parques nacionales y monumentos naturales. Sólo se podría salvar esta prohibición instituyendo zonas de publicidad restringida. La publicidad estaría igualmente prohibida: 1) En los monumentos históricos y las zonas de protección delimitadas alrededor de los mismos. 2) A menos de 100 metros y en el campo de visibilidad de los inmuebles clasificados como monumentos históricos. 3) En las zonas de protección del patrimonio arquitectónico y urbano.

También, fuera de las aglomeraciones urbanas, tal como las definiría el Ministerio de Vivienda, las vallas publicitarias y letreros y preletreros visibles desde una vía rápida, autopista o carretera de cuatro carriles, estarían prohibidas a cada lado de esta, sobre una anchura de 200 metros medidos a partir de borde exterior de cada calzada. Mientras que fuera de las aglomeraciones, las vallas publicitarias y letreros y preletreros visibles desde las carreteras nacionales y las vías comunales estarían prohibidas a cada lado de estas sobre una anchura de 20 metros medidos desde el borde exterior de la calzada. Finalmente, toda publicidad exterior estaría prohibida sobre los inmuebles declarados monumentos históricos, sobre los monumentos naturales, en los parques nacionales y las reservas naturales y en los árboles.

Por su parte la publicidad luminosa estaría prohibida sobre los techos de los inmuebles o frente a las ventanas de los inmuebles residenciales y no debería estar situada en un plan paralelo al de una pared o de la baranda del balcón de una residencia. En este orden de ideas, se otorgaría dos años de plazo máximo para que se ajustaran los actuales usuarios a la legislación propuesta y quedaría, en manos de los municipios, decidir sobre el monto de la autorización para colocar vallas y letreros publicitarios, lo mismo que su recaudación. La ley contemplaría, de manera clara y apropiada, las sanciones para los que la incumplan, ya sea los propietarios de las vallas publicitarias como sus fabricantes y también las sanciones para autoridades encargadas de su aplicación cuando eludan su responsabilidad.

(El autor es geógrafo, historiador y planificador urbano)

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ATENTADO VISUAL

El cáncer de las vallas publicitarias

Omar Jaén Suárez (La Prensa, 31 de agosto de 2009)
opinion@prensa.com

Al fin ha saltado a la luz lo que es notorio desde hace décadas: el grave problema de los excesos de la publicidad en la vía pública que nos afecta cada día más a todos. Hace algunos años realicé investigaciones sobre dicha publicidad y llegué a la conclusión de que las vallas se han convertido, en su mayor parte, en un atentado visual en contra del ambiente y en un peligro para los automovilistas.

El 26 de octubre de 2002 en nota que en calidad de asesor ad honórem dirigí al presidente de la Asamblea Legislativa, Laurentino Cortizo, y para responder a su requerimiento, adjunté un documento con elementos susceptibles de servir de base a un anteproyecto de ley, inspirado en la normativa más avanzada y moderna que ha sido adoptada en países de la Unión Europea y que se ha extendido a todo su territorio; normativa semejante pareciera estar comenzando a adoptarse hasta en Costa Rica y Colombia. En esa ocasión, la Asamblea no pudo actuar, al parecer, triunfó la mafia político-económica de los empresarios de las vallas –que se añade a las de los transportistas y otros elementos nefastos de nuestra sociedad, quienes actúan en contubernio con ciertas autoridades– y desde entonces la situación se ha agravado notablemente.

En aquella ocasión me preguntaba: ¿por qué llenamos el país de letreros y de estructuras ruinosas que afean nuestros paisajes?, ¿cuántas tragedias humanas no se habrían registrado si se hubiese legislado, con oportunidad, en el tema de las vallas publicitarias en las carreteras nacionales?, ¿cuánto luto no se hubiese evitado si se hubiesen adoptado las normas que se aplican en los países más desarrollados que vivieron, anticipadamente, lo que experimentamos hoy en Panamá?, ¿cuántos recursos se han perdido a causa de los accidentes automovilísticos de distracción provocados por vallas? La respuesta la vemos a diario en los titulares de la crónica roja y en la sensación de hastío de los visitantes, panameños y extranjeros, que no comprenden cómo un país puede hacer esfuerzos para atraer turistas y ocultar, desde sus carreteras, la belleza de su medio natural.

