Los indígenas mexicanos de Bocas del Toro

LOS INDIOS MEJICANOS DE BOCAS DEL TORO

José Manuel Reverte*
Academia Panameña de Historia

Hemos mencionado en varias ocasiones en el curso de este estudio la existencia en Bocas del Toro de indios mejicanos.

La primera noticia que tenemos se debe al propio Hernán Sánchez de Badajoz quien hizo al parecer amistad con ellos. La Fortaleza de Marbella que construyó sobre la Loma de Corotapa, estuvo situada en el territorio que ellos habitaban en el Valle del Duy que más tarde se llamaría por tal motivo «Valle del Duy y Mexicanos».

Los indios que acompañaban a Badajoz llamaban chuchumecas o chichimecas a los indios que trajo Rodrigo de Contreras consigo al Istmo. Probablemente porque hablaban una lengua náhuatl. Recuérdese que Contreras trajo 250 indios de Nicaragua para reforzar su pequeño ejército de 100 soldados.

Noticias más precisas se encuentran en las relaciones hechas por el Adelantado Juan Vázquez de Coronado al presentar sus méritos ante Su Magestad (140). En la pregunta No. 20, dice: «Por noticia quel dicho General tuvo estavan poblados ciertos indios mexicanos cerca de la dicha provincia de Ara, en el Valle de Coaza, a costa de mucho travajo, aunque ellos mucho procuraron disimularlo y encubrirse, los descubrió y como a los demás hizo dar la obediencia a S. M. é asimismo les dio orden como entre sí políticamente se oviesen é tratasen …»

El Capitán Diego Caro de Meza, aclara la pregunta, No. 19 de la Probanza haciendo mención de la existencia de un cacique de nombre YSTOLI ó YZTOLIN, «cacique mexicano» que también fue mandado curar por Vázquez de Coronado de una herida que tenía en la mano, de la que sanó gracias a los cuidados que le dieron.

Confirma la existencia de un grupo de indios mexicanos que como se dijo vivían en el Valle de Coaza (entre el Río Sixaola y el Río Changuinola) (Tarire y Tilorio), cuyo señor natural era precisamente el cacique YSTOLI al que en su propia lengua, náhuatl, o mejicano, con ayuda de unos intérpretes nahuatatos logró explicar sus propósitos.

Todos los testigos de la Probanza confirman la existencia de indios mejicanos en la región.

En un documento al que ya se hizo mención (141) del mismo año de 1564, se dice que el 19 de febrero, llegó al poblado de Ara o Hará donde se hallaba Vázquez de Coronado con su gente, «el cacique YZTOLIN mexicano, cacique de los chichimecas, comarca del pueblo de Hará, el qual dixo por lengua de Lucas Descebar, naguatato, quél venía a ver lo quel dicho General mandava… el qual dicho vasallaje dio a su nombre y de los demás chichimecas mexicanos que están en el Valle de Coaza».

En una carta del Gobernador de Veragua, D. Iñigo de Aranza (1595) (142) dice así:

«En la tierra que llaman DUY, hay más de 6.000 indios de guerra, y ay noticia que tienen su trato con los de México que allí quedaron cuando les tomó la voz de la entrada primero de los españoles, habiendo ido ellos por el tributo de oro que aquella provinzia dava a Montezuma».

Con estas líneas se confirma lo que sólo eran conjeturas en el capítulo V, es decir que en efecto, los mejicanos de Yztolín eran un grupo de recaudadores y su cuerpo de protección y sus descendientes que habiendo sido sorprendidos en el Istmo, lejos de Méjico cuando Cortés atacó en forma fulminante al imperio azteca, prefirieron quedarse donde estaban al tener malas noticias, y quizás noticias de la propia muerte de Moctezuma, y allí permanecieron por años, protegidos por los indios de la región, con los que se mezclaron hasta que fueron descubiertos por los españoles que más tarde o más temprano penetraban por los lugares más recónditos en su afán de explorar y someter rápidamente los territorios de América, el Nuevo y siempre interesante mundo que tenían ante sí.

