El último jaguar de Azuero
Ariel Rodríguez Vargas
Universidad de Panamá
Azuero es una Península, casi una isla virtual para la biota terrestre. No existen corredores biológicos que salvaguarden la dinámica biótica entre los ecosistemas de esa península y el resto del istmo. Los bosques de Azuero han sido devastados por la potrerización desde la época colonial. El resto del país tampoco escapa a esta dinámica de destrucción. Parece una tragedia todo, en un país que se jacta que avanza hacia el desarrollo; sus ecosistemas y sus especies van a la extinción. Eso no es desarrollo.
La conservación de los recursos naturales es un pilar fundamental del desarrollo y nunca debe ser vista como una actividad colateral dentro de este paradigma. Los países con mejores avances en el desarrollo humano y tecnológico, tienen a su vez enorme proyectos de conservación de la naturaleza. Ellos saben que el bienestar humano está en la naturaleza. Se lucha a favor de ella y no contra ella. Si un proyecto de desarrollo requiere sacrificar preciados recursos naturales, éste debe prever una inversión significativa en restauración ecológica que minimice e incluso maximice la calidad ambiental de la región afectada.
Panamá, aún dentro de la devastación ambiental que persiste, todavía cuenta con hermosos lugares y rica biodiversidad. Azuero es uno de estos lugares, ya que es un región de riqueza biótica especial, dado su condición de isla virtual, especialmente en los reductos boscosos que quedan. Amerita con un urgencia un impulso real en conservación y restauración ecológica de esta región.

El Jaguar, conocido como «tigre» por los campesinos es el felino más grande del continente americano. La población de jaguares de la Península de Azuero se presume está en un Estado Crítico de Conservación. Foto:commons.wikimedia.org
La primera semana de octubre de 2013 ha sido una semana «trágica» para los ambientalistas y otros grupos sociales. Todos han quedados estupefactos al ver cómo un grupo de campesinos de la provincia de Herrera ha matado a tiros a un jaguar que fue sorprendido en sus fincas. La historia que no ha sido bien contada es fácil deducirla. Un jaguar fue sorprendido por los perros de los campesinos, el jaguar huye hasta que se ve acorralado, en ese momento ataca a los perros para defenderse. Los campesinos, dentro de su cultura popular, sólo tienen una cosa que hacer: matar al animal.
La indignación por esta matanza ha crecido entre los ciudadanos en general, ya que esta noticia ha sido difundida en la redes sociales y medios de comunicación comerciales. La difusión incluye un video aficionado, donde uno de los campesinos juega con el cadáver del felino abatido.
Yo personalmente pienso que en efecto el hecho es lamentable desde tres ángulos: el jaguar, los campesinos y el país. Este simple hecho desnuda la farsa de educación ambiental que no estamos dando, desnuda la ignorancia ambiental de nuestro campesinos en temas de conservación de vida silvestre y desnuda que las instituciones públicas y privadas no estamos trabajando suficiente para que la gente cuide, valore, proteja y salvaguarde los ricos tesoros naturales que todavía tenemos.
Sé que el problema es complejo, especialmente cuando nunca hemos tenido, dirigentes políticos con visión amplia de país y de mundo. Mientras los políticos que se pelean los puestos de poder no sepan que significa desarrollo sostenible y desarrollo humano para su pueblo, en cada rincón de este pequeño país, nunca saldremos del sub-desarrollo y seguiremos viendo este tipo de actos bárbaros entre fauna y gente, que en este caso la víctima ha un hermoso felino, probablemente el último o penúltimo de los jaguares de los bosques de Azuero, ojalá me equivoque.
Tres provincias comparten el territorio de la Península de Azuero. Cada una sin un rumbo real de desarrollo, sin planificación territorial y sin oportunidades reales para que la gente del campo y de los pueblos entren al desarrollo en el pleno sentido de la palabra. Ese desarrollo debe llevarnos al punto en que nuestros campesinos se sientan orgullosos de tener jaguares en sus fincas y bosques y ser parte de quienes los protegen en vida silvestre. Un pueblo educado es un pueblo culto. Un pueblo culto es la base del verdadero desarrollo.
En fin, la historia de un jaguar muerto en Herrera esta semana nos lanza en la cara una bofetada a todos los que no estamos haciendo suficiente para que este país sea un país civilizado pleno.
Me enorgullece ver la indignación de mucha gente, creo que estamos avanzando, pero me entristece la otra cara de la moneda. Es nuestra labor seguir impulsando la vela hacia el país que sea ejemplo en conservación para el desarrollo y no lo inverso.
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