Es verdad que tanto municipios como empresas publicitarias encuentran ingresos en la instalación de dichas vallas y letreros y que esa actividad genera empleos. Pero también actividades nefastas, fuera de la ley, como la venta sin cortapisas de productos dañinos crean puestos de trabajo y producen ingresos a ciertos empresarios y a ciertas colectividades locales. Sin embargo, la restricción de la publicidad en consonancia con el bien público, no hará que desaparezca por completo. Esta publicidad se redirigirá hacia otros soportes que no produzcan daño a la colectividad y a las personas, tal como ha sucedido en otros lugares en donde se ha legislado en el sentido apropiado. El resultado final será que, después de un período de ajuste, se mantendrán los mismos ingresos y el mismo número de empleos. Los municipios pueden encontrar fuentes de recursos alternativas al ver que sus riquezas patrimoniales, sus paisajes, sus monumentos y sus sitios son cada vez más atractivos para los visitantes y los turistas. Entendemos que otros países del área, como Costa Rica, se han adelantado y han adoptado legislación sobre esta materia que deberá aplicarse a toda el área centroamericana.

Espero que la administración del presidente Martinelli otorgue al tema la importancia que merece. Una forma concreta de enfrentar el problema es mediante la adopción de legislación, tal como ha sido probado en otros países, sobre la publicidad en vallas y letreros para reordenarla de manera más racional, en consonancia con las necesidades prioritarias de seguridad de las personas y de protección del ambiente. Creo que la denuncia de una situación negativa es necesaria, pero es mejor si va acompañada de una propuesta de solución. En consecuencia, he enviado a varias autoridades, nacionales y municipales, la documentación reunida desde hace años que pudiese servir de base a un anteproyecto de ley que regule la materia, cuya urgencia es más que evidente.

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Burica Press felicita al académico Omar Jaén Suárez por su persistencia en denunciar este cáncer que afea a nuestras ciudades y avenidas.

Burica Press

Vallas del mal gusto y la contaminación

CONTAMINACIÓN VISUAL

‘Valla’ a la peste

Pedro Altamiranda
opinion@prensa.com

La peste de las vallas. Mal endémico panamensis. Por donde vayas: “Vallas”. O como dice el polvoriento bolero: “doquiera que tu vayas…” “Vallas”.

Panamá es la gran Salsipuedes del anuncio que brinca en un pie. A ambos lados de la calle o avenida te reciben estas cruces visuales al mejor estilo del final de Espartaco.

Sacas la cabeza y te estrellas con una seductora guial que te ofrece una fragancia, o con una cerveza con su medallón apantallador, o con celulares de todo tipo que casi quintuplican, seguros, aviones, bancos y más bancos… en fin una verdadera currumbamba de productos que incluso pueden ilustrar tus noches de pesadilla publicitaria.

Cada 100 metros (medida de atletismo vehicular) ¡chas! te recibe un muppie o si lo prefieres, esa lápida publicitaria de “doble cara” que hace de la ciudad un gran cementerio Amador, ah y luego te quiña el ojo una valla horizontal y más adelante una doble horizontal, y una vertical, como quien dice para variar el paisaje, y una unipolar o ¿bipolar? Y otra de dos caras y más allá otra como mona encaramada en lo alto de un esperpéntico edificio obra de nuestros “arquichuecos” o bien recostada sobre una de sus paredes laterales y como colofón otras sobre un paso elevado, que no paso porque de paso nadie utiliza.

Y de repente se cuela una pantalla de televisión gigantesca y otra, sin contar con la gran telaraña (la de el ladrón de Bagdag es niña de pecho) de cables y yucas con que nos regalan las flamantes compañías de electrificación y telefonía. Pero, qué veo, mansa creatividad, tres ciclistas arrastrando cada uno su flamante valla y camiones–vallas o vallatrocs.

¡Machín! ¡Qué quieres que te diga, pana…! Indigestión visual, que sólo se cura cuando el Gobierno (léase Alcaldía) le apriete las tuercas a los valleros y los haga recoger su chatarra disfrazada. Pero eso, espéralo sentado.