Y nos hace pensar también este párrafo en una cierta forma de sometimiento a la fuerza del Imperio azteca por parte de los indios bocatoreños, por parte de las tribus de la región Norte de Panamá.

Siendo en el año de 1603, Gobernador y Capitán General de Veragua, Cpclé y Duy y Guaymí, D. Juan López de Siqueyro, escribe al Rey lo siguiente (143):

«Por la Bahía del Almirante en una provincia rica de oro que se llama del DUY, ques desta Gobernación de Veragua en la guarda raya de la Costa Rica y Nicaragua que confina con ellos, y los naturales della se llaman los mexicanos».

En 1617, el Capitán Diego del Cubillo (144) llama a la Provincia «Valle del DUY y Mexicanos», y menciona el hecho de que aún está sin reducir.

Por su parte, Juan de Estrada Rávago en 1573 (145) dice que:

«El gran Rey Montezuma envió sus ejércitos a Costa Rica, en demanda de dicha provincia… y así queda hasta hoy día — y ha visto reliquias de sus soldados y ejércitos que se llaman nauatatos».

Todavía más, el Obispo de Panamá Fray Francisco de la Cámara dice en una carta (146) probablemente del año 1620, refiriéndose a los indios que habitaban el Río de Teribe o de la Estrella: «Aunque son belicosos, se sabe que es gente política, que viste ropa de algodón, que fue sugeta a Montezuma, emperador mexicano, hasta el tiempo que entró la conquista, de españoles en aquel reino y estado; y es la tierra donde los mexicanos venían por pro para sus ydolos y ofrecimientos… es gente que usa alguna policía a la usanza mexicana».

Más tarde, cuando los franciscanos dirigidos por Fray Francisco de San José (1697) levantan un cuidadoso censo (147) de los indios que vivían en las márgenes de los Ríos Changuena, Teribe y Chan-guinola, al hacer mención de la Isla de Toja (Hoy Isla de Colón) en la que actualmente se encuentra la capital de la Provincia de Bocas del Toro, dice que «esta isla se pobló de una parcialidad de mexicanos que no cupo en Talamanca por revoltosos», a los que se unieron térrabas, dorasques y seguas. Más tarde desaparecerían al ser capturados por los piratas ingleses y los zambos mosquitos aliados de éstos.

Los documentos mencionados vienen a ser confirmados por los modernos hallazgos arqueológicos que han puesto de manifiesto también el hecho de que el oro que muchas veces se encuentra en Méjico y Centroamérica en los yacimientos arqueológicos, tiene las señales patentes de la manufactura panameña, y también colombiana.

Morley afirma (148) que «el estudio de los objetos de oro y cobre encontrados en el Pozo de los Sacrificios (Zenote Sagrado) indica que fueron traídos a Chichón Itzá desde puntos tan lejanos como Colombia y Panamá en el Sur».

Las conexiones comerciales entre el área maya y Panamá parecen quizás deducirse siguiendo a Morley quien después de señalar la falta casi absoluta de oro en la región del Viejo Imperio, asegura que de las pocas piezas de oro halladas en excavaciones en Copan, tales como un par de piernas pertenecientes a una figurilla humana hueca, de una aleación de oro y cobre sugieren que fue hecha en Costa Rica o Panamá según parece deducirse de la técnica de vaciado empleada así como del análisis químico de la aleación de que está hecha, y termina diciendo que «llegó a Copan probablemente como artículo de comercio».

Volviendo a los objetos de oro y cobre hallados en el Pozo de los Sacrificios de Chichén Itzá, dice Morley que hay discos con decoración «hecha conforme a la técnica de repujado, y tazas, collares, brazaletes, máscaras, pendientes, anillos, orejeras, cascabeles y cuentas», cuyo estilo y ejecución indican su origen de Costa Rica y Panamá «llevados al NO. hasta Chichén Itzá por medio del comercio» (149).

Todavía puntualiza más Morley al decir que el análisis químico de los objetos hallados en el Pozo Sagrado indica que pueden proceder de la Cultura Coclé o de la Cultura Chiriquí.

