Esfuerzo por el ambiente: captura de Carbono

Esfuerzo por el ambiente

Empresas y países cuantifican y comercializan su contribución en carbono al calentamiento global.

Muchas medidas de mitigación se calculan en función de estándares y no de valores reales.

LAPRENSA/Archivo
Captura. La UTP adelanta un proyecto que busca calcular la cantidad de carbono presente en el bosque de la cuenca del Canal.

Ana María Garzón
agarzon@prensa.com

Los países en vías de desarrollo, como Panamá, no están obligados por el Protocolo de Kyoto a reducir emisiones de carbono, sin embargo, los organismos internacionales advierten que son justamente estos países los más propensos a sufrir por las consecuencias del cambio climático. De ahí que los esfuerzos por controlar esas emisiones en estas naciones se consideran especialmente valiosos.

Según Roy Williams Goti, gerente de SGS Latinoamérica, empresa que ofrece servicios de inspección, calidad y certificación para industria y comercio, muchas empresas calculan sus emisiones de carbono para ver si tienen un balance positivo o negativo en cuanto a su contribución al calentamiento global.

Los beneficios para el país de una cuantificación de carbono se pueden ver en proyectos voluntarios de compra y venta de créditos de carbono. Las toneladas de “secuestro de carbono” pueden ser certificadas y cambiadas por contribuciones de otros gobiernos, como lo hace Costa Rica, y “es como vender oxígeno al mundo”, dice el especialista.

Sin embargo, en la mayoría de los casos este precio se establece en función de estándares y no con los valores reales de cada escenario.

Lo mismo ocurre con los planes de mitigación de impacto ambiental. En Panamá, por ejemplo, cuando una empresa u organismo se ve obligado a deforestar alguna zona de bosque, se le impone una medida de mitigación, como reforestar el doble de las áreas afectadas.

Teniendo en cuenta esta situación, el Centro de Investigaciones Hidráulicas e Hidrotécnicas, de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP) adelanta un estudio que busca conocer la cantidad de carbono presente en una hectárea de bosque en la cuenca del Canal.

La idea es que los resultados funcionen como una medida más ajustada al escenario local, para establecer precios por tonelada de carbono o definir acciones de mitigación de impacto ambiental.

En Panamá, calcular la captura de carbono de los bosques húmedos tropicales ayudaría a posicionar al país en el mercado de bonos de carbono, y además a determinar con precisión las medidas de mitigación del impacto ambiental, explica Goti. El especialista añade que hacer el inventario también podría contribuir de manera similar a la imagen del país, por su apoyo al desarrollo sostenible.

OTRAS VENTAJAS

La investigación de la UTP –dirigida por el especialista José Fábrega– también podría ayudar a establecer mejores estrategias ambientales en el país.

Según Eny Serrano, técnica de saneamiento del medio ambiente, quien participa en el proyecto como practicante, los datos recogidos por el programa pueden ser contrastados con las cifras del carbono emitido por la sociedad para determinar acciones de reforestación en áreas clave, que ayuden a elevar la calidad del aire en las poblaciones.

Esto es importante, además, porque “la naturaleza no puede procesarla (la contaminación) tan rápido como quisiera”, dice Reinhardt Pinzón, del equipo investigador.

El estudio, que se lleva a cabo con la colaboración de la Autoridad Nacional del Ambiente y la Autoridad del Canal de Panamá, contempla la posibilidad de integrar a más entidades y de realizarse en áreas de la República que cuenten con diferentes condiciones ambientales.

Equipo de alta tecnología para medir emisiones

Para determinar la cantidad de carbono en una hectárea de bosque tropical panameño, el proyecto de la Universidad Tecnológica de Panamá utiliza un sistema único en Centroamérica.

El mecanismo Irga fue donado por la Universidad de Wyoming, Estados Unidos, y la Universidad de Nuevo México, que además trajeron a dos expertos, Fred Ogden y Jan Hendricks, respectivamente, quienes capacitaron al grupo panameño a cargo del estudio.

Los equipos están instalados en torres que miden variables meteorológicas como el viento, la temperatura, la humedad y el vapor de agua, y se encuentran en cerro Pelado y Gamboa. Según Reinhardt Pinzón, investigador del proyecto, estas áreas fueron escogidas porque son un laboratorio natural que representa hasta en un 95% lo que puede ocurrir en otras cuencas del país.

La investigación, que tiene una duración de dos años, es patrocinada por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, y está apoyada por la Autoridad Nacional del Ambiente.

