Reproducimos el artículo del hombre de letras panameño, ex-rector de la Universidad de Panamá, el cual tomamos como editorial de Burica Press, por la coyuntura social que se viven en este momento en el país.
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UN FENÓMENO COMPLEJO.
El nuevo sindicalismo
Carlos Iván Zúñiga Guardia
Durante 14 años estuve vinculado como asesor legal al sindicato más fuerte de la República. Esa relación me dio la oportunidad de conocer las políticas y mañas patronales y todas las incomprensiones sociales que confronta un sindicato que desea ser independiente.
En un principio (1960), el movimiento sindical bananero encontró muchas dificultades. A nivel nacional los medios de comunicación bombardeaban con etiquetas malévolas a los dirigentes y asesores, creando una desazón e incertidumbre colectiva. En lo interno algunos representantes patronales trataban de sobornar a los trabajadores poniendo precio a cada renuncia del sindicato.
La empresa no estaba acostumbrada a tratar con un sindicato independiente. Siempre tuvo a su servicio un sindicato amarillo. A su vez la estructura judicial local procuraba resolver cada caso atendiendo los intereses patronales, sobre todo cuando se resolvía un conflicto colectivo. Se ideó, como respuesta, un mecanismo de conciliación directa con tanto éxito que el juez de Trabajo carecía de oficio. Se estableció un orden fundado en el conocimiento de los deberes y derechos y la empresa comprendió las ventajas de trabajar con una organización seria y responsable. Ese orden tuvo su manifestación de superior responsabilidad durante los días aciagos de enero de 1964. Los directivos patronales marcharon a Costa Rica y el sindicato asumió la protección de las instalaciones o fuentes de trabajo. A pesar de todos los avances las divergencias no fueron anuladas, como es natural, y los conflictos colectivos o el incumplimiento de las convenciones colectivas enturbiaron frecuentemente las relaciones.
En esa época el sindicalismo era legalista; es decir, no podía salirse del esquema del Código de Trabajo que lo confinaba al mundo estrictamente laboral. El sindicato no podía incursionar en la cuestión política ni siquiera con el voto mayoritario y democrático de sus asambleas generales. Sencillamente la vida política era patrimonio exclusivo de los partidos políticos. El sindicato tenía libertad para volar, como lo hace una mosca dentro de un vaso sellado, pero dentro de un espacio taxativamente limitado. Pero desde entonces se advertía y vislumbraba que por imperativo de las crecientes perturbaciones sociales, económicas y políticas, el sindicato tenía que romper las paredes del vaso.
Es exactamente lo que viene haciendo el sindicalismo contemporáneo en casi todos los países latinoamericanos. El fenómeno resulta polémico y también complejo porque responde a diversas causas generalmente hijas de la frustración y del desengaño. Una de estas causas es la falta de liderazgo político. Otra es la apatía de los partidos políticos para enfrentar los conflictos sociales. Los mil problemas que acosan al panameño de hoy no despiertan la atención responsable y sistemática de los partidos. Su función primordial actual es preparar el ajedrez presidencial del 2009.
Foto: A. Rodríguez. Suntracs en la defensa de la seguridad social de Panamá.
El sindicalismo de hoy, huérfano de voceros políticos, dueño de su propia voz y de su propia agenda, desbordó de hecho el marco legalista. Desde hace años Suntracs, por ejemplo, viene asumiendo ese papel y ha estado vinculado a tareas y objetivos novedosos para el sindicalismo tradicional, que en otros países son propios de las luchas de los partidos políticos. Tan solo que la crítica no se detiene a ponderar los objetivos de esas luchas, sino a condenar los procedimientos. Es obvio que en materia de métodos Suntracs debe revisarlos porque es evidente el reproche social por algunos de ellos.
Pero al censurarse los procedimientos (tranques y agresividad verbal), se llega al extremo de ocultar los crímenes que se cometen en perjuicio de los miembros del Suntracs. En estos días fue asesinado el trabajador Osvaldo Lorenzo. Lo asesinaron adversarios que andaban armados en el centro de trabajo. Doble delito. Se infringió el Código de Trabajo que prohíbe portar armas en el centro de trabajo y se violó el Código Penal. En este doloroso caso a las víctimas las presentan como victimarios.
Al Ministerio Público le corresponde la tarea urgente de investigar este gravísimo hecho de sangre sin precedentes en las relaciones obrero-patronales entre nacionales. Y al Ministerio de Trabajo le sigue correspondiendo garantizar la libertad sindical, pero con el especial cuidado de evitar que esa libertad sea utilizada para crear sindicatos amarillos, que en la forma y en el fondo, constituyen dogales empresariales en perjuicio de los legítimos derechos de los trabajadores. Es cuestión de reglamento y vigilancia.
A nadie debe extrañar la evolución sindical de legalista a protagonista integral en todos los problemas del país. Si ayer el mundo sindical era exclusivamente su empresa, hoy es la nación entera, con sus conflictos, desventuras, inseguridades y esperanzas. Adaptarse a esa nueva realidad resulta difícil en algunos sectores. Las partes tradicionales deben transitar en las nuevas vías: el Estado revisando las estructuras jurídicas con el objeto de dar mayor fluidez al protagonismo de los trabajadores, de la sociedad civil y de los independientes en la lucha por sus derechos políticos, sociales y económicos; los empresarios deben aprender a convivir sin perfidia con sus empleados como lo ha logrado, por ejemplo, Capac; y los trabajadores entender que en la lucha por sus objetivos tan importante es cultivar el fondo -la esencia de los fines- como mantener formas que no lastimen legítimos derechos de terceros.
El autor es abogado y fue rector de la Universidad de Panamá
La Prensa, 18 de agosto de 2007
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