Según Vaillant (150), la cerámica pseudovidriada tipo «plumbate» tenía un amplio campo de distribución comercial «llegando por el Sur a Panamá», y a su vez, «los ornamentos de oro de Panamá aparecen como ofrendas votivas en el Zenote Sagrado de Chichén Itzá en Yucatán».

Ya está plenamente comprobado que en Panamá hubo una industria activa en relación con el trabajo del oro (151).

La palabra chichimecas o chuchumecas significaba para los indios Teribes y sus vecinos próximos, indios procedentes del Norte, a los que por extensión llamaban mexicanos.

Según Cañáis Frau (152), el abandono de la ciudad de Tula, capital del Imperio Tolteca en 1168, como su posterior destrucción en 1172, coincide con la llegada desde el Norte, de contingentes de Nahuas que fueron los primeros chichimecas, los cuales invaden el Valle de Méjico y dan origen a un período que duraría 250 años aproximadamente y que se caracterizó por las constantes luchas e inseguridad, resultado de la pugna por la soberanía que disputábanse poblaciones rivales. No será hasta el año 1428 cuando se estabiliza el poder político coincidiendo con un renacimiento cultural y artístico.

Y señala Cañáis Frau que «las fuentes tradicionales mejicanas llamaron chichimecas a todos los pueblos nómadas que originariamente vivían al Norte de la línea demarcatoria de la civilización que eran generalmente nahuas o estaban nahuaizados». Incluso los aztecas en su comienzo fueron chichimecas.

Así no es de extrañar que los indios del Istmo de Panamá conociesen y les fuese familiar este nombre de chichimecas, que aplicaban probablemente a todos aquellos a quienes oían hablar la lengua náhuatl.

Parece indudable que ejerciera influencia en las tribus del Istmo en ciertas costumbres, tratos comerciales e incluso en la lengua. No podemos llegar a precisar hasta donde llegó esta influencia, pero mencionaré algunas ideas que saltan a la vista.

La palabra OE-KA, por ejemplo, (debe leerse cerrando la boca para pronunciar la o, como la o con diéresis alemana o la oe francesa). En lengua teribe OE-KA, o-ka significa el diablo-serpiente que se encuentra en los raudales de los ríos en espera de su presa, por ejemplo un indio con su canoa, para devorarlo. En lengua azteca EKATL o EHEKATL, (ekatl, o ehékatl), era el Dios del Viento, una de las formas en que se representa Queztalcoatl, la serpiente emplumada. Cuando el indio teribe pronuncia la palabra o-ka, parece que está diciendo ekátl. Es muy posible que estas dos palabras estén en íntima relación, en cuyo caso, se trataría de una influencia directa náhuatl sobre la lengua y creencias teribes.

Pongamos otro ejemplo: en lengua teribe a los genitales femeninos se les dice «klaksigua». En la Mitología azteca existe la diosa CIHUACOATL, la mujer-serpiente, diosa de la tierra, que rige el parto y la muerte en él. Obsérvese el parecido fonético de estas dos palabras: cihua-coatl y sigua-klak. La única diferencia, o al menos las más marcada es que en la palabra teribe hay una inversión de los términos. No creemos que se trate de una exageración, pues en azteca sihuatl significa mujer, y klatl o tlatl quiere decir tierra, y tlaelli, flujo de sangre, y cía o tía, quiere decir cosa, algo.

Tia-sigua o Kla-sigua, o «klasigua», según esto querría decir «lo de la mujer, algo de la mujer, cosa de mujer», que muy bien cuadra con la significación teribe: «genitales femeninos».

Cuando el cacique Teribe de nombre QUIQUINCUA, se presenta en Curcurú con «60 indios maceguales» para rendir obediencia a Vázquez de Coronado (Véase nota 63), observamos que se está empleando una palabra náhuatl, que es macegual, o macehualli que significa villano, vasallo.

No todo es sin embargo coincidencia, fonética. Ya Schuller (153) había observado una fuerte influencia maya- quiche, señalando unas 75 palabras teribes que son francamente maya-quichés.