Así, podemos afirmar con contundencia que Panamá pare más vallas que un cui, que ya es decir, ¡ahhh! … y todas, toditas con sus correspondientes permisos de colocación criminal, autenticados, refrendados, autorizados y aupados, pero es que claro, te has olvidado que vivimos en un país donde al panameño, su habitante, le encanta el plátano, y más si es funcionario público. Sí, sí, una tajadita por aquí, otra tajada por acá o tajadón y … venga la valla.

No vaya–mos muy lejos y allí está la antigua Zona del Canal. Y para muestra un botón. Tenía dos cosas maravillosas, cableado subterráneo y cero publicidad contaminante. Ah, era hermoso pasearse y disfrutar de sus predios tanto como admirar el sitio de una dama donde la espalda se le convierte en media luna. Pero vino la “vallanitis” o “vallamanía” que es meterte una valla donde ya otra no cabía para bien de la Alcaldía.

En la famosa película de don Siegel La invasión de los usurpadores de cuerpos, unas semillas venidas de otro mundo suplantan a los humanos que se duermen, deshumanizándolos. Igual ocurrirá dentro de poco aquí, cuando a falta de espacio para incrustar otro de estos godzillas urbanos hagan surgir los hombres–vallas (como en los años 10), verdaderos emparedados humanos ambulantes.

Lo peor es que la noche tampoco nos da el reparador descanso a nuestras golpeadas retinas. Allí te apaña, como retortijón, el vallón.

La encementada cinta costera, desde donde el mar no se ve ni con lente de aumento todavía goza de una virginidad monasteril, pero no tardará en perderla. Cogemos apuestas.

Lo peor es que al alcalde Valla–rino se le resbala, como que tiene el gusto debajo del talón de Aquiles y al Municipio y su bonche de ineptos por igual, por lo que seguirán fluyendo los permisos. Pero qué más da si Bern acabó con la mejor vista de la pequeña pero hermosa bahía (ya no la podemos ni Ver–n), Colamarco con el Paseo Balboa, y los cuatro jinetes del Apocalípsis (B.B.S.M.) con la zonificación de la ciudad. Esto de las vallas, viéndolo bien, es chicha de piña.

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Las más asqueroas vallas dentro de todas las vallas asquerosas están las que atiborran a la Provincia de Colón.

Burica Press

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LOS CONTRATOS OCULTOS DE COLAMARCO Y ARROCHA

La ciudad capital sitiada por vallas

08-27-2009 | JULIO ALFARO
jalfaro@laestrella.com.pa

De un día para otro llenaron la vía hacia el Puento Centenario de vallas.  Para colmo esta área es parte del Parque Nacional Camino de Cruces.
De un día para otro llenaron la vía hacia el Puento Centenario de vallas. Para colmo esta área es parte del Parque Nacional Camino de Cruces. Foto: La Estrella de Panamá

La maniobra se dio con la política en plena efervescencia

Nacional PANAMÁ. La proliferación de vallas publicitarias en puentes peatonales, y algunas áreas de la vía del puente Centenario tiene su génesis en dos decretos emitidos por la Alcaldía de Panamá, con cuatro años de diferencia y numerosas implicaciones a su alrededor.

En el año 2005, se promulgó el Decreto 1018, que declaró “áreas libres de publicidad exterior” las zonas contiguas a las vías del acceso Este del puente Centenario. El tramo señalado comprende desde el entronque con la vía que conduce al relleno sanitario de Cerro Patacón al puente Centenario, y viceversa.

La disposición, firmada por el alcalde Juan Carlos Navarro, y la secretaria general de la Alcaldía, Norberta Tejada Cano, prohibía la instalación de estructuras publicitarias “en cualquiera de sus formas” en las áreas y tramos antes mencionados.

Este decreto, además, desarrollaba lo dispuesto en el Acuerdo Municipal 72, de 26 de junio de 2000 —adoptado siendo Navarro alcalde— en cuanto a regulación sobre instalación de estructuras publicitarias en el distrito de Panamá.

El pasado 28 de abril cambiaron abruptamente las reglas de este juego.