Científico con sentido ecológico

Científico con sentido ecológico

Para Leopoldo Manso el aprovechamiento de los residuos en la industria es un tema fundamental. Actualmente desarrolla un proyecto para la elaboración de biodiésel a partir de aceite comestible de desecho

Zoraida Chong zchong@prensa.com

Perfil
Investigación

Leopoldo Manso es graduado de la Escuela de Bioquímica de la Universidad de La Habana, donde también se especializó en alimentos. En Cuba estuvo al frente del Laboratorios de Higiene de los Alimentos en el Ministerio de Salud y luego pasó a la Academia de Ciencias de Cuba como investigador en el área de bioconversión. En 1993 regresó a Panamá y comenzó a trabajar como investigador en el Centro de Producción e Investigaciones Agroindustriales de la UTP.
LA PRENSA | Gabriel Rodríguez

Leopoldo Manso es especialista en química de alimentos, y ha dedicado su vida a investigaciones relacionadas con la agroindustria, sin embargo, hace dos años inició un proyecto para la elaboración de biodiésel a partir de aceite de cocina reciclado.

El estudio es parte de su labor en el Centro de Producción e Investigación Agroindustrial de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP) y se trata de un proyecto piloto que permitirá alcanzar estándares de calidad que luego puedan ser reproducidos a mayor escala.

Panameño de nacimiento, Manso se formó en la Universidad de La Habana y trabajó en la Academia de Ciencias de Cuba durante varios años.

Con un dejo de acento cubano aclara que en la aventura del biodiésel lo acompañan Marcelo Coronado y Nelson Barranco, también investigadores de la UTP.

El primer objetivo de este equipo fue montar una planta pequeña; el segundo, que su producto cumpliera con las normas internacionales, algo que ya lograron.

Finalmente, tenían que probar el combustible ecológico en un vehículo a lo largo de un periodo relativamente largo para determinar sus efectos, positivos o negativos, en el mismo.

«Una persona puede producir biodiésel, como en un programa de televisión, en una licuadora, pero eso se lo echa a su carro y él mismo es responsable de lo que le pasa a su vehículo, pero para la comercialización tiene que estar respaldado por la Dirección General de Hidrocarburos, que garantice que no dañe los carros», explica. Por otro lado, como científico e investigador de la UTP, Manso busca que sus proyectos sean comercialmente viables.

«El investigador no puede perder de vista el aspecto económico. Recoger todo el aceite y transportarlo resulta costoso, por eso lo ideal sería aprovechar el que generan grandes productores, como los hospitales». En este sentido, sabe que este tipo de industria difícilmente podría competir con la producción de combustibles fósiles a gran escala, pero su meta va más allá de eso.

«Al utilizar aceite reciclado no estamos compitiendo con la producción de alimentos, sino que estamos trabajando a favor de eliminar un residuo. Mientras la disponibilidad de tierras cultivables disminuye por su utilización para la producción de biocombustibles, los residuos van en aumento, porque cada vez hay más comida rápida».

Los estudios sobre biodiésel de Manso y sus compañeros estarán listos a finales de este año, incluso, la parte de viabilidad económica, sin embargo, ya se tienen adelantos de sus posibles aplicaciones.

«Nosotros tenemos un automóvil que se mueve exclusivamente con biodiésel, así mismo lo pueden hacer otras universidades, hospitales y cualquiera que genere aceite comestible de residuo, es cuestión únicamente de tener el conocimiento sobre un método que cumpla con los estándares internacionales», argumenta.

Y es que la planta de biodiésel de la UTP no ocupa más de 15 metros cuadrados, y tiene capacidad para producir hasta 200 litros diarios del biocombustible.

La inclinación del especialista por la investigación sobre residuos no es nueva. De hecho, otro de sus proyectos estrella es el secador de alimentos, que en 2007 le valió el segundo lugar del concurso realizado por el Ministerio de Comercio e Industrias, en la Semana de la Inventiva y la Innovación.

Ese estudio ya se completó y actualmente se está instalando un secador en una empresa productora de café en Boquete. En su primera etapa, el mecanismo permitirá secar media tonelada de grano diariamente.

En un mundo que enfrenta las consecuencias de la industrialización, como la contaminación y el cambio climático, pero que al mismo tiempo vive el rápido desarrollo de países que antes se dedicaban a actividades de mera subsistencia, todo parece indicar que el tema de los residuos, que tanto interesa a Leopoldo Manso, seguirá vigente por tiempo indefinido.