El cacique que Vázquez de Coronado encuentra herido en una mano y que era el señor natural de los mexicanos se llamaba YSTOLI YZTOLIN o ESTOLI. En lengua azteca ITZTLI, significa cuchillo de piedra o cuchillo para sacrificios, y es una varíente de TEZCATLI-POCA con apariencia de cuchillo para los sacrificios. TEZCATLI-POCA era el llamado «Espejo humeante», uno de los dioses mayores mexicanos, dios tutelar de Tezcoco.

La palabra Quequexque, nombre como ya se vio de un poblado situado en el Río Teribe, es palabra netamente azteca, y significa en esta lengua «cosa que da comezón». La palabra teribe dzón que significa vello, cabello, es también palabra azteca y tiene el mismo significado en esta lengua. La palabra chichi, perro, usada por los teribes, es también palabra azteca con idéntico significado. Dzomsh-t¡, quiere decir afeitar la barba en lengua teribe; en lengua azteca se dice tentzoxima, que tiene un gran parecido fonético. Kamo, boca en lengua teribe, y camatl, boca en azteca. Tin kuó, araña, en teribe y tequan, araña negra en azteca. Texo, brujo, encantador, ser diabólico en teribe, y texo, brujo o encantador en azteca. Mish-kuo, gato en teribe, y inizto, gato en azteca. Uoía, piel, en lengua teribe, se dice euafl en azteca. Es sabido que las palabras aztecas terminadas en f I, los pilpiles la simplificaban convirtiendo la F en a. Estas no son más que algunas equivalencias. Seguramente hay muchas más-

Creemos que queda suficientemente claro que la influencia mexicana llegó al Istmo de Panamá, y que hubo relaciones culturales, comerciales y tributarias entre los indios del Norte de Panamá, especialmente de Bocas del Toro y los aztecas de Moctezuma.

Reminiscencias de esta influencia son también los numerosos indios guaymíes que aún hoy emplean el apellido Moctezuma además de su nombre propio, y que se creen descendientes de aquel grupo de mejicanos o de otro similar que pudo haber en alguna otra parte del Istmo.

 

* Capítulo IX. Los Indios Teribes de Panama. 1967. Trabajo presentado al XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, septiembre de 1966.

140 «Provanza hecha ad perpetuara Rey Memoriam, etc. 1564″. (AGÍ, Patronato, M-12/3).

141 «Obediencia de caciques y toma de posesión de varios pueblos, 1564″. (AGÍ, 1-1-1/27).

142 «Carta del Gobernador de Veragua D. Iñigo de Aranza» (1595). (AOI, 69-3-13).

143 «Cartas del Gobernador de Veragua a S. M., 1603». (AGÍ, 69-2-39).

144 «Proposición a S.M. del Capitán Diego del Cubillo para conquistar los indios de Talamanca, 1617» (AGÍ, 69-2-2).

145 «Memorial de Servicios de Juan Estrada Rávago», 1573. (Puede verse en /Peralta, «Costa Rica, Nicaragua y Panamá», Madrid, 1883, pág. 368).

146 «Carta del XIV Obispo de Panamá, Fray Francisco de la Cámara y relación sobre Veragua (AGÍ, 69-4-31).

147 «Declaración de las casas y parcialidades de los Térrabas por Fray Francisco de San José, 1697». (AGÍ, 65-6-28).

148 Morley, Sylvanus G.: «La civilización maya» (Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1956).

149 Ya señalamos el hecho, que parece confirmar este tráfico, de la gran embarcación encontrada por Cristóbal Colón y sus hombres al tocar en Guanaxa durante su IV Viaje (Ver pág. 22). Por no hacernos demasiado prolijos no repetimos todos aquellos pasajes que en una u otra forma confirma la existencia de mejicanos en el Istmo y que ya hemos mencionado en capítulos anteriores por una u otra razón.

150 Vaillant, G.C.: «La civilización azteca» (Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1955).

151 Lothrop, S.: «Coclé», 1937.

152 Cañáis Frau, S.: «Las civilizaciones prehispánicas de América», Buenos Aires, 1959.

153 Schuller, R.: «Las lenguas indígenas de Centro América», San José, Costa Rica, 1928