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Otro proyecto en un área sin plan de manejo ambiental
Desarrollo
JOSÉ ARCIA
jarcia@prensa.com
Las maquinarias de la industria turística y urbanística continúan llegando a las islas del archipiélago de Las Perlas. Las áreas boscosas pierden terreno y las costas se llenan de marinas.
Conjugar el desarrollo con la conservación y no repetir errores ajenos es una tarea que se ha propuesto el nicaragüense Armel González, presidente de Grupo del Sol, quien desarrolló un proyecto en la isla Saboga, una de las más pequeñas del archipiélago declarado zona de manejo especial por la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (Arap).
González propone un proyecto que va desde conservar las áreas más boscosas hasta cambiar la fuente de energía que siempre ha abastecido a la isla: la térmica.
En esta materia, se busca reemplazar la energía térmica por termosolar, que consiste en concentrar la energía del sol en paneles (colectores) para luego transmitirla, a través del agua o mediante radiadores. También proyecta reciclar el agua de lluvia para potabilizarla.
Los resultados están por verse. Por el momento, en el Centro de Incidencia Ambiental (CIAM) quedan dudas sobre el proyecto.
La empresa cuenta con un plan maestro que consiste en la construcción de condominios, casas de lujo y hoteles boutique.
También incluye la lotificación de terrenos que se venderán a desarrolladores urbanos. El plan maestro costó 12 millones de dólares y contempla, además, la construcción de infraestructuras de servicios públicos para satisfacer las necesidades de los nuevos inquilinos de la isla.
“Creamos las infraestructuras para otros inversionistas”, dijo González.
Raisa Banfield, directora ejecutiva del CIAM, analizó el plan maestro del proyecto y le preocupa que todo el litoral costero de la isla será desarrollado.
La isla Saboga tiene 277 hectáreas, de las cuales casi 90 serán destinadas a la conservación.
González explicó que el 60% de la isla está compuesto por bosques secundarios, 20% por bosques primarios y el resto (20%) rastrojo y arbustos.
El bosque primario no será tocado, excepto para construir senderos por donde solo pasarán carros de golf eléctricos, dijo González. El empresario admite que se devastará zona boscosa, pero asegura que son áreas ya intervenidas.
Banfield consideró que el proyecto presenta una lotificación masiva alrededor de la isla que afectará la relación entre áreas boscosas y zonas costeras.
Dilema ecológico
Ante la mirada atenta de los conservacionistas, el empresario enfrenta otro dilema: la construcción de una marina.
Los dos sitios que ha estudiado le presentan dificultades. En uno las corrientes son demasiadas fuertes y en el otro existe una comunidad de arrecifes de corales.
Héctor Guzmán, científico del Instituto Smithsonian, dijo que se trata de la segunda comunidad de arrecifes más grande del golfo de Panamá. Comentó que habló de manera informal con el empresario y recomendó mover la marina para no afectar los arrecifes. La empresa aún estudia la ubicación de la estructura, que tendrá una capacidad de alrededor de 150 yates.
González dijo que el primer sitio evaluado fue descartado por las fuertes corrientes marinas, que representaban un peligro para los usuarios. Pero al mismo tiempo ha valorado las sugerencias de Guzmán de construir la marina en una zona que no afecte los arrecifes.
Hay una buena intención en querer hacer las cosas bien, pero el problema radica en que no existe una evaluación ambiental integral del archipiélago, señala Banfield. Es decir, las afectaciones del proyecto no sólo en la isla Saboga, sino en en el archipiélago. Esto pasa por falta de un plan de manejo del archipiélago que aún no se ha creado.
A mediados del pasado mes de agosto, la Arap firmó el contrato para la realización del plan de manejo con el consorcio Louis Berger- Ancon (Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza). Hasta la semana pasada el contrato aún estaba en la Contraloría pendiente de ser avalado, informó Alida Spadafora, directora de Ancon.
El contrato llega con dos años de atraso, pues desde 2007 una ley ordenó crear el plan. Mientras, los proyectos inmobiliarios y turísticos no se detienen, y en algunos casos con negativos impactos ambientales.
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Este proyecto es un urbanicidio y un robo del patrimonio insular de todos los panameños. La biodiversidad, zona especial de manejo no le parece importar a nadie en este país que está vendiendo cada pedazo hermoso de tierra que tienen.
Burica Press
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