Proteger bosques tropicales crea controversia

Fotografías por Tito Herrera para The New York Times

Al reclamar la selva tierra abandonada, se cuestiona la importancia de proteger al bosque original. Marta Ortega de Wing (izq.), antes crió cerdos en un terreno ahora reverdecido, cerca de Chilibre, Panamá. Gumercinto Vásquez dijo ser uno de los pocos campesinos que quedan en el área.

Proteger bosques tropicales crea controversia

Por ELISABETH ROSENTHAL

CHILIBRE, Panamá — La tierra donde Marta Ortega de Wing criaba cerdos hasta hace 10 años ahora se ve invadida por la selva que avanza a galope: palmeras, lagartos y hormigas.

En lugar de cultivar la tierra, ahora hace sus compras en el supermercado, y sus hijos y nietos viven en lugares como la ciudad de Panamá y Nueva York.

En Panamá y otros países tropicales, pequeñas propiedades como la de Ortega de Wing son reclamadas por la naturaleza, al tiempo que la gente abandona sus tierras y se muda a las ciudades en busca de una vida mejor.

Estos bosques «secundarios» están surgiendo con tanta rapidez que la tendencia ha desatado un debate sobre si salvar el bosque primitivo, una causa ambiental emblemática, puede ser menos urgente de lo que se pensaba. Según se calcula, por cada hectárea de bosque tropical que se tala cada año, hoy crecen más de 50 hectáreas de bosque nuevo en tierras que alguna vez fueron cultivadas, taladas o devastadas por desastres naturales.

Algunos científicos dicen que los bosques nuevos podrían amortiguar los efectos de la destrucción del bosque tropical al absorber el dióxido de carbono, principal gas invernadero vinculado coael calentamiento global, papel crucial que juegan los bosques tropicales. En menor grado, también podrían brindar habitat para especies en peligro de extinción.

La idea ha provocado indignación entre los ecologistas, quienes creen que los esfuerzos vigorosos por proteger al bosque nativo deben seguir siendo una importante prioridad. Sin embargo, esta idea ha ganado aceptación en organizaciones importantes como el Instituto Smithsoniano. En 2005, las Naciones Unidas llegó a la conclusión de que los beneficios ambientales de los bosques nuevos eran «subvalorados».

«Los biólogos no ponían atención a estas enormes tendencias poblacionales y actuaban como si sólo el bosque original tuviera valor de conservación, y eso es erróneo», dijo Joe Wright, científico titular del Instituto Smithsoniano de Investigación Tropical, en Panamá.

«¿Es esto un bosque tropical de verdad?», preguntó, al tiempo que recorría una antigua plantación de cacao estadounidense que fue abandonada hace 50 años, y señalaba hacia las higueras, enormes telas de arañas y monos aulladores. «Un botánico puede ver los árboles aquí y saber que esto es crecimiento nuevo. La temperatura y la humedad son correctas. ¡ Mire nada-más la cantidad de pájaros! Funciona; éste es un habitat apropiado».

Wright y otros dicen que la protección exagerada de los bosques tropicales no sólo impide que la gente pobre saque provecho de su tierra, sino que también le roba atención y financia-miento a otros enfoques para combatir el calentamiento global, como la eliminación de plantas de carbón.

Otros científicos discrepan, al opinar que la protección de los bosques es particularmente importante ante las amenazas de la tala y la agricultura industrializadas. «Sí, hay bosques que están reverdeciendo, pero no todos son iguales», señaló Bill Laurance, otro científico del Smithsoniano, que ha trabajado extensamente en el Amazonas.

Laurance se mostró escéptico al ver el terreno de Ortega de Wing. » ¡Esto es una caricatura de un bosque tropical! «, dijo. «No hay bóveda, hay demasiada luz, sólo hay unas cuantas especies».

Señala que aunque los bosques nuevos pueden absorber las emisiones de carbono, tienen pocas probabilidades de salvar alas especies en mayor peligro de extinción, porque éstas no tienen manera de llegar ahí.

Todos, incluso Wright, coinciden en que la destrucción a gran escala de los bosques tropicales, en el Amazonas o Indonesia, debe ser limitada o manejada.

Cada año se talan aproximadamente 15 millones de hectáreas de bosque tropical original, pero en 2005, de acuerdo con la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), se estimaba que crecían en los trópicos 850 millones de hectáreas de bosque de reemplazo potencial, un área casi del tamaño de Estados Unidos.

En las frondosas y neblinosas colinas del Panamá tropical, resulta fácil ver la deforestación como parte de un ciclo de siglos de civilización y selva. Los mayas fueron los primeros en despejar las tierras que ahora son un denso bosque.

Sin embargo, Laurance dice que en el mundo moderno, el bosque es talado por «la silvicultura industrial, la agricultura y la industria del petróleo y del gas; y está globalizada, en el sentido de que cada palo de madera que es cortado en el Congo es enviado a China y un bulldozer hace mucho más daño que mil campesinos con machetes».

El destino de los bosques secundarios no sólo yace en la biología. Una recesión global podría eliminar empleos en las ciudades, lo que haría que los residentes regresaran a la tierra. «Esas son interrogantes para los economistas y los políticos, no para nosotros», indicó Wright.

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Artículo en inglés:

New Jungles Prompt a Debate on Rain Forests

Recorte del periódico que incluye el artículo arriba desplegado.

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