Por estar enfrascado en la campaña electoral, como compañero de fórmula presidencial de Balbina Herrera Araúz en el Partido Revolucionario Democrático (PRD), Juan Carlos Navarro pidió una licencia de su cargo, encargando al vicealcalde, Iván Arrocha Chevalier de la comuna capitalina.. y fue allí donde comenzó el verdadero cambio.

MODIFICACIÓN OCULTA

Cinco días antes de las elecciones presidenciales, Arrocha puso su firma en el Decreto 316, por el cual se derogó “en todas sus partes” la norma que Navarro había puesto en vigencia cuatro años antes.

No conforme con esto, Arrocha “agregó” algunas disposiciones, como parte del desarrollo del acuerdo de 26 de junio de 2000, admitiendo la instalación de este tipo de publicidad en servidumbres públicas, autopistas y corredores.

El alcalde encargado justificó además la derogatoria del Decreto 1018 en la necesidad de incorporar “más áreas para la explotación de la actividad de publicidad exterior”.

Añadió otras dos razones a su decisión; la primera, “descongestionar visualmente algunos sectores afectados” en la ciudad capital. La segunda, “incrementar los ingresos en concepto de impuestos”.

Otro detalle. El decreto de Arrocha sólo permite la instalación de estructuras publicitarias “tipo unipolar” (un gran anuncio sostenido por un poste que le proporciona soporte y altura) “a una distancia no menor de 500 metros entre una y otra estructura.

Un recorrido por el acceso Este del puente Centenario contradice claramente lo que expresa la disposición municipal.

Un último aspecto. Los dos decretos tienen un denominador común. La firma de Norberta Tejada Cano, secretaria general de la Alcaldía de Panamá hasta hace un par de meses. La ex funcionaria no respondió las llamadas que se le hicieron para hablar sobre el asunto.

REACCIONES

Luego de la denuncia publicada ayer por La Estrella , las reacciones ante la situación se multiplicaron.

El Ministerio de Obras Públicas (MOP) inició una serie de procesos legales contra las empresas que han incumplido con las leyes sobre instalación de vallas en áreas de servidumbre vial.

Por otro lado, la Alcaldía de Panamá, a través de la Dirección de Legal y Justicia está examinando el marco legal pertinente al Decreto 316. para determinar sus implicaciones.

No fue posible contactar al ex alcalde Iván Arrocha, pese a numerosos llamados que se le hicieron, e incluso, a personas que lo conocen.

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La contaminación que se ve


CÉSAR E. ESCOBAR VÁSQUEZ
cescobar@elsiglo.com

¿Cuándo se regulará el exceso de propaganda en las calles?

En ciudades latinoamericanas como Bogotá, Medellín, Santiago de Chile, Sao Paulo, recientemente, se ha prohibido el exceso de publicidad exterior, como vallas, carteles, pancartas, etc. y en otros países, han ido más lejos, como España, en donde existe una ley de protección ambiental que permite multar a las empresas que coloquen carteles que estropeen el paisaje y el entorno de un parque natural. Pero en Panamá poco es lo que se hace por evitar la contaminación visual. Con la llegada del proceso electoral, también ha proliferado la contaminación visual causada por este tipo de publicidad.

Solo hay que dar una vuelta por corregimientos como Bella Vista, San Francisco, Betania y Pueblo Nuevo para evidenciar la proliferación de este tipo de propaganda.

El arquitecto urbanista Álvaro Uribe, comentó que el problema de la contaminación visual se debe a la falta de educación que existe entre los panameños y que a pesar de que nuestro país se perfila como una de las ciudades modernas del continente, somos un poco provincianos en este tema, puesto que no le prestamos interés a nuestro entorno natural. Sin embargo, la publicidad en la calle no deja de ser una cuestión relativa, pues no existen áreas destinadas para tal fin. Pero, ¿realmente afecta al ser humano el exceso de publicidad? Según estudios científicos, el exceso de propagandas publicitarias afecta al ser humano, los mismos pueden provocar dolor de cabeza, estrés por saturación de colores y elementos o distracciones peligrosas para los conductores cuando desvían la atención para ver un cartel concreto en la carretera o sustracción de datos de interés cuando ocultan señalizaciones de tráfico o de tipo informativo. En septiembre de 2005 los alcaldes de Panamá, Arraiján y La Chorrera firmaron un acuerdo para evitar la contaminación visual sobre las autopistas, como una forma de evitar accidentes automovilísticos por causa de las vallas.

