La especulación inmobiliaria sepulta la historia de Panamá

URBANISMO. AUMENTAN LOS GRANDES EDIFICIOS EN EL CORREGIMIENTO DE BELLA VISTA.

Rascacielos sepultan la historia

Otro eslabón de la historia de la democracia en Panamá se inclina impotente ante el auge de la construcción.

La casa que sirvió de refugio a Arnulfo Arias durante la dictadura se comenzará a demoler hoy.

LA PRENSA/Bernardino Freire

Casa Linares, antigua casa de Arnulfo Ärias

JARDINES. El arquitecto que diseñó la casa fue Leonardo Villanueva Meyer, quien también diseñó el patio andaluz del Palacio de las Garzas.

Lucero Maldonado
lmaldonado@prensa.com

Lo que la dictadura no pudo derribar, hoy lo harán las retroexcavadoras. La casa que sirvió de fortín al ex presidente Arnulfo Arias durante sus largos años de persecución, será demolida para darle paso a un nuevo rascacielos.

Está ubicada frente al mar, en la Avenida Balboa, y fue construida por Enrique Linares, casado con María Herbruger, suegros de Arnulfo Arias.

«Nos mudamos del Casco Antiguo aquí a Bella Vista, con mi hermana Ana Matilde [esposa de Arnulfo Arias] y el doctor Arias, porque a él lo perseguían mucho», recuerda a sus 93 años doña Julieta Linares de Zarak, quien residió en esta casona desde su construcción, en 1946, hasta hace unas semanas. «La casa fue abaleada ¡uf! muchas veces, ¡cantidades! la del 68 fue tremenda, estamos vivos de milagro», dice.

El golpe del 68

El 11 de octubre de 1968, la Guardia Nacional había atacado Radio Soberana, a un costado del Boulevard Balboa y a dos cuadras de la casa donde vivía Arnulfo Arias, que se había posesionado como Presidente de Panamá 11 días antes.

«La Guardia venía por la Avenida México disparándole a las lámparas de la calle. Al llegar aquí se atrincheraron a dispararnos varias horas», relata Enrique Zarak, nieto de los Linares e hijo de doña Julieta.

Aquella noche del 68, las balas se colaron por las ventanas y las puertas, se incrustaron en la escalera, en los muebles traídos de Inglaterra, en las paredes, en los pisos españoles y en el recuerdo sonoro de los testigos de primera línea de una época oscura de la historia del país.

Cuenta doña Julieta Linares de Zarak, que minutos antes, Julieta Capriles, una amiga de la familia, llegó y les dijo: «¡Salgan de la casa! la van a abalear». «Pero ¿por qué?», contestó doña Julieta, «¡si esta casa es de mi papá, un prócer de la independencia!».

Dicho y hecho. A los pocos minutos los guardias atacaron. Entonces, exponiendo su vida, doña Julieta salió por una puerta lateral y dijo: «¡Paren el fuego! ¡Paren que aquí hay mujeres indefensas! ¡Aquí no está Arnulfo!».

Y era cierto, Arnulfo Arias, que había optado por la casa de los Linares como residencia presidencial ya anteriormente –del 50 al 51–, y esta vez de nuevo (aunque su esposa Ana Matilde había muerto 13 años antes), regresó del cine esa noche, buscó unos papeles y salió. La casa estaba desprotegida, la policía presidencial que la custodiaba la había abandonado antes de la balacera. En ese momento, El Palacio de las Garzas ya había sido tomado.

Las ordenes de Justines

La Guardia, en vista de que esa noche golpista no encontró al Presidente, decidió echar mano de algunos parientes. «Llegué a las 9:30 de la noche a la casa y nos arrestaron a mi hermano Lucas Zarak, a Alberto Vallarino (padre del ex candidato) y a mí, que tenía 17 años», explica Enrique Zarak. «La operación estaba a cargo del capitán Marcos Justines», agrega.

«Después de ese tiroteo espantoso, entraron, allanaron el cuarto del doctor Arias y se llevaron sus pertenencias», continúa doña Julieta.

A partir de ese momento acordonaron la casa y nadie pudo entrar. «Al día siguiente vi, a través de la ventana, que llegaba Juana, la cocinera, y le dijeron ‘aquí no entra nadie’, entonces pensé: nos van a sitiar por hambre».

La familia Linares tuvo que abandonar su residencia, pero, pasadas tres semanas, doña Julieta recurrió a una amiga de la familia, Olga Zubieta de Oller. Su hermano Rafael Pilón Zubieta había sido nombrado ministro de Agricultura. «Le dije, Olga dile a tu hermano que hable con quien tiene el mando para que nos dejen volver», relata.

Según Enrique Zarak, meses después, cuando pudieron regresar, la policía se quedó afuera un par de años revisando el baúl de los carros que llegaban, sabiendo que Arnulfo Arias estaba en el exilio.

Más atentados

Ya antes, a dos años de haber sido construida, la casa fue atacada durante la campaña política de 1948. «El doctor Arias estaba en México y la noche que llegó, vino la Policía y empezó a disparar contra la gente del pueblo que estaba afuera, e hirieron a una señora», señala doña Julieta.

Y es que sitiar «la mal llamada» casa de Arnulfo Arias era un reflejo claro de fracturar la democracia.

El 2 de enero de 1955, cuando mataron al presidente José Antonio Remón Cantera, «lo primero que hizo la Guardia fue venir a la casa a buscar a Arnulfo», dice doña Julieta. «Nos rodearon, y mientras Arnulfo era apresado en Chiriquí, me apuntaron con una ametralladora».

En 1964 se repitió la historia, la casa fue abaleada durante las elecciones.

Y no solo a balazos fue atacada. El lunes y martes de Carnaval de 1973 fue incendiada por los militares con bombas de tiempo. «Eran artefactos recubiertos de cera que, a las horas, se derretía para hacer combustión», cuenta Enrique, quien agrega: «Primero quemaron el cuarto de mi hermano Gabriel, arriba». Al día siguiente quemaron la sala, los muebles, diplomas y libros, enumera doña Julieta, mientras baja su mirada al mosaico adornado con escudos españoles. «Es que la casa era muy vulnerable, muy abierta, aparentemente alguien se subió por la pared e introdujo las bombas», relata.

Democracia vulnerable

La casa siempre fue vista como un símbolo de la oposición que Arnulfo liderizaba.

En 1989, meses después de la muerte de Arnulfo Arias, la familia Linares puso en el balcón del cuarto que él ocupó una propaganda política de Lucas Zarak, nieto de los dueños de la casa, que corría para legislador en las listas del candidato Guillermo Endara.

Pero el Tribunal Electoral, afín a Manuel Antonio Noriega, anuló las elecciones. «Nos informó un amigo del PRD que en la Avenida Balboa harían una operación militar de Noriega llamada ‘Fuegos artificiales en la Balboa’, que consistía en quemar la casa», relata Enrique.

«Pusimos un vigilante arriba y yo vigilaba abajo», recuerda. A las dos de la mañana, un muchacho se bajó de un carro, se dirigió con un paquete hacia la casa e intentó meterlo. «Aquí mismo, mira», señala Enrique, mientras muestra un cuarto que da al exterior. El vigilante realizó un disparo al aire y frustró el incendio.

Meses después vendría la invasión norteamericana, y la casa estuvo expuesta a las armas por otras razones: fue rodeada por tanquetas americanas, pues al lado estaba la Embajada de Libia. «Los norteamericanos la cercaron, pero los Batallones de la Dignidad tiraron proyectiles». Uno de ellos cayó en la casa y desterró la tranquilidad del patio.

Igual que hace dos días, cuando se comenzó a desmantelar la casa, en contadas horas desaparecerán sus siete recámaras, la sala, la biblioteca, el vestíbulo, el comedor, la cocina y el patio con la replica de la fuente belga del Manneken Pis que aún funciona.

«Esta es una casa histórica y ningún gobierno la compró para un museo», explica Doña Julieta, quien después de una pausa dice: «Me duele las condiciones en que está quedando la ciudad. Eso sí te digo: me gustaba más el Panamá de antes, pero el mundo cambia y a uno solo le queda cambiar con él», concluye a sus 93 años.

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¿Cómo era antes el corregimiento de Bella Vista?

Entre el verdor que predominaba en el área, la arquitectura de la década del 40 -según lo explica Samuel A. Gutiérrez en su libro Arquitectura panameña: descripción e historia, editado en 1966- se caracterizó por la construcción de chalets. «Un intento de revivir el pasado colonial, con imitación de villas y casas españolas o californianas… fue (un diseño) considerado equivocadamente representativo de una arquitectura de tipo colonial», detalla el texto. El estilo mejor podía llamarse neoclásico, considera el autor, entre sus normas estaba: paredes de bloques o piedras, techos de tejas, rejas de hierro, repellos rústicos, maceteros adosados a las paredes, y torres cuadradas o circulares.

En 1940, el presidente Arnulfo Arias contrató al urbanista vienes Karl Brunner para hacer un diagnóstico de la ciudad. Entre sus propuestas: ensanche y apertura de nuevas vías y creación de parques, según el libro La ciudad de Panamá del geógrafo Ángel Rubio.

ENFOQUE
El contexto histórico de la arquitectura

 

Rolando de la Guardia
panorama@prensa.com

INDIFERENCIA. No se ve en los países desarrollados –grupo selecto al que algunos creen que Panamá pertenece– que nadie cambie, ni siquiera un trozo de ruina, para hacer gigantescas colmenas de bloques de cemento, en las que ahora vivimos. Una de las razones principales es que en esos países hay quienes son conscientes de la importancia de la arquitectura como elemento propio de la identidad histórica de un pueblo. En el primer mundo tienen presente que hay que preservar esas manifestaciones de la cultura que moldean el carácter de las ciudades. No se ve en Barcelona, por ejemplo, que destruyan una vivienda antigua para dar paso a un edificio alto.

El caso de Panamá es triste. Al destruir la arquitectura típica de Bella Vista, un barrio de carácter propio y único, desaparecen manifestaciones culturales que dotan a la ciudad capital de riqueza histórica y artística. Al reemplazar esa arquitectura por otra fuera de contexto, borramos nuestra historia para escribir una nueva que parece foránea.

El autor es historiador.

Fuente: La Prensa, 21 de abril de 2007.

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