Otro de los efectos perjudiciales de estas vallas, es que ha proliferado su instalación en las barandas de los puentes peatonales, lo que ha sido aprovechado por delincuentes para cometer asaltos en estos lugares.

En el aspecto legal, la Alcaldía mantiene el acuerdo municipal No. 72 del 26 de junio, mediante el cual se encuentra reglamentado por los Decretos 1768 y 766, en el mismo se dictan normas sobre trámites, dimensiones y ciertas formalidades que deben llevar las vallas publicitarias para la obtención del permiso municipal.

En cuanto a cifras Fernando Arias, jefe de Publicidad Exterior de la Alcaldía, explicó que para el año 2008 se tramitaron 456 solicitudes para la ubicación de publicidad, de éstas se entregaron 327 permisos que cumplían con los requisitos y se rechazaron 129. También se practicaron 137 operativos donde se removieron 2,518 estructuras ilegales, se impusieron 242 citaciones a los propietarios de las vallas y de esta cifra 200 han sido sancionados con multas que van desde los 25 a 10 mil dólares.

Para el candidato independiente a la Alcaldía, Miguel Antonio Bernal, el problema de la contaminación visual, además de la contaminación auditiva, es grave. Comentó que la ciudad de Panamá requiere estar dotada de una personalidad propia y dentro de ella se deben buscar los mecanismos apropiados, previa consulta y previa educación ciudadana, para ponerle un alto a la dañina contaminación visual, comprometiéndose, a sí mismo a aplicar las normativas internacionales ya existentes en materia de anuncios publicitarios.

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Contaminación visual:
Una oportunidad para sentar un precedente

Al señor Procurador de la Administración.

Licenciado
Oscar Ceville
Procurador de la Administración

Estimado Licenciado Ceville:

Soy un padre de familia que cotidianamente lleva a su hija a la escuela, utilizando la autopista de acceso al puente Centenario. Me he ganado la vida trabajando en la profesión de biólogo y llevo 30 años dedicado a temas de educación ambiental y ecología, razones que me motivan a dirigirme a usted. De mis padres no recibí mayor herencia en dinero ni propiedades, pero sí legados invaluables que hicieron de la vida de ellos dos, de la mía – y espero que también de la de mis hijos –, una existencia bastante feliz y digna. Me refiero a valores como el respeto y el asombro ante la naturaleza.

Cada vez que hacemos ese viaje con mi hija desde Gamboa, transitamos por dos parques nacionales: el Soberanía y el Camino de Cruces. Y a pesar de ir en movilidad disfrutamos de la belleza natural ahí protegida. No es difícil observar sus cambios estaciónales, sean estos las impresionantes migraciones de rapaces en noviembre o de mariposas en agosto, o la floración simultanea de robles, guayacanes y nazarenos tras las primeras lluvias del año. Como sucede en pocas ciudades capitales, esos paisajes brindan calidad de vida a los miles de ciudadanos que transitamos diariamente. Además, y esto es muy importante señor Procurador, son una referencia: nos enseñan por comparación, cómo es una carretera libre de contaminación visual.

Un acertado decreto municipal del año 2005 declaró esta autopista libre de publicidad externa. En una ciudad tan maltratada por la contaminación visual como la nuestra, ese decreto fue una demostración lo que somos capaces de hacer, cuando queremos y cuando hay voluntad política.

Pero ahora el decreto municipal No. 316 del 28 de abril del 2009 ha derogado al anterior e inmediatamente ha autorizado la instalación de vallas unipolares cada 500 metros , negándonos a todos el derecho a una autopista –¡La única en todo el país!– sin contaminación visual. Son casi 80 enormes vallas de tipo unipolar (16×32 pies) las que esperan poder levantar.

No hay que ser abogado, señor Procurador, para escarbar un poco este asunto -comprobar fechas, aprobaciones, beneficiarios…-, y encontrar anomalías e ilegalidades escandalosas. Solo por eso habría que retirar esas vallas inmediatamente y derogar el decreto de marras. Pero ahí estamos, considerando aun si procede o no procede tolerar esa falta de respeto a todos, incluyendo a la ecología…

Como sabemos, señor Procurador, conseguir este acto de justicia que sentará un precedente en el país, solo se logrará si primero, en el marco de la demanda interpuesta contra el decreto en la Corte Suprema de Justicia, la Procuraduría de la Administración a su cargo da una opinión favorable ante la Alcaldía.

Por respeto a nuestros hijos, que merecen poder creer que en el país hay gente honesta, por respeto a nuestras leyes y a nuestras áreas protegidas, como ciudadano y con la debida consideración señor Procurador, yo lo emplazo a usted a no demorar más y dar pronto una opinión favorable a la revocación del decreto municipal No. 316.

Atentamente,

Jorge Luis Ventocilla
8-424-791
ventocilla.jorge@gmail.com
Septiembre 2009

09.09.2009

ANAM juega con evaluación ambiental de proyectos

PÉRDIDA DE OPORTUNIDAD

La Anam juega a las carreras

Joana A. Ábrego G.
opinion@prensa.com

Cada vez que una comunidad se queja de la construcción de algún proyecto en su “patio trasero” sin considerar las verdaderas afectaciones a su calidad de vida, se quejan implícitamente de dos factores fundamentales: la pobre ejecución de las leyes vigentes y la falta de eficacia de dichas normas para prevenir y/o solucionar estos conflictos.

En estos casos, la norma ambiental es una protagonista obligada, particularmente aquella sobre el proceso de evaluación de impacto ambiental (EIA), llamado a ser, según nuestra propia Ley General de Ambiente, un sistema de advertencia temprana para la protección del ambiente.

Volviendo a esas cuestiones fundamentales, el llamado EIA ha sufrido de ambas falencias. La primera ha sido demostrada por recientes decisiones de la Corte Suprema de Justicia, aunque el grueso de sus ocurrencias jamás llegaría a ser ventilado ante esta esfera. La segunda se entreveía frente a las ventanas abiertas dejadas por el Decreto 209 de 2006, que reglamentaba este proceso.

La posibilidad de aprobar estudios de impacto ambiental condicionados, que no es más que código para “aprobación de EIA insuficientes”; la confusa descripción de criterios para establecer su categoría, es decir, la profundidad requerida del estudio; la utilización de contenidos mínimos empleados como un llenar espacios, donde cualquier elucubración poética del consultor vale para cumplir el requisito; y la permisividad para la segmentación de proyectos en múltiples estudios de distintas categorías, sin consideración de los impactos acumulativos o sinérgicos de su totalidad, son sólo los más destacados ejemplos.

En días pasados, la Autoridad Nacional del Ambiente (Anam) presentó los decretos ejecutivos que vienen a sustituir al 209, Decretos Ejecutivos 122 y 123 de 2009. Las intervenciones de los asistentes al evento orbitaron sobre la necesidad de un espacio para un mayor análisis de las nuevas normas. La idea fue prontamente acogida por su nuevo administrador general, sin embargo, la pregunta subyace: ¿Por qué no fue este magnífico espacio de participación previo a la promulgación de los referidos decretos? Por el contrario, se ha perdido una oportunidad de oro para, a través de los aportes de todos los actores, lograr un instrumento de gestión ambiental renovado y fortalecido.

En su lugar contamos con una norma (ahora llamada “en un dos por tres”) que, aunque incluye ciertas precisiones necesarias, no resuelve ninguna de las cuestiones planteadas y en su apuro por reducir los tiempos de trámite para los promotores, no considera los verdaderos recursos humanos y técnicos de la institución, que ahora tendrán que encargarse, no en la prevención sino en la remediación, de daños ambientales que quizás nunca puedan subsanarse, a pesar de los prometidos pero ya conocidos graves castigos para los responsables.

Aún es muy pronto para presumir menos que las mejores intenciones de nuestras nuevas autoridades, pero ojalá no sea muy tarde cuando quieran corregir los errores que la fiebre de la desburocratización llevada a la locura pueda acarrear, porque entonces ni la Corte Suprema podrá corregir sus mea culpa, y mucho menos “en un dos